Política

Peruano ilustre

“Sentía que, en los complejos momentos que le tocaba vivir al país, su palabra sabia podía servir a los peruanos como un faro”.

Peruano ilustre
Peruano ilustre

Mi generación creció con la imagen de Javier Pérez de Cuéllar como secretario general de la ONU. La idea de un peruano encabezando la organización internacional más importante del mundo, codeándose con los personajes más poderosos del planeta e interviniendo en negociaciones para resolver las mayores injusticias y violencias que asolaban a la humanidad era motivo de orgullo y fascinación.

Curiosamente, Pérez de Cuéllar llegó a ese cargo en uno de los peores momentos de su carrera. Luego de servir como embajador, como secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores, como presidente del Consejo de Seguridad y como secretario adjunto para Asuntos Políticos de las Naciones Unidas, el gobierno de Fernando Belaunde Terry lo propuso como embajador en el Brasil.

El nombramiento no se concretó porque fue mezquinamente baloteado por el Congreso de mayoría acciopopulista, lo que lo llevó a solicitar su pase al retiro. Ironías de la vida, solo dos meses más tarde —en diciembre de 1981— sería elegido secretario general de la ONU.

El Perú tampoco fue generoso con él en 1995 cuando, alarmado por la deriva antidemocrática del gobierno fujimorista, postuló a la presidencia. A los 75 años, otro en su lugar se hubiera retirado a vivir de su prestigio, pero Pérez de Cuéllar prefirió emprender una dura campaña en la que fue agraviado y espiado por los servicios de inteligencia del régimen.

Aunque alcanzó la segunda mayor votación nacional, Fujimori fue reelegido en primera vuelta, en un proceso marcado por las denuncias de fraude. Como siempre, la historia se encargaría de poner a cada uno en el lugar que le correspondía.

Aquel revés no le impidió volver cuando, ante el derrumbe del gobierno fujimorista, Valentín Paniagua lo convocó para ser presidente del Consejo de Ministros y ministro de Relaciones Exteriores. Desde ahí empujó la reinserción del país en la comunidad internacional, la aprobación de la Carta Democrática Interamericana y retomó las relaciones con la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Varias veces intenté entrevistarlo, sobre todo luego de que abandonó la vida pública. Sentía que, en los complejos momentos que le tocaba vivir al país, su palabra sabia podía servir a los peruanos como un faro. Ahora que nos ha dejado, su ejemplo y su prestigio deben cumplir ese papel.