Siguen las réplicas tectónicas provocadas por el libro de Pedro Salinas y Paola Ugaz Mitad monjes, mitad soldados. La justa indignación que ha provocado la publicación de 30 testimonios en torno a los abusos sexuales cometidos por el fundador, Luis Fernando Figari, y sus más íntimos allegados, como Daniel Murguía y el casi beatificado Germán Doig, ha provocado reacciones que se han concentrado en las dimensiones ética y religiosa del escándalo. Pero hay otras dimensiones a considerar y entre estas ocupa un lugar preeminente la política. Las preocupaciones de Luis Fernando Figari enlazaron desde sus inicios la política y la religión. A comienzos de 1970 Figari era un estudiante, primero en la Universidad Católica y posteriormente en San Marcos y junto con Pedro Benvenuto y Murrieta, y Jorge Cáceres publicaba la revista Tradición y Acción, órgano de la rama peruana del grupo de derecha católica Sociedad de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad. Fundó luego en Lima el grupo falangista Escalones Juveniles Nacionalistas. Después, junto con Francisco Tudela (quien luego llegó a ser vicepresidente de Alberto Fujimori), fundaron el grupo Tradición y Acción por un Perú Mayor, la sucursal limeña de Tradición, Familia y Propiedad, un movimiento fundado en 1960 en Brasil por Plinio Correa de Oliveira, un activista de la extrema derecha católica al que Figari admiraba tanto que viajó hasta Brasil para conocerlo personalmente. Alrededor de 1973 formaron el grupo Dios y Patria del cual surgirían un año después la Confederación Nacionalista de Juventudes y el Sodalitium Christianae Vitae (http://bit.ly/1NMBieE). Es necesario poner la fundación del Sodalicio en el contexto del proceso de radicalización del subcontinente de inicios de los años 70, que combinaba el nacionalismo, el antiimperialismo, la movilización juvenil y el cuestionamiento del orden tradicional oligárquico. En Chile había llegado al poder la Unidad Popular de Salvador Allende por la vía electoral, anunciando que se proponía transitar pacíficamente el socialismo. En Bolivia un golpe militar llevó al poder al general nacionalista Juan José Torres. En Ecuador era similar el perfil del presidente Jaime Roldós. En Argentina la presión popular llevó a palacio a Héctor Cámpora, secretario personal de Juan Domingo Perón, apoyado en el movimiento juvenil peronista radical. En Panamá gobernaba otro general nacionalista, Omar Torrijos, quien lograría recuperar el canal para la soberanía panameña. En el Perú, finalmente, estaba en el poder la junta militar de gobierno de Juan Velasco Alvarado, impulsando una revolución antiimperialista y antioligárquica. Paralelamente a los movimientos fascistoides de corte religioso inspirados por la falange española y por Francisco Franco surgieron en América Latina multitud de grupúsculos derechistas seculares, inclusive de corte hippie, que compartían con el Sodalicio el uso de técnicas de manipulación psicológica que partían de reclutar a adolescentes para, aprovechando los conflictos de identidad de la edad y los enfrentamientos con los padres, reencauzarlos, a través de un proceso de destrucción radical del yo, vía las humillaciones, la abyección y los abusos reiterados, para luego construirles una nueva identidad, asociada al grupo que los acogía, cerradamente fanática. Los reiterados abusos sexuales denunciados pasan a ser una simple consecuencia del perfil de proyecto y se originan ahí donde este se encuentra con pedófilos a los cuales se les presenta una oportunidad de oro, porque para sus seguidores están revestidos de una imagen de santidad que les garantiza la obediencia absoluta. No estamos ante un caso aislado, como oportunamente lo ha recordado Martin Scheuch: “Figari pasa a engrosar la lista de superiores cuestionados que han renunciado por ‘motivos de salud’, como el Padre Carlos Buela, fundador del Instituto del Verbo Encarnado (…) o el P. Álvaro Corcuera, sucesor del P. Marcial Maciel en la dirección de los Legionarios de Cristo (…) El tiempo dirá si Figari entra también a formar parte de la lista de superiores cuestionados por cometer abusos, como el ya mencionado P. Maciel; o el P. Gino Burresi, místico estigmatizado y fundador de los Siervos del Inmaculado Corazón de María, quien abusó sexualmente de varios seminaristas (…) o el P. Alfonso Durán, fundador de Miles Iesu, quien cometió graves abusos de autoridad que causaron heridas psíquicas en los miembros de su instituto y sus familiares (…) o el francés Gérard Croissant, fundador de la Communauté des Béatitudes, conocida en español como Comunidad de las Bienaventuranzas o del León de Judá (…) o el P. Fernando Karadima en Chile, quien aprovechó su puesto de autoridad para cometer abusos contra quienes estaban a su cargo” (Martin Scheuch, “Figari, el ídolo caído”, http://bit.ly/1GYD3pq).