Gustavo Gorriti: “Estamos con una clara predominancia de grupos autoritarios dentro de la política”
Entrevista a Gustavo Gorriti, director de IDL Reporteros, quien espera que se conforme un frente con eje al centro para no tener que elegir entre “un fascismo de derecha y un fascismo de izquierda”.
Gustavo Gorriti, director de IDL Reporteros, ofrece su lectura de la situación. Se inscribe entre quienes piensan que es necesario dar paso a nuevas elecciones generales, con algunas reformas previas. Dice esperar que se conforme un frente con eje al centro para no tener que elegir entre “un fascismo de derecha y un fascismo de izquierda”.
—¿Detrás de quienes exigen la salida de Castillo está la intención de un sector político de capturar el poder, o es una aspiración legítima contra la corrupción, por la democracia?
—Si alguien no ve que existe una maniobra por parte de la extrema derecha para tomar el poder, es que ha estado perdido, cognitivamente en nada. Lo que no quiere decir…
—¿Qué Castillo no debe irse?
—Lo que no quiere decir que el gobierno de Castillo no sea lo suficientemente desastroso como para que mucha gente sienta que es indispensable que salga. Yo estoy entre quienes piensan eso. Pero lo que digo no es que se vaya Castillo, para mí es que se vayan todos. No es posible la salida de un presidente incompetente y con uno de los niveles más bajos de aceptación que hay, para que entre un Congreso igualmente incompetente, corrupto, dominado por la derecha radical y que es despreciado por una cantidad todavía mayor de peruanos. El que se vayan todos significa que se lleven a cabo nuevas elecciones generales, con un par de reformas.
—¿Qué reformas?
—Que hagan posible que el siguiente gobierno tenga capacidad de sostenerse y gobernar. Las elecciones presidenciales y congresales no deben darse en la primera vuelta. Lo mejor es que…
—¿Qué las congresales sean en la segunda vuelta?
—Como hacen los franceses para que, de esa manera, quien va a la segunda vuelta tenga muchas mejores posibilidades de tener una representación congresal con la que pueda gobernar. Lo otro, es que en lugar de los lamentos por la decadencia de los partidos debemos pensar mucho más en términos de movimientos.
—¿Regionales?
—Movimientos nacionales, igualmente, pero no con la estructura, ideología de un partido. Más bien como asambleas de ciudadanos que se reúnen para la solución de problemas graves y centrales.
—Curiosidad, ¿y qué hacemos con la cuarta parte del país que todavía respalda al gobierno? Todos quienes piden que se vaya parecen olvidar eso. Finalmente, es un Ejecutivo electo democráticamente.
—Ha sido electo constitucionalmente, en elecciones democráticas. Es cierto. Pero también es cierto que ha resultado un presidente incompetente, incapaz, que ha permitido la corrupción. Y aunque no hubiera participado en ella -cosa que todavía está en investigación, en periodo previo a la prueba- está muy claro que hizo lo necesario para proteger, encubrir a corruptos. Hay gente que votó por él, que se siente representada por él, como hay gente que votó por “Porky” y se siente representada por “Porky” y eso no me hace pensar mejor sobre “Porky”. La minoría que respalda a Castillo no me hace olvidar que el nivel de incompetencia ha llegado a afectar las funciones básicas del Estado.
—De acuerdo. ¿Y Dina Boluarte no debería ser quien asuma?
—Lo que la Constitución prevé es que Boluarte asuma la presidencia, en caso Castillo salga. Como esta no es una confrontación honesta para buscar el bien del Perú, si no la toma del poder, entonces la ultraderecha se ha encargado de empapelar a Boluarte, lo que en el boxeo es el uno-dos: un golpe a Castillo, otro para ella. Y, hasta el momento, ella no ha dado muestra de la capacidad de resistencia que se necesitaría para enfrentar esta situación, la pugnacidad que se necesita para sobrevivir en este escenario de lumpen política, porque lo que estamos viviendo ahora es la lumpen política.
