El FCE de México ha publicado y puesto en librerías limeñas la selección más actual de la obra poética de Antonio Cisneros, precedida de un completo estudio, ambos a cargo de Peter Elmore. Dialogamos con el autor. Antología,Federico de Cárdenas. -¿Cómo surge el proyecto de la antología? Vino de Julio Ortega, que dirige una colección nueva, Aula Atlántica, del Fondo de Cultura Económica. Toño Cisneros le pidió a Julio que me encargara de hacer la selección de los poemas y el prólogo. No diré que fue un buen pretexto para releer la poesía de Toño, porque en realidad no necesitaba de ninguno. Claro, cuando relees a un poeta por tu cuenta no lo haces del mismo modo que cuando te propones hacer una antología de su obra. Hay poemas que a mí me han marcado como lector –‘Crónica de Lima’, ‘Kensington vuelto a visitar’, ‘Domingo en Santa Cristina con frutería al lado’– y a los que vuelvo siempre, pero la experiencia de hacer la selección hizo que volviera a leer varias veces todo lo que escribió Toño. -¿Qué márgenes de selección tenías? ¿Hubo algunas limitaciones de extensión? La idea era hacer una antología que mostrara las escalas y la trayectoria del poeta. No había, en rigor, límites para la extensión. Entendí que de lo que se trataba no era de incluir todos los poemas buenos, porque para eso mejor era sacar otra edición de la poesía completa y que cada lector o lectora hiciera su propia selección. Si la antología tiene algún mérito es que la selección propone una manera de leer la obra de Toño: en ella, pienso, lo más importante es la manera muy imaginativa e intensa en que aparecen distintas versiones del “yo”, no solo del propio poeta sino de sus prójimos. La poesía de Cisneros está hecha de voces múltiples y, sin embargo, es inconfundiblemente personal. Creo que la antología revela y prueba eso. -¿Cómo fue el trabajo conjunto con Toño, si es que lo hubo? Mira, Toño es uno de los mejores amigos que he tenido. Que tengo, en realidad, porque las personas que queremos nos van a acompañar siempre, y más aún si su palabra sigue viva. Él respetó completamente mi libertad de selección. A propósito de esto, quiero decir que muchas veces se piensa que la mirada del amigo es concesiva. Yo, más bien, creo que el homenaje a la amistad se expresa en hacerle justicia a la obra: puedo decir que no hay en el libro un solo poema que sobre o esté de más. -¿Cómo seleccionaron la atractiva portada? La carátula me la enseñó Toño en su casa, en junio de este año. Entonces nadie tenía idea de que apenas le quedaban meses por vivir. A él le gustó ese lobo aullando en la estepa sobre una capa de oficial zarista. Recuerdo que me dijo: “Está muy bien. Agarra algo que está en mi poesía”. ¿Tuvo la posibilidad de leer tu introducción y ver el libro acabado? ¿Cuál fue su reacción? ¿Quedó satisfecho? Ese último día de junio, el 30, estaba yo en la víspera de regresarme a EEUU. En el mes de mi visita a Lima nos habíamos visto, como siempre, varias veces. Justo esa mañana recibió Toño el mensaje del Fondo con el PDF de la carátula y de todo el libro, prólogo incluido. Sé que recibió el libro impreso, porque me escribió después –cuando ya había recibido el diagnóstico– para decirme que lo tenía en sus manos y que había quedado muy bien. Esa última vez que nos vimos estaba muy contento. Nos encontramos antes del mediodía, en el centro cultural Garcilaso, fuimos a almorzar a su casa, con la familia, y después nos quedamos juntos hasta pasada la medianoche en la sala, conversando. Bueno, nos despedimos contentos. Quedamos en que, cuando volviéramos a vernos, él me iba a dedicar uno de sus ejemplares de la Antología y yo le dedicaría uno de los míos. Pero ya no pudo ser. -¿Qué particularidades de la poesía de Toño señalarías, si te pidieran diferenciarla de la de sus compañeros de generación? Alguien dirá que todos los poetas del 60 –Hinostroza, Hernández, Lauer y Martos, entre otros– habían leído a Eliot, a Pound, a Saint-John Perse y a los beatniks. Además, hay un aura de informalidad, erudición y cosmopolitismo en los jóvenes del 60, que se parecen sobre todo en sus primeros años como poetas. ¿Qué hace único a Cisneros? Me arriesgo a decir que –sobre todo a partir de Canto ceremonial contra un oso hormiguero– logra que la voz poética exprese tanto al hombre que escribe como a la figuración o el personaje (es decir, a la presencia dramática sobre un escenario) en que aquel se transfigura: el yo es plural. Además, hay una cualidad visual y un clima anímico en los poemas de Cisneros que uno asocia siempre con un lugar y un tiempo específicos, sin que la referencia concreta anule o limite la fuerza del poema: eso se entiende y se siente, por ejemplo, en ‘Crónica de Chapi’, de Canto ceremonial, o en ‘El viaje de Alejandra’, de Un crucero a las islas Galápagos. Como toda gran poesía, la de Cisneros transforma la experiencia ajena en vida propia y convierte el sentimiento del poeta en emoción de su lector. -¿Quedan inéditos del poeta por publicarse? No, pero ojalá me equivoque. El último poema está en el número 58 de la revista Hueso húmero. Se titula ‘1943’. Toño decía que ese poema nace de un recuerdo que tenía de sí mismo en la cuna. Yo dudo, racionalmente, de que uno pueda tener recuerdos tan tempranos, pero el poema es intenso. Quién sabe, ¿no? En todo caso, la verdad de la poesía está en la poesía misma. DATOS Peter Elmore (Lima, 1960). Graduado en la PUCP y con un doctorado en Austin, es escritor, ensayista y docente en la U. de Boulder. Ha publicado las novelas Enigma de los cuerpos, Las pruebas del fuego y El fondo de las aguas, así como los ensayos Los muros invisibles, La fábrica de la memoria y El perfil de la palabra (sobre la obra de Ribeyro).