Francia, a través del Instituto Pasteur, referente mundial en investigación médica, busca redimirse del fracaso de su primera aspirante a vacuna contra la COVID-19. Ha dado un nuevo paso en el desarrollo de una de aplicación nasal contra la enfermedad.
En una entrevista con EFE, el director científico de dicha institución, Christophe D’Enfert, explicó que el proyecto de la vacuna nasal acaba de terminar los ensayos preclínicos con animales. Ahora Pasteur trabaja para un “hipotético” inicio de pruebas clínicas de las fases 1 y 2 con humanos.
“Es una vacuna que puede estimular la producción de anticuerpos y la respuesta inmunitaria de las células. Se puede aplicar de manera intranasal, lo que puede facilitar su uso y parece proteger contra las diferentes variantes”, expresó D’Enfert.
El laboratorio asociado al Pasteur está implicado en los trabajos del inmunizante nasal, que se basaría en “la utilización de virus de la familia del VIH para tener la posibilidad de producir la proteína de espícula (proteína S)” para suscitar la respuesta inmune.
“Nos encantaría poder acelerar el proyecto en los próximos meses”, apuntó.
El director consideró, no obstante, “muy precoz” dar un calendario preciso sobre cuándo podría estar lista: “Hemos terminado las fases preclínicas y estamos en proceso de reflexión antes de la entrada en las fases clínicas”.
Además, estimó que, antes de proponerla, habría también que tener en consideración el “panorama de la epidemia con la emergencia de las variantes” para estar acorde con las necesidades en el ámbito mundial.
“En 2020 había que ir muy rápido, quizá un poco sin reflexionar en aspectos de estrategia de vacunas, de mercado, pero había que encontrar una vacuna, era esencial, y lo que se ha hecho ha sido fantástico en todos los niveles en solo un año. Ahora estamos en otro momento”, refirió.
El Instituto francés Pasteur, uno de los principales centros de investigación sobre inoculaciones en el mundo, donde se ideó en el siglo XIX a la que protege de la rabia, no ha tenido éxito de momento en idear su propio inmunizante anti-COVID-19.
Estados Unidos, Reino Unido, China y Rusia, que comparten mesa en el Consejo de Seguridad permanente de la ONU con Francia, tienen su vacuna. También la vecina Alemania.
“No era un proyecto al que le faltase financiación o conocimiento. Lo que pasó es que elegimos a un candidato que no fue el correcto”, aseguró.