—¿Y la lumpen política no se presentará en esas nuevas elecciones? Hay una objeción que me parece atendible frente a quienes proponen adelantar comicios como solución: que el menú electoral será el mismo.
—No estoy seguro de que ello vaya a ser así. Durante los primeros 20 años de este siglo hemos vivido el periodo democrático más largo de nuestra historia y de crecimiento que, aunque imperfecto, ha sido posiblemente el más sostenido y diversificado, con gobiernos muy por debajo de los estándares de calidad que hubiesen sido necesarios. Y en cada una de las crisis que hemos tenido, cuando la democracia ha caminado sobre una cornisa muy delgada, mirando al abismo, ha habido movilizaciones importantes y masivas de fuerzas democráticas. La diferencia con esta crisis es el impacto brutal, el trauma de la peste que desmovilizó a toda esa gran masa dispuesta a salir.
—En noviembre 2020 sí salió la gente.
—El momento último, es cierto, fue con Merino y de nuevo se cambió la suerte de las cosas. Pero, desgraciadamente, si bien la experiencia nos ha enseñado que las fuerzas democráticas han sido capaces de imponerse en los momentos decisivos, su esfuerzo ha sido siempre anaeróbico, no aeróbico. Es decir, un esfuerzo intenso que se da por momentos cortos. El desafío central es que ese movimiento democrático sea aeróbico. Mi esperanza es que al tener nuevas elecciones no tengamos que escoger entre un fascismo de derecha y un fascismo de izquierda. En el peor escenario, eso se plantea como una opción no del todo irreal, ¿no es cierto? Ojalá podamos tener la posibilidad de una robusta alternativa democrática, hecha por un frente o una coalición desde la centroderecha hasta la centroizquierda, que tenga como eje al centro, que busque recuperar los valores fundacionales de la república.
—¿A quiénes excluiría de ese eje?
—Primero, los que tienen una posición claramente antidemocrática…
—Antauro.
—Antauro, al jefe de la porcinocultura, López Aliaga…
—¿Al fujimorismo?
—Al fujimorismo también. Hay una suerte de frente entre ellos, por supuesto. Pero hay una centroderecha que no ha sacado mucho la cara, que ha tenido históricamente una buena representación que debería estar presente. Y, además, se debería excluir a los partidos y grupos que obedezcan a dirigencias claramente comprometidas en corrupción y cuya razón de ser en la política es defenderse de investigaciones.
—Sacaría a casi todos.
—No, no creo que a casi todos… es una cuestión de grados, desgraciadamente. No se puede pretender…
—¿Qué todos sean limpios?
—No se puede pretender la pureza absoluta en política. Es una constatación que no es de las más felices, pero es inevitable. Y, sin embargo, toda democracia necesita ser gobernada por los representantes de una mayoría.
—¿La democracia peruana está agotada, en peligro?
—Es obvio que lo está, que las fuerzas que en un momento y en otro salieron a defenderla han entrado en un periodo de duda y agotamiento. Y estamos, en este momento, con una clarea predominancia de grupos autoritarios dentro de la política.
—Siempre han estado, ¿tienen opciones?
—Están avanzando en términos de conquista del poder y han llegado a niveles que no lograban desde la época de Fujimori. Cuando ves el tipo de discusión pública que hay, el coro unívoco de la prensa “cartelizada”, o de la prensa de oligopolio, en determinado momento resulta difícil separar eso de lo que era la prensa entre el 98 y el 2000. Buena parte de los que están en ese coro unívoco -como Expreso y La Razón y demás- fueron parte integrante del esquema de prensa de Montesinos. Cuando ves a un coro con un solo argumento, unido en una sola forma de hacer una cobertura, que intenta presentar al patético presidente como una figura potente y siniestra…
—Lo intentan presentar como una especie de titán comunista. Es francamente ridículo.
—Es cognitivamente ridículo, sin embargo, es un punto en la ofensiva de propaganda, donde los criterios que deben definir a una cobertura periodística son inexistentes.
—¿La fiscal Benavides debe seguir en el cargo?
