Beba Army: ¿qué motiva a un grupo de jóvenes a boicotear cuentas y atribuirse delitos cibernéticos?
Especialistas analizan la conformación de la legión virtual convertida en tendencia en los últimos días. ¿Qué tantas similitudes guardan con Anonymous?
La ‘Beba Army’ se ha convertido en uno de los principales temas de conversación en los últimos días gracias al “ataque” colectivo dirigido a las redes sociales de distintos personajes públicos como Mayra Couto, Magaly Medina o Rodrigo ‘Peluchín’ González. Esta comunidad digital que, en un inicio, reunía a aficionados al Dota 2 en torno a las actividades del gamer Jesús Carrión, mejor conocido como Sideral, ha mutado su comportamiento al punto de ejecutar acciones coordinadas que podrían ser consideradas como delitos informáticos.
En una de las más recientes emisiones del programa ‘Magaly TV: la firme’, Medina acusó a los integrantes del grupo de ser “terrucos cibernéticos”, tras convertirse en uno de sus objetivos. La libertad con la que los internautas que pertenecen a esta comunidad se movilizan a través de Internet es aún una incógnita para muchos. En conversación con La República, tres especialistas abordan el caso de la ‘Beba Army’ y arrojan algunas respuestas a su comportamiento y sus posibles semejanzas con el funcionamiento de Anonymous.
La punta del iceberg
La novedad que supone la actividad de este grupo virtual hace que los análisis sean escasos. De acuerdo con el investigador Eduardo Villanueva, la carencia de material académico acerca de la ‘Beba Army’ limita la elaboración de un juicio directo sobre sus acciones. Sin embargo, afirmó que es posible extrapolar casos similares como los de Anonymous y Wikileaks para tratar de especular acerca de cómo funciona el interior.
Villanueva sugiere que se tratan de "grupos de usuarios jóvenes, intensos en su dedicación y con coincidencias ideológicas” y “que no son precisamente raros en Internet”. Si bien el especialista en medios sociales afirma que no es una opción generalizar todos los casos al respecto, la información periodística y anecdótica que hay a la fecha supone la existencia de "cierta coherencia de edad, de experiencias culturales y de intereses colectivos” entre sus miembros.
Por otro lado, el antropólogo Alex Huerta-Mercado coincide en la novedad del caso de la ‘Beba Army’ para la academia. Según el experto, este grupo “es un misterio”, pues "va más allá de un grupo de doteros”. “Es nuestro Anonymous, pero un poco más libre”, anota.
¿El Anonymous peruano?
La organización de los miembros de la ‘Beba Army’ ha dejado en claro que se trata de una comunidad cohesionada. Para Villanueva, esto podría ser una consecuencia de las interacciones al interior de la plataforma en la que se establecieron originalmente y que permite crear sentido de pertenencia a los nuevos usuarios que se unen.
El investigador establece el paralelo con la red Anonymous para explicar la dinámica interna de la ‘Beba Army’. “Trasladan esa intensidad y organización a otros espacios y actividades, y sus ‘triunfos’, es decir, los logros al impactar con sus acciones en espacios que no son de donde originalmente vienen, los motivan a mantener la organización y dedicación”, asegura.
En la misma línea, Roberto Brañez, lingüista y profesor de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya afirma que el caso Anonymous es un poco más complejo, pero reúne ciertas similitudes con el nuevo exponente peruano. Según él, la ‘Beba Army’, al ser un espacio virtual que potencia la socialización de personas con intereses afines, funciona como una “plataforma de reunión con consignas y metas internas donde también hay jerarquías grupales”.
El análisis de Huerta-Mercado sugiere que esta movilización cibernética global responde a que nos encontramos en un momento en el que la vigilancia ya no le pertenece al Estado, sino a quienes poseen el manejo de los medios. "Sin embargo, el Internet ha difuminado este poder en grupos mucho más diversificados que se articulan en torno a diferentes tipos de consumo”, explica.
“En una era como la que vivimos, cada quien elabora individual o grupalmente su propia percepción de verdad y se alza una competencia por imponerla. Factores como la ‘arena’ actual del confinamiento, la coyuntura agresiva en general de una sociedad que ha sido colonial por siglos y el descontento hacen de esta lucha mucho más agresiva”, concluye el antropólogo.
El grito de guerra
Uno de los términos más populares nacidos en el interior de la ‘Beba Army’ y adoptado por muchos peruanos es el ‘ga’. De acuerdo con Brañez, este es usado incluso, en casos aislados, por algunos de sus alumnos en las clases que imparte en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
“Una cosa es el origen del ‘ga’ (la burla hacia una persona con problemas para pronunciar la expresión ‘ja’), pero eso no responde a la pregunta de cómo funciona en las interacciones virtuales”, asegura Brañez. El especialista sostiene que no hay una única respuesta, pero al ser la ‘Beba Army’ un espacio donde la gente se reúne basándose en intereses comunes, “comienzan a surgir códigos internos para interactuar”.
“El uso del lenguaje construye identidades: que yo me familiarice con un lenguaje propio de una comunidad es una forma de afiliarme a esta”. Para Brañez, el ‘ga’ se ha extendido masivamente y ahora es una expresión usada por distintos grupos y que tiene distinta significación dependiendo de quien lo emplee.
El efecto multiplicador
En los últimos días, los ataques dirigidos por los miembros de la ‘Beba Army’ a las redes sociales de Mayra Couto y Magaly Medina que terminaron con el cierre de sus cuentas de Instagram fueron tendencia nacional. De acuerdo con Villanueva, la atención generada por ese tipo de acciones suele ser un alimento importante para estos casos.
“La intensidad de actividad digital es propia de la naturaleza de estos grupos, que son completamente digitales e intensos antes de ser públicos. Por ello actúan rápido y masivamente, y pueden dar la impresión de ser muchos aunque realmente no tengan que serlo”, apunta.
Según el investigador, es imposible saber si la existencia de la ‘Beba Army’ como comunidad y su accionar tengan fecha de caducidad sin un mínimo de trabajo de campo, pero que podría depender de “la atención que reciban y de la posibilidad de ser castigados por acción de las plataformas o de la misma policía”.