En realidad, no nos enorgullecemos de nuestro país como territorio, sino de nuestro rincón, de nuestra esquina, de nuestro barrio, de nuestra gente más cercana, de nuestros amigos, de nuestra familia.,Hace unos días, en esas conversas de redacción que suelen ser tan entretenidas y, en todas las épocas, el motivo de que los cierres periodísticos se dilaten hasta la hora nona para desesperación de los editores, uno de mis compañeros de equipo preguntaba al resto de qué nos enorgullecíamos como peruanos, más allá de nuestro rico ceviche y nuestro fútbol (orgullo reciente, pues durante décadas fuimos el roche futbolero del continente). Es decir, qué era lo que motivaba nuestro jamoneo colectivo. Aquello de lo que presumíamos si, alguna vez, nos encontrábamos en medio de una reunión con gente de otros países. Por allí, uno mencionó la variedad geográfica del Perú, de nuestros recursos naturales, de nuestra biodiversidad, pero descartamos de inmediato, porque, valgan verdades, no hemos escuchado a nadie en una reu presumiendo algo así como: ¡puta cuñau, mi país es lo máximo porque tiene seis regiones naturales , costa o chala, yunga, quechua, suni, puna o jalca, janca o cordillera, selva alta o rupa rupa y selva baja u omagua! Naaaaa... Y que nos perdone don Javier Pulgar Vidal, pero un accidente natural no nos define como peruanos. La laboriosidad del peruano, dijo alguien. Y nos sonó bastante razonable, porque, allá por donde va, el hijo de esta tierra es capaz de esforzarse al máximo con tal de salir adelante. Lo saben aquellos que han migrado al exterior y que, rompiéndose el lomo en dos empleos, han logrado acumular éxitos y reconocimientos. Pero, pucha, tamaña belleza se relativiza si nos ponemos a pensar que ese mismo peruano, en su país, se salta las reglas, le entra a la criollada y aplaude a los vivazos. Pero, entonces, ¿de qué o quién nos enorgullecemos? ¿Tenemos a alguien a quien admiremos como los argentinos admiran a Maradona, a quien le perdonan todo, incluso sus excesos y adicciones? ¿Paolo Guerrero tal vez? ¡Niet! Los peruanos como fans son los más díscolos del mundo y ora te elevan a un pedestal, como te sepultan entre insultos y cargamontones si por ahí te equivocaste en algún aspecto de tu vida o de tu trabajo. Y Paolo lo sabe, pues tuvo que enfrentar toneladas de basura cuando lo acusaron de juerguear durante un entrenamiento y, ahora más cerquita, con su proceso de suspensión, lo trataron de tonto para abajo por apelar su sanción. Como lo sabe también Christian Cueva, que, tras años de impecable trayectoria, se ganó los odios nacionales al fallar el gol ante Dinamarca. Porque así somos los peruanos, ensalzamos a quien no lo merece y hacemos bullyng a todo el que la levanta. ¿Fulano se compró un auto? Bah, seguro anda en negocios sucios. ¿Qué fulanita fue ascendida en la chamba? Naaaa. Seguro que se acuesta con su jefe. Gente así, llevada por la envidia como la primera de sus pulsiones, imposible de que se enorgullezca de otro ser humano. Y hablando de eso, alguien soltó una idea: los peruanos somos solidarios. Recuerden que aquí nació la olla común, para paliar las crisis, o la pollada, para ayudar a un vecino en apuros, o la junta y el pandero, todos ellos recursos de apoyo mutuo que nacen en la minka de los antiguos peruanos. Sin embargo, es un valor relativo que solo surge en tiempos difíciles, pero en el día a día, nos dedicamos a sabotearnos unos a otros. No es gratuito el dicho aquel que reza que “el peor enemigo de un peruano es otro peruano”. Así, sin una respuesta que convenciera a todos, la conversación murió justo poco antes de las Fiestas Patrias, ese alarde de patrioterismo y espíritu castrense, que tiene su mayor expresión en el desfile militar que debe estar realizándose en este momento y que, particularmente este año, es un guiño sarcástico a la gente asqueada de la corrupción de los audios de la vergüenza (algunos de cuyos protagonistas estarán allí sentados, bien panchos, recibiendo el saludo de las Fuerzas Armadas). Y, mientras, la pregunta sigue flotando en el aire: ¿de qué nos enorgullecemos los peruanos? ¿Qué tan orgullosos estamos de nuestro país? ¿Qué nos une en un solo sentimiento colectivo? En realidad, no nos enorgullecemos de nuestro país como territorio, sino de nuestro rincón, de nuestra esquina, de nuestro barrio, de nuestra gente más cercana, de nuestros amigos, de nuestra familia. Porque una patria no es un conjunto de fronteras, sino la casa madre en la que somos queridos a veces, maltratados a menudo, pero, a pesar de todo, nos sentimos parte de un todo. Por eso, y a pesar de todo, vale la pena decir: ¡Feliz cumpleaños, Perú!