Rafaella León: “Martín Vizcarra se hizo político pescando oportunidades" (necesarias en estas lides)
Rafaella León Almenara, periodista y autora del libro “Vizcarra, retrato de un poder en construcción”, será una de las invitadas del Hay Festival en Arequipa.
Juan Carlos Soto
Rafaella León es periodista de la revista Somos. En 2016, cuando PPK ganó las elecciones presidenciales, propuso hacer un perfil de su vicepresidente Martín Vizcarra. En ese entonces aún era impensado que este ingeniero nacido políticamente en una de las regiones más pequeñas del país se convertiría en el hombre más poderoso del Perú.
Vizcarra, retrato de un poder en construcción es un libro que da cuenta de los rasgos esenciales del mandatario nadando en uno de los momentos turbulentos de la política peruana. León participará en el Hay Festival de Arequipa, el sábado 9 de noviembre en una conversación con Martín Riepl, otro de los biógrafos del mandatario. Adelantando su visita, respondió por correo electrónico algunas preguntas planteadas sobre Vizcarra.
El presidente Vizcarra le dio la última entrevista en junio pasado. Luego planteó el adelanto de elecciones y cierre del Congreso. En esa conversación, ¿intuyó que el mandatario tomaría esa dramática medida?
Parecía un estudiante que tenía bien aprendida la lección para el examen. No era paporreta ni improvisación: era el abecé de lo que tendría que hacer si la crisis se desbordaba. Dos meses después, utilizó otra carta: su proyecto de adelanto de elecciones.
Define a Vizcarra como un poder en construcción. ¿En qué fase está el proceso?
Desde el inicio de su mandato se le oyó decir frases como “no estamos aquí solo para ocupar un cargo”, “no nos va a temblar la mano”, “este gobierno está dispuesto a jugársela”. Básicamente cumple con aquello que dijo desde su primer discurso de asunción (marzo 2018), sabiendo que tendría que gobernar con un congreso que acababa de sacar del juego a un presidente (PPK).
El poder de Vizcarra es paradójico, 80% de aprobación sin partido, bases ni capacidad para convocar un gabinete de consenso, recurre a su entorno moqueguano.
Vizcarra nunca, ni antes ni ahora, dejó de pensar que gobernar el país es como gobernar una región, pero a escala. “Son los mismos ingredientes, solamente hay que mantener la proporcionalidad”.
Usted dice que el poder para Martín Vizcarra es algo secundario. Sin embargo, algunos hechos pueden contradecir esa tesis. De líder del Moqueguazo halla la oportunidad para ganar la presidencia de Moquegua; luego tras la caída de PPK, tampoco renuncia como sí lo planteó Mercedes Aráoz.
Vizcarra representa un poco el estilo provinciano que empieza a imponerse en el poder, más aterrizado, horizontal, reservado, círculo pequeño, confiable, nada de amigotes en el poder, ni ínfulas de élite. No quiere ser político toda la vida, pero se construye un futuro. Como político provinciano, que gobernó eficientemente su pequeña región, está convencido de que el éxito de un gobierno consiste en lograr que este se compre los objetivos del pueblo, y que el pueblo a su vez se compre los objetivos del gobierno. Vive obsesionado con otorgar a la ciudadanía una voz que históricamente los políticos más bien desoyen, en un ejercicio populista que en manos equivocadas podría ser peligroso, pero que a él, en la dosis adecuada, le ha servido para enfrentarse a la oposición fujimorista. Todo lo que tiene es la opinión pública.
Incluso se sugiere algunas traiciones. Que Vizcarra complotó contra PPK, por ejemplo, designando a César Villanueva como su Premier, el mismo que desde el Congreso se convirtió en el promotor de la vacancia de PPK.
Sin haber sido formado en un partido ni arrastrar hipotecas ideológicas, Vizcarra se hizo político pescando oportunidades (oportunismo necesario en estas lides). Mostrarse como alguien que podía aportar a las campañas presidenciales del 2016; ver la crisis desde Canadá, esperar su momento en silencio y volver para asumir la presidencia; mostrarse inicialmente dócil ante el fujimorismo; volteársele y colocarse en la orilla opuesta y del lado de la ciudadanía hastiada; darle un sentido a su presidencia como abanderado anticorrupción tras la aparición de audios de jueces y blindaje de políticos; usar con mucho efecto político las cuestiones de confianza; dejar que la oposición mostrara su torpeza en todo su esplendor. Todos estos han sido momentos en los que esperó oportunidades, que a su vez lo han ido construyendo como presidente.
Aunque también en el libro sugiere que PPK acepta que Martín Vizcarra se quede en el poder, no querían que Luis Galarreta asuma la presidencia de la república.
Vizcarra es un ingeniero metido en política tarde, y en la presidencia del Perú por casualidad. Siempre parece estar parado en el momento y el lugar preciso (no le incomoda que esas circunstancias generen una atmósfera conspirativa, aunque no le gusta que se le tilde de desleal). Al momento de tomar decisiones es cauto, pero radical. Flemático pero vehemente. Nunca tuvo miedo de ser presidente.
En una de las últimas entrevistas, el presidente Vizcarra también le admite su desilusión con PPK. ¿Qué fue lo que gatilló ese quiebre?
Desde nuestra primera conversación me dijo que él no era un funcionario público típico, que no se iría sin dejar una huella, que prefiere llevar la fiesta en paz pero que si tiene que confrontar para continuar, lo hará (“esa es mi diferencia con PPK”).
En el libro es visible el protagonismo de Maximiliano Aguiar, el asesor argentino, pintado por la oposición como una suerte de maquiavélico. ¿Qué nivel de influencia tiene ante el presidente?
Vizcarra sigue siendo el político reservado que toma decisiones en absoluto hermetismo y después de largos silencios, en los que ha estudiado cuidadosamente diversos escenarios. Se hace asesorar y escucha a expertos, pero luego vuelve a encerrarse con su reducido círculo de leales. Eso se mantiene, según vemos con el nombramiento de su nuevo gabinete, de su entera confianza.
En el libro se aprecia a un Vizcarra pragmático sin formación política. ¿El presidente está marcado por algún tipo de ideología? Sus enemigos lo tildan de chavista, rojo, etc.
Nunca ha dejado de ser un ingeniero haciendo política (“ingeniería política”, dice él). Si hay un problema, buscará resolver el origen, no la consecuencia (ejemplo: reformas políticas y de justicia para combatir la corrupción). Si encuentra algún escollo en el camino, lo hará a un lado hasta que se solucione, porque siente que de lo contrario pierde tiempo, que debe continuar hacia la siguiente fase de un proyecto o un plano (ejemplo: se criticaba mucho la adenda de Chinchero y se usaba políticamente: entonces Chinchero no va. Otro ejemplo: intentó hacer a un lado la dinámica política entrampada presentando su proyecto de adelanto de elecciones. Punto muerto y hartazgo ciudadano por sus políticos: nos vamos todos).