Los malos modales del fujimorismo son los “adornos” con los cuales se “viste políticamente”. Es decir, son los mecanismos distractores que esconden a quienes buscan representar.,Uno tiene la impresión que la mayoría de críticos del fujimorismo –ello incluye a aquellos que escriben en las redes sociales– se fijan más en sus malos modales que en lo que promueven y buscan representar. Acaso, porque el fujimorismo primero te golpea y luego te pregunta si quieres negociar. A los fujimoristas les cae bien el dicho mexicano: “Prefiero pedir disculpas que pedir permiso”. Sin embargo, este comportamiento, muchos dirían matonesco, ha sido leído por algunos como la “venganza” (o “piconería”) de Keiko por haber perdido las últimas elecciones. Así palabras como “imbecerril”, la “mototaxi fujimorista” son, aparentemente, legitimados cuando se descubre que algunos congresistas fujimoristas falsifican documentos, certificados de estudios o están ligados, según información periodística, a grupos ilegales como el narcotráfico, la minería ilegal, etc. Es decir, que son una suerte de gángsters con malos modales disfrazados de políticos. Sin embargo, eso –que es cierto en parte– no es lo único cuando hablamos del fujimorismo. Lo que quiero decir es que los malos modales del fujimorismo son los “adornos” con los cuales se “viste políticamente”. Es decir, son los mecanismos distractores que esconden a quienes buscan representar cuando hacen política. Dicho de otra manera los “buenos modales” son para unos cuantos: la derecha conservadora y los grandes empresarios. Los malos son para sus opositores y adversarios. En este contexto, habría que destacar mucho más qué intereses busca defender y promover (antiguamente se diría cuál es su sello o carácter de clase) y qué ideas (o ideología) busca imponer. Y eso es lo que hizo el gran caricaturista (y artista) Carlín en su “Carlincaturas” del lunes 25 junio en este diario, donde nos presentaba el siguiente cuadro: un Galarreta que le dice a Vizcarra: “Te faculto para que busques más ingresos, pero no me tocas a mis protegidos”. Los protegidos del fujimorismo, según Carlín, serían las universidades negocio, las iglesias evangélicas, los agroexportadores, las mineras, los lavadores de activos, etc. Mientras unos buscan mayores ganancias otros buscan más “almas” para el cielo. En estos días el Congreso ha ratificado esta orientación al pretender prolongar los beneficios de los pesqueros por 15 años más (La República: 27/06/18). En un artículo de Américo Zambrano, “Los agachados”, publicado en Hildebrandt en sus trece (22/06/18), hay un recuento de cuáles son esos privilegios que hoy el fujimorismo busca mantener para los grandes sectores económicos en sus negociaciones con el gobierno: las exoneraciones tributarias a los mineros como también a los agroexportadores; el impedir una mejor y rápida cobranza de las deudas que algunas empresas privadas tienen con el Estado y frenar una política para combatir la elusión tributaria. En verdad, una serie de medidas para promover y defender los intereses privados de unos cuantos. Un desfile de “buenos modales”. Es decir, un nuevo manual de Carreño para los de arriba. Por otra parte, hace unos días el presidente del Congreso anunció la construcción de un “parque temático” para contar “la verdadera historia del terrorismo”. La idea de Galarreta, como él mismo dice, es un parque “para la memoria de los caídos por el terrorismo. Que ese va a ser el verdadero parque de la nación, la verdadera historia de este país” (La República: 25/06/18). Y también en estos días nos hemos enterado de textos escolares promovidos por sectores cristianos conservadores y elogiados por el fujimorismo, y que hoy están manos de los estudiantes, que elogian la abstinencia sexual y que defienden la virginidad hasta los 24 años, que nos dicen que ser homosexual es ir contra la naturaleza; y hasta, incluso, textos que parecen elogiar a Hitler y su antisemitismo. Cuando uno reúne todos estos retazos de realidad, lo primero que viene a mi memoria es esa gran película de Luchino Visconti, La caída de los dioses (1969), que da cuenta de cómo en Alemania la burguesía de ese país termina por subordinarse a los modales, a la cultura y al mundo del nazismo. Y lo segundo, son aquellas palabras de Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Hoy día, creo, los tenemos al frente.