“Los deseos de un artista o varios merecen consideración, pero el criterio de quienes seleccionan también”.,Ha comenzado en la página cultural de este diario una antigua polémica. ¿Quién debe representar al Perú en las salas internacionales de exhibición de arte? La discrepancia puede asumir diversos parteaguas: emergentes o consagrados, occidentales o nativos, radicales o conservadores. Las dicotomías pueden seguir desplegándose. Esta vez la discusión es por quiénes han sido llamados a asistir a la feria ARCOMadrid 2019 (por Arte Contemporáneo) y quiénes no. Se trata de un gigantesco festival de galerías comerciales y salas con envíos del gobierno peruano, donde el Perú es el invitado de honor. La muestra incluye salas sobre la revista Amauta y sus relaciones con la vanguardia de los años 20. Uno pensaría que en un evento tan grande habría lugar para satisfacer a todos, pero eso es una ilusión. Algunos de los grandes nombres de la plástica no incluidos (Gerardo Chávez, Ramiro Llona) están descontentos con el perfil del envío más oficial. Llona incluso ha acudido a la palabra “argolla”, así entrecomillada. El pintor Herbert Rodríguez en cambio ha salido en oblicua defensa del envío, sugiriendo que el descontento en el fondo es por la presencia en Madrid de artistas de la etnia shipibo-conibo y otros creadores considerados heterodoxos. Para él la discrepancia de esta hora es entre “nuevo paradigma artístico” y “canon moderno”. Cuando en 1975 el célebre retablista ayacuchano Joaquín López Antay recibió el premio nacional de cultura (arte), el gremio de los pintores establecidos protestó, con el argumento de que se estaba derribando arbitrariamente la línea divisoria entre arte y artesanía. Una diferencia que se ha despintado mucho desde entonces, mas no desaparecido. Hoy las polémicas sobre envíos internacionales o premios no son tanto sobre principios estéticos sino más bien territoriales. Hay una abundancia y variedad de creadores, con órdenes de precedencia establecidos por la publicidad y el mercado, que en algunos espacios el Estado y algunos profesionales están obligados a administrar. Luego están los malentendidos. Para ARCO Madrid 2019 contemporáneo equivale a menos de 50 años de edad. Luego está que los envíos internacionales no son concursos, sino selecciones adecuadas a las circunstancias. Los deseos de un artista o varios merecen consideración, pero el criterio de quienes seleccionan también. ¿Estamos ante un espacio de impases irresolubles?