Desde el año 2016, mediante una investigación salida a la luz en la revista The Astronomical Journal, Konstantin Batygin y Michael E. Brown, de la División de Ciencias Geológicas y Planetarias en el Instituto de Tecnología de California (Caltech, Estados Unidos), propusieron la existencia de un cuerpo celeste gigante y distante del sistema solar, denominado Planeta Nueve, lo cual causó un revuelo en la comunidad astronómica.
Las hipótesis han pasado por distintos niveles, pues también se cree que de no tratarse del quinto planeta gaseoso, sería un agujero negro primordial, según Jakub Scholtz y James Unwin, dos físicos de las universidades de Durham (Reino Unido) y de Illinois (Estados Unidos).
Cinco años después, en 2021, Batygin y Brown vuelven a la carga con una idea disruptiva: el Planeta Nueve puede estar ubicado en una zona diferente a la consensuada. Las conclusiones se pueden leer en la plataforma de preimpresión Arxiv.org.
“Trabajos anteriores han demostrado que los objetos transneptunianos (más allá de la órbita de Neptuno), que se originan dentro de la población de discos dispersos del cinturón de Kuiper (lugar del sistema solar exterior donde hay pequeños cuerpos astronómicos), pueden ser acorralados (...) por la gravedad del Planeta Nueve”, detallan los firmantes del estudio.
El llamado Planeta Nueve, si es que existe, no debería tener más de cinco masas terrestres, conforme a los cálculos basados en las trayectorias gravitatorias de otros objetos cercanos. Además, para sugerir su aparente localización en el espacio, los científicos probaron un método de simulación computarizada con ajustes variados.
“Hemos simulado este proceso, teniendo en cuenta las perturbaciones de los planetas gigantes, del Planeta Nueve, de las estrellas que pasan, y de la marea galáctica, y hemos descubierto que estos objetos internos reinyectados (hacia el sistema solar) desde la Nube de Oort (frontera a casi un año luz del Sol) pueden mezclarse fácilmente con el cinturón de Kuiper”, explicaron los investigadores.
Es decir, algunos de los cuerpos celestes transneptunianos pueden provenir de la Nube de Oort. De acuerdo con los cálculos finales, una órbita excéntrica —no corresponde a un círculo perfecto, una trayectoria irregular— del Planeta Nueve ataría mejor los cabos, aunque, por ahora, no se ha descrito la posición más plausible.
Si bien aún su visibilidad es esquiva, determinar los sectores donde no debemos buscarlo va a ayudar a reducir el margen de error. Un hallazgo de tremendo calibre necesita un tiempo de análisis que le haga justicia, y eso, probablemente, sea una carrera de resistencia.