Más de 50 secuelas o “efectos a largo plazo” tras la infección de COVID-19 han sido identificados en una investigación realizada por un equipo internacional de científicas, quienes publican sus resultados en la revista Scientific Reports.
Se trata de un metaanálisis basado en la revisión exhaustiva de más de 18.000 estudios sobre síntomas de COVID-19. En total, se recopilaron datos de 47.000 pacientes.
De ese modo, se identificaron en total 55 síntomas persistentes que los pacientes presentaron a partir de dos semanas después de la infección con SARS-CoV-2 (descritos en el documento como ”efectos a largo plazo”).
El equipo, liderado por la neurocientífica Sonia Villapol del Texas Medical Center de Houston, encontró que el 80% de todas las personas que sobrevivieron a la COVID-19 presentaron al menos una de estas secuelas.
Las más comunes fueron fatiga (58% de pacientes), dolor de cabeza (44%), trastorno de atención (27%), pérdida de cabello (25%) y dificultad respiratoria (24%).
Los sentidos también se ven afectados: pérdida del gusto (23%), pérdida del olfato (21%) y pérdida de audición (15%).
Las mayoría de síntomas registrados están relacionados con distintas partes del organismo, como el sistema respiratorio (tos, dolor en el pecho, capacidad pulmonar reducida, etc.), el corazón (aumento de frecuencia cardiaca, palpitaciones, miocarditis, etc.), el sistema digestivo (trastornos digestivos y náuseas) o articulaciones (dolor y edema de extremidades).
Pero, sin duda, el órgano más afectado fue el cerebro, ya que además del dolor de cabeza y el trastorno de atención, se identificaron otros 15 síntomas, entre los que se destacaron la pérdida de memoria (16% de pacientes), ansiedad (13%) y depresión (12%).
A modo de conclusión, las autoras resaltan la necesidad de realizar más estudios sobre las causas, los mecanismos y los riesgos de estos efectos a largo plazo “para desarrollar medidas preventivas, técnicas de rehabilitación y estrategias de manejo clínico”.
“Desde el punto de vista clínico, los médicos deben conocer los síntomas, signos y biomarcadores presentes en pacientes previamente afectados por COVID-19 para evaluar, identificar y detener rápidamente la progresión de la COVID-19 persistente, minimizar el riesgo de efectos crónicos y ayudar a restablecer la salud pre-infección”, escribieron.