Luis Astuquillca halló una tercera vivienda, pero lo que le perturbaba era si las personas con las que se iba a encontrar lo delatarían ante los terroristas de Sendero Luminoso, que lo andaban buscando desde el primer día.El Diario de Astuquillca (Día 14)- Miércoles 25 de abril., El suboficial Luis Astuquillca Vásquez pisó excremento de burro y siguió el rastro de los animales hasta ubicar una vivienda. La casa era una evidencia de que después de haber caminado por diez días había ingresado en una zona de la jungla donde había pobladores. Esto significaba que estaba cada vez más cerca de tener contacto con gente del lugar o, eventualmente, con un pueblo. El fin estaba cerca. La última noche no pude dormir. La lluvia estuvo furiosa. El impacto de los goterones sobre la calamina no me dejó cerrar un ojo. Aproveché el desvelo para reflexionar en medio de la cerrada noche, oscura como la boca de un lobo, como dicen. Si había encontrado una casa con candado, esto quiso decir que por la zona donde me hallaba en este decimocuarto día transitaba la gente. Es decir, había salido de una zona donde la presencia de las personas era virtualmente nula. Pero ahora había ingresado a un área de la selva donde existía presencia de seres humanos. Ya eran diez días que no tenía contacto con ninguna persona. Pero había mayores posibilidades. El problema era cuánta confianza debía tenerles a estos pobladores. Pensé: ¿Y si son colaboradores de los terroristas y después de verme me denuncian? Era un riesgo. Y lo asumí. Si aquí había una casa entonces muy cerca deben haber otras, me dije. Agarré un costal, metí los plásticos, los platos que quedaban, una soga y un paquete de sal. Y bajé al río. En el camino encontré toronjas. ¡Toronjas! ¡Vitamina! Me engullí tres toronjas. Me saciaron el hambre y la sed. Estaba con el estómago lleno y con el corazón contento. Estaba con buenos presagios. Pensé: Hoy tiene que ser un gran día. Al llegar al río me di un merecido baño. Remojé las heridas de la pierna, el codo y de los pies. ¡Qué frescura en medio de tanto sol insoportable! Era como aliviarme de una pesada carga. Como al mediodía empecé a caminar por la orilla del río. A medida que avanzaba encontré dos caminos , uno hacia arriba y otro hacia abajo. Opté por el primero. Lo hice por intuición. Después de haber caminado más dos horas bajo un sol que quemaba hasta las uñas, sin cruzarme con ningún animal y mucho menos con alguna persona, extenuado y carente de fuerzas, sentí que había pisado algo blando y pegajoso. Era caca de burro. ¡Caca de burro! Pensé: Carajo, ¡por aquí hay gente! AMIGOS O ENEMIGOS Claro, si había un burro, había un hombre. Por esta zona el medio de transporte de carga más usual es el burro. Entonces seguí los rastros de caca de burro y así pude llegar a otra casa. Era un buen día. Pisar caca de burro me trajo suerte. Aceleré un poco la caminata y con cuidado me acerqué a la casa. Era de madera y calaminas. La puerta estaba abierta y al ingresar no encontré a nadie. Estaba vacía. Sin embargo, al revisar la parte posterior encontré a dos burros que estaban atados con una soguilla a un árbol. Di un pequeño recorrido y también pude ver un platanal. El corazón me comenzó a latir con más fuerza. ¡Estaba a punto de cruzarme con gente! Los burros necesitaban alimentación. Sus dueños iban a aparecer en cualquier momento para darles de comer. Mientras tanto, resolví descansar dentro de la vivienda. Me quité los borceguíes. ¡Qué dolor! No había forma de curarme las heridas de los pies. Caminar por largas jornadas sin calcetines me hacía mucho daño. Saqué cuatro toronjas del costal y me las comí. Pensé: Debo estar cerca de un poblado. Ya son tres casas que encuentro en el camino. Solo me quedaba avanzar. Imaginaba que la gente había huido por miedo a los enfrentamientos armados. Mientras meditaba sobre mi futuro próximo, se hizo de noche. Bueno, esperaba que para mañana tuviera un poco más de suerte y se apareciera alguien. Pero en el fondo tenía un poco de ese temor latente. ¿Y si los que venían eran simpatizantes de los terroristas? ? --- Qué pasaba en el país Gabriel: "Cualquiera puede morir" Por presión de los padres de Luis Astuquillca y César Vilca, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas ordenó que dos patrullas del Ejército y de la Dinoes salieran en busca de los policías perdidos. Paralelamente, Dionisio Vilca y Alfredo Astuquillca se internan en la selva y visitan los poblados repartiendo volantes con los rostros de sus hijos. Miguel Medina, quien fue secuestrado por los senderistas , declaró que el "camarada Gabriel" les dijo: "En una guerra cualquiera puede morir".