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Ciencia

Infección leve de COVID-19 también puede dejar ‘una marca’ en el cerebro

Un estudio preliminar a gran escala en el Reino Unido investigó a personas que habían padecido de COVID-19 y los resultados sorprendieron a la comunidad neurocientífica.

larepublica.pe
Las secuelas de la COVID-19 también repercuten en el cerebro. Foto: referencial / Science Photo Library

Con más de 18 meses de pandemia, los investigadores han estado reuniendo constantemente nuevos e importantes conocimientos sobre los efectos del COVID-19 en el cuerpo y el cerebro. Estos hallazgos están generando preocupaciones sobre los impactos a largo plazo que el coronavirus podría tener en procesos biológicos como el envejecimiento.

Una investigación anterior —cuenta Jessica Bernard, de la Universidad de Texas A&M— se ha centrado en comprender cómo los cambios cerebrales normales relacionados con el envejecimiento afectan la capacidad de las personas para pensar y moverse. Pero a medida que surgieron más pruebas, demostraron que la COVID-19 podría afectar el cuerpo y el cerebro durante meses o más después de la infección.

Observando la respuesta del cerebro al COVID-19

En agosto de 2021, un estudio preliminar, pero a gran escala que investigaba los cambios cerebrales en personas que habían experimentado COVID-19, llamó mucho la atención dentro de la comunidad de las neurociencias.

En ese artículo especializado, los investigadores se concentraron en analizar una base de datos existente llamada UK Biobank, que contiene información de imágenes cerebrales de más de 45.000 personas en el Reino Unido desde 2014.

Había, entonces, datos de referencia e imágenes cerebrales de todos esos individuos antes de la pandemia.

El equipo de investigación analizó los datos de las imágenes cerebrales y luego trajo de regreso a los que habían sido diagnosticados con COVID-19 para exámenes cerebrales adicionales.

Compararon a las personas que habían experimentado COVID-19 con los participantes que no lo habían hecho, emparejando cuidadosamente los grupos según la edad, el sexo, la fecha de referencia de la prueba y la ubicación del estudio, así como los factores de riesgo comunes de enfermedad.

Específicamente, encontraron que el grosor del tejido de materia gris en las regiones del cerebro, conocidas como lóbulos frontal y temporal, se redujo en el grupo COVID-19, a diferencia de los patrones típicos observados en el grupo que no había experimentado la enfermedad.

Por la vejez, las modificaciones en la materia gris son comunes, pero este proceso se reconoció más en los contagiados de coronavirus. Las personas que habían sido infectadas con COVID-19 mostraron una pérdida de volumen cerebral incluso cuando el mal no era lo suficientemente grave como para requerir un ingreso hospitalario. Sin embargo, debemos ser suidadosos al interpretar estos hallazgos mientras se espera una revisión formal por pares.

¿Qué significan estos cambios en el volumen cerebral?

Al principio de la pandemia, uno de los informes más comunes de las personas infectadas con COVID-19 fue la pérdida del sentido del gusto y el olfato. Investigadores del Reino Unido descubrieron que la estructura del bulbo olfatorio vinculada al cerebro se daña por la COVID-19. Aquella región se conecta al lóbulo temporal, que a menudo se menciona cuando se habla del alzheimer; aunque es pronto para sacar conclusiones de este ciclo de cambios a causa de la enfermedad viral.

La anosmia o pérdida de la capacidad olfativa puede estar relacionada al hábito de fumar o efectos secundarios de medicamentos| Foto: gooddoctor.co.id

Mirando hacia el futuro

¿Qué significan estos cambios cerebrales después de COVID-19 para el proceso y el ritmo del envejecimiento? Con el tiempo, se genera otra pregunta: ¿el cerebro se recupera hasta cierto punto de una infección como la gestada por el coronavirus?

Imágenes del cerebro de una persona de 35 años y otra de 85 años. Las flechas naranjas muestran la materia gris más delgada en el individuo mayor. Foto: Jessica Bernard / CC BY-ND

Cuando se trata de la estructura del cerebro, normalmente vemos una disminución en su tamaño en los adultos mayores de 65 años. Este decrecimiento no se localiza solo en un área. Se pueden observar diferencias en muchas regiones de ese órgano.

A medida de que la esperanza de vida ha aumentado en las últimas décadas, más personas están llegando a la vejez. Si bien el objetivo es que todos vivan una vida larga y saludable, incluso en el mejor de los casos, donde uno envejece sin enfermedad o discapacidad, la edad adulta conlleva cambios en la forma en que pensamos y nos movemos.

Aprender cómo encajan todas estas piezas del rompecabezas nos ayudará a desentrañar los misterios del envejecimiento para que podamos ayudar a mejorar la calidad de vida y la función de las personas que envejecen. Y ahora, en el contexto de COVID-19, también nos ayudará a comprender el grado en que el cerebro puede recuperarse después de una enfermedad.

Con información de The Conversation.