La extravagante persecución política que sufre Alan García.,Alan García le ha pedido al presidente uruguayo Tabaré Vázquez asilo diplomático alegando una persecución política en la que nadie cree en el Perú. Un contraste tan dramático entre lo que García y la mayoría perciben, podría obedecer a una alteración de la mente que lo lleva a alucinar y tener pensamientos incoherentes, una especie de delirio de persecución que lo hace sentir atormentado, seguido, engañado, espiado y ridiculizado. Pero eso tampoco lo cree nadie en el Perú, donde todos saben que García es el más vivo de los vivos, aunque él llame a todos imbéciles. Nadie cree que él sufra delirio de persecución, sino que solo quiere construir una historia para evadir a la justicia. En realidad, García ya tiene su asilo arreglado con Tabaré Vázquez, pues debe haber tomado precauciones para no dar un paso en falso que sería fatal pues, si le negaran el asilo en Uruguay, se justificaría una prisión preventiva en el Perú para alguien con vocación de fuga ya demostrada. García tiene, sin embargo, que construir una historia que intente ser creíble para minimizar el impacto negativo de las críticas al presidente Vásquez en su país por querer hacer del Uruguay un refugio de corruptos. Pero la historia construida por García para persuadir a los uruguayos es increíble: él sería víctima de una persecución política diseñada por el presidente Martín Vizcarra y puesta en marcha mediante un grupo de fiscales para investigarlo, procesarlo y meterlo preso, inventándole delitos con el único fin de convertirse en autócrata para perpetuarse en el poder. Podría pensarse que eso es consecuencia de un delirium tremens sino fuera porque es obvio que el problema real de García es que están llegando información y testimonios que pueden comprobar que, antes que conferencista, es un gran cuentista que arma historias para que nadie pueda darse cuenta cómo es que se llenó el bolsillo en sus dos presidencias. Persecución política no hay en el Perú. Lo que habría, en todo caso, es persecución judicial, pero, en ese caso, el problema de García es que esa supuesta persecución sería contra políticos de todas las ideologías, con el agravante de que, cuando perjudicaban a otros, como Ollanta Humala y Nadine Heredia, él y Keiko Fujimori lo festejaban como actos patrióticos. El problema del ex presidente Alan García es que, comparado con la amabilidad de alfombra roja con la que tradicionalmente se movió la justicia por él, la posibilidad de que esta vez sí se haga realmente justicia le produce un delirium tremens político.