Contrató a Pedro Chávarry, quien se dedicaba al ejercicio de abogado independiente después de que el CNM no lo ratificó en el cargo de fiscal superior.,Documentos secretos del Departamento de Estado norteamericano, filtrados por la organización Wikileaks, revelaron que durante el gobierno de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos las Fuerzas Armadas protagonizaron una “orgía de la corrupción” en la compra de equipamiento bélico. En esa época la más poderosa organización criminal que envileció a la cúpula castrense con millonarios sobornos a cambio de contratos direccionados estuvo compuesta por los empresarios de origen israelí Zvi Sudit Wasserman e Ilan Weil Levy, además del peruano James Stone Cohen, considerado como “hijo adoptivo” del primero. Entre las centenares de ventas que consumó este colectivo, que en los bajos era conocido como “Los Judíos”, destacó la compra que le hizo la FAP de tres aviones de guerra MiG-29SE por 117 millones de dólares. De ese monto, 35.4 millones fueron destinados al pago de coimas. Montesinos recibió 10.9 millones, según la confesión del propio Stone. El ex asesor presidencial tenía tanta confianza a Sudit y Stone que, cuando Fujimori le entregó un soborno de 15 millones de dólares a cambio de abandonar el gobierno y se refugiara en Panamá, Montesinos les encomendó los bultos con el efectivo para que ocultaran la plata en cuentas cifradas en Suiza. En la jerga de los pasillos del Poder Judicial, James “Jimmy” Stone era conocido como el “Señor de las coimas”, aunque no era el único. Una vez terminado el fujimorato, Stone huyó del país y se refugió en Israel porque sabía que le esperaba una larga condena. Sin embargo, enterado de la figura de la colaboración eficaz, ofreció contarlo todo a cambio de la reducción de la pena. Entonces contrató a Pedro Chávarry Vallejos, quien se dedicaba al ejercicio de abogado independiente después de que el Consejo Nacional de la Magistratura no lo ratificó en el cargo de fiscal superior. Chávarry, quien hasta ese momento había dedicado 20 años de su carrera como perseguidor del delito, no encontró ninguna objeción de conciencia en ponerse al servicio como abogado defensor y apoderado de uno de los más grandes perpetradores de graves ilícitos en agravio del país. Tampoco le pareció incongruente con la ética más elemental patrocinar al “Señor de las coimas”, mientras que en simultáneo reclamaba por vía judicial su reincorporación como fiscal superior encargado de la persecución de los corruptos. Consultado sobre este incómodo episodio que afecta su credibilidad, Chávarry, como en otras ocasiones, mintió. Alegó que solo había actuado como “consultor” de James Stone, cuando en el expediente judicial del caso está acreditado que fungió de abogado defensor y apoderado. Es comprensible la contrariedad que deben experimentar los fiscales anticorrupción cuando su jefe, el Fiscal de la Nación, les exige enfrentar a las organizaciones criminales, cuando él patrocinó a uno de los actores de la “orgía de corrupción” durante el gobierno de Fujimori y Montesinos, el tristemente célebre Jimmy Stone.