Quién no ha visto a los chanchitos de tierra. Estos diminutos animales, también conocidos como cochinillas, pueden encontrarse en casi cualquier lugar húmedo, como en los jardines, debajo de rocas o maderas, en cúmulos de tierra. Sin embargo, contrario a lo que se piensa, no son insectos y se conoce muy poco sobre su naturaleza. Además, pese a que suelen matarlos, hay razones importantes para no hacerlo.
Los chanchitos de tierra, de nombre científico Armadillidium vulgare, son crustáceos. Es decir, son más cercanos a los camarones o a los cangrejos que a los escarabajos o cucarachas. Un detalle para probar aquello es contar su número de patas: las cochinillas tienen 14, mientras que los insectos poseen 6.
Estas pequeñas criaturas, también denominadas isópodos, pertenecen al único grupo conformado por crustáceos terrestres en su totalidad: los oniscídeos. Así lo indica un estudio publicado en la revista científica Evolutionary Ecology, donde se afirma que su origen es poco conocido, pero se estima que podrían haber aparecido hace más de 300 millones de años.
Las cochinillas tienen un caparazón dividido en segmentos que les permite volverse bolita. Foto: Pixabay
Asimismo, los chanchitos de tierra son independientes del medio acuático, pese a que la mayoría de crustáceos son animales marinos, por lo que son objeto de interés para investigaciones sobre la evolución de estos animales.
Las cochinillas necesitan humedad para respirar, pero se han adaptado tan bien a los entornos terrestres que incluso tienen la capacidad de canalizar el agua de las gotas del rocío hasta su organismo. Así también, aprendieron a enrollarse en forma de bola para conservar la humedad, además de hacerlo como mecanismo de defensa.
Las cochinillas se alimentan de materia orgánica muerta, por lo que cumplen un valioso rol dentro de la cadena alimenticia, como recicladores de nutrientes. Su dieta se basa, principalmente, en madera en descomposición y restos de vegetales.
Por otro lado, los isópodos son capaces de absorber altos niveles de metales pesados del suelo, que almacenan en sus vesículas. Por ello, son utilizados en estudios para monitorear la acumulación de estos contaminantes, como bioindicadores. En adición a ello, también pueden ser empleados para limpiar los suelos contaminados.