El telescopio espacial James Webb (JWST), que solo era un esbozo hace 25 años, por fin fue lanzado la mañana de Navidad en un trabajo colaborativo de la NASA, ESA y la agencia espacial de Canadá (CSA). Su labor permitirá ver el espacio en luz infrarroja, una longitud de onda perfecta para distinguir las estrellas y galaxias más antiguas.
Como la información llega a nosotros a través de la luz (que viaja a una velocidad de 300.000 km/s en el vacío), mirar destellos más lejanos equivaldrá a observar más atrás en el tiempo. Si bien el Hubble ya lo hizo antes, el JWST promete revelar un paisaje aún más antiguo y lo convertirá en una extensión humana sin precedentes.
Imagen artística del telescopio James Webb plegado, listo para separarse del cohete Ariane 5 al salir de la Tierra. Foto: ESA / D. Ducros
Sin embargo, antes de iniciar sus cuatro principales tareas, la ‘máquina del tiempo’, como lo ha catalogado la NASA, debe recorrer un largo camino que durará al menos 180 días en el espacio y que implicará una serie de cuidadosas maniobras.
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En su primer día en el espacio, el telescopio James Webb desplegó su panel solar para alimentarse con la energía del astro rey y valerse por sí mismo. Las imágenes, históricas desde su primer día, fueron transmitidas en directo por la página de la NASA.
Después de una hora y media en el vacío, la antena direccional permitió establecer comunicaciones con la Tierra. A partir de entonces, la misión quedó en manos del Space Telescope Science Institute en Baltimore, Maryland.
Al tercer día, el telescopio de la NASA iniciará el despliegue de su gigante parasol de cinco capas, una estructura única que protege sus espejos principales del calor del Sol. Cuando su parasol se haya desenvuelto por completo, al séptimo día, tendrá un aspecto de un diamante.
Infografía de las partes del telescopio James Webb y el punto 2 de Lagrange (L2). Foto: NASA
Webb tardará aproximadamente un mes en alcanzar su destino, el segundo punto de Lagrange (L2), pero recién dentro de seis meses enviará sus primeras imágenes a la humanidad.
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El punto de Lagrange (L2), ubicado a 1,5 millones de km de nuestro planeta, es uno de los cinco lugares en el espacio donde la gravedad combinada del Sol y la Tierra equilibran la órbita de un tercer objeto menos masivo.
Influenciado por la fuerza gravitatoria de ambos cuerpos masivos, el Webb orbitará alineado con la Tierra y el Sol pese a que su órbita se encuentra mucho más alejada. Este alineamiento continuo también le permitirá tener una mejor comunicación con las bases de operaciones en suelo terrestre.
Desde este lugar, el telescopio enfrentará una gran diferencia de temperatura. Por su lado trasero, que lo protege del sol, estará expuesto a 85 C° y, desde el otro, donde apunta sus espejos, estará a -233 C°.
A diferencia del Hubble, el James Webb no ha sido diseñado para ser reparado por astronautas. Así, en 10 años, cuando su combustible se apague, su vigilancia finalizará. Si Webb funciona exitosamente como se espera, se realizarán misiones robóticas que se acerquen a este y le suministren gasolina, aseguran los ingenieros de la NASA.
Acerca de algún desperfecto que pueda suceder en el camino, Mike Menzel, ingeniero principal de sistemas de la misión, le dijo a The Atlantic: “Hay muchas cosas malas que pueden pasar, pero todas las cosas que podía planificar las he planificado”.