—Acaba de empezar y hasta este momento ha llevado a cabo acciones que no solamente son negativas si no que lindan con el encubrimiento, como en la investigación sobre su hermana. Luego, además, está esa inmediata integración al coro sobre el que hemos estado hablando, con ese grupo para investigar al poder… eso se puede entender como una categoría conceptual que debería incluir a totos los grupos que de una y otra forma utilizan el poder, corporativo, legislativo. Pero, no. Nada. Es solo el asustado presidente de la República, cuya capacidad de ejercer un poder real ha perdido casi completamente tracción. La Junta Nacional de Justicia, de acuerdo a su mandato, debe llevar a cabo una investigación rigurosa (a la fiscal).
—La misión de la OEA está por llegar. ¿Le genera alguna expectativa?
—Bueno, están las expectativas de la ultraderecha de lograr sus fines, de Castillo de sobrevivir. De alguna u otra manera, todos están tratando de acomodar sus expectativas a la llegada de la gente de la OEA. Es una cosa que, de nuevo, te recuerda la forma de hacer política en el virreynato. (La misión) tendrá un efecto a corto plazo positivo, va a calmar las cosas un poco. La posibilidad de que ese conjunto de ministros y cancilleres tenga la capacidad de diseñar una salida práctica a esto es poco realista.
—¿La libertad de prensa en el Perú está en real peligro o no?
—Sí, pero no por las razones que pone…
—¿No por Castillo?
—No, no por Castillo. Hay un cierto concepto relacionado con la política presidencial, que en el Perú ha sido muy claro, que consiste en que el poder de un presidente está basado en un coeficiente de intimidación. Alan García tenía un coeficiente alto, era capaz de…
—Presionar.
—Presionar, lograr, hacer que las cosas caminen. Toledo, en su última parte, tenía un coeficiente bajísimo. Pero Toledo al lado al lado de Castillo tiene un coeficiente de intimidación muy superior. Castillo, en estos momentos, es un retrato -y en ocasiones, un retrato caricatural- de la impotencia. Se habla del poder, pero el poder es potencia. Lo suyo es una caracterización viva de la impotencia. Desgraciadamente, y ese es el problema, esa impotencia, unidos a todos los casos reales de corrupción que ha habido, de nivel de pirañas y lo que se quiera, pero corrupción al fin, han derivado en una erosión muy significativa de la capacidad del Estado, incluso en las cosas más básicas. Yo estaba conversando hace poco sobre lo que ha pasado en Migraciones, que hace unos años era una institución ejemplar dentro del Estado.
—Al menos sacabas un pasaporte en dos horas.
—Exacto, y ahora es, básicamente, una institución fallida. Y empiezan a pasar otras cosas. Entonces, un gobierno no descabezado, pero para todo propósito práctico inútil o inexistente, es peor que un gobierno en piloto automático.
—Preguntaba lo de la libertad de prensa porque se argumenta que Castillo es un enorme peligro cuando los medios lo arrinconan desde el día uno.
—De Castillo se puede decir una cosa: que no es la primera autoridad de la nación, si no que es la primera piñata del Perú. Y también se puede decir de él que es, quizás, el aliado más eficaz de la oposición bruta, en el sentido que lo es un saco de arena a un boxeador. El peligro real a la libertad de prensa está dado precisamente por el tipo de prensa que se está haciendo ahora, una contradicción flagrante de los principios básicos que debe guiar una cobertura periodística.
—¿La pluralidad?
—La pluralidad, el tener una visión imparcial de la realidad para recoger todos los aspectos de ella, que cuando se hable de corrupción de un lado también se enfoque en la corrupción del otro, que cuando se hable de las estrategias de un lado también se vean las estrategias del otro lado, que si se habla del peligro de los ronderos también se hable del peligro de los fascistas y de las corrientes antidemocráticas. ¿Existe eso? No existe para nada. Y cuando tú ves una de las portadas que sale en el periódico del mismo grupo, es evidente que han sido hechas en la misma mesa. ¿Y eso a qué te recuerda?