La inmigración es un tema complejo. De allí la importancia de buscar aportes y contribuir a dar propuestas.,En el tema de los inmigrantes venezolanos, muchos periodistas, académicos, intelectuales, líderes de opinión están participando con una vehemencia inusual, incluso agrediendo y estigmatizando al otro, al que no piensa como yo, al que se atreve a opinar desde su vida cotidiana. Debo decir, antes de ser encasillado, o por los que apoyan y comprenden el éxodo venezolano o por los que se oponen a ello, que soy un opositor a la xenofobia, al racismo, a la manipulación de temores colectivos y, por supuesto, rechazo el discurso viralizado de Belmont y compañía. Pero tampoco me sumo –como algunos han hecho– rápidamente a juzgar y hasta injuriar a los que, con sana preocupación, se preguntan por los efectos de la llegada de los hermanos venezolanos al país. Una muy querida amiga periodista, sanmarquina ella, actualmente desempleada pese a ser muy eficiente y capaz, pregunta qué pasará a nivel económico, en sus redes sociales. Un músico y gestor cultural de izquierda también repite la interrogante en su cuenta de Facebook, en relación no solo al trabajo sino a servicios e infraestructura. Una familiar, muy honesta, se suma a las preguntas. En ninguno de ellos hay xenofobia u odio, y sí preocupación. Pero no encuentran en el Gobierno, autoridades o líderes de opinión respuestas al problema. Por supuesto, la enorme inmigración es un tema complejo. De allí la importancia de buscar aportes y contribuir a dar propuestas. Y los que tienen acceso a los medios de comunicación deben poner la calma, hacer docencia, dar explicaciones y no sumarse a la violencia de la palabra. Este es un pedido, una invocación.