Se inventaron supuestas necesidades para incrementar la dotación y se fraguaron documentos para justificar el aumento.,“¿Cuánto te pagan?”, me dijo en tono desafiante el general César Reynoso Díaz en su despacho de Comandante General del Ejército, en el sexto piso del “Pentagonito”, en 2006. Estaba muy enojado por los reportajes que informaban sobre el notable incremento de combustible que había dispuesto en beneficio de oficiales superiores de su entorno. Me hablaba como quien ofrecía mejorar lo que supuestamente sus enemigos me abonaban por mi trabajo. Después de rechazar la propuesta, insistió en su propósito, pero esta vez con un velado mensaje: “¿Qué quieres? ¿Qué necesitas? Te recomiendo el servicio médico del Hospital Militar Central. Quién sabe que lo vayas a necesitar”, apuntó con una media sonrisa que dibujó su ácida malicia. Reynoso no bromeaba. Yo tampoco, así que las publicaciones continuaron. Ahora que ha sido condenado a 6 años de cárcel, debe haber recordado el episodio. “La acusación es una mariconada”, me increpó el general Edwin Donayre, rodeado de su Estado Mayor y frente a cuatro mesas repletas de documentos en su despacho de Comandante General del Ejército, en 2008: “De mí pueden decir cualquier cosa, menos que soy maricón”, anotó tocándose la bragueta. Para entonces, el inspector general del Ejército, Francisco Vargas Vaca, había sacudido a la institución militar al revelar que oficiales de alta graduación, entre ellos Reynoso y Donayre, estaban involucrados en la venta de combustible asignado a las unidades militares. Se inventaron supuestas necesidades para incrementar la dotación y se fraguaron documentos para justificar el aumento, señalaban los reportes de Vargas. La gasolina y el petróleo terminaban en grifos particulares. Donayre destituyó al inspector general y luego le dio de baja con el respaldo de Alan García, quien lo ratificó en el cargo. “El combustible se usó en el entrenamiento de las tropas para operaciones especiales en la frontera con Chile, ¡pero no lo publiques porque te mando fusilar!”, amenazó Donayre. Era una mentira del tamaño del gigantesco óleo del conocido retrato ecuestre de Napoleón cruzando los Alpes, que pintó Jacques-Louis David en 1801, y que el general ayacuchano mandó copiar, pero con su rostro y con el fondo de los Andes peruanos. Sentenciado a 5 años y medio de prisión, Donayre quizás recordó la escena. La obsesión de Reynoso y Donayre, incluso cuando ya estaban fuera del Ejército, era identificar a nuestras fuentes, obviamente para silenciarlas. Las fuentes efectivamente eran militares que cuestionaban el carrusel de la corrupción en la institución. Después de las condenas dictadas a Reynoso y Donayre, me dieron las gracias por las publicaciones. Pero las gracias son para ellos, por haber sido valientes y haber dicho a sus superiores: “¡No, mi general”.