Lo cierto es que después de 6 pruebas nucleares, una de ellas con una bomba de hidrógeno de 200 kilotones, 15 veces más potente que la de Hiroshima, Kim pudo hacer lo que quería: tener al frente al presidente de EEUU.,La prensa occidental ha dicho todo de él. Que mandó matar a su tío por “perjudicar la economía” del país, que ordenó la muerte química de su hermano por hacerle sombra a su poder, que dispuso ajusticiar a 70 altos funcionarios para dar muestra de su fuerza, que hizo ejecutar a una exnovia. Pero el joven líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, acaba de mostrarse no como un desalmado sino más diplomático y estratega de lo que aseguran sus adversarios. A sus 35 años, sorprende al mundo. Apenas unos meses atrás era impensable verlo darse un abrazo con Moon Jae-in y saltar la frontera hacia Corea del Sur. Y parecía imposible que se juntara con su archienemigo Donald Trump. Pero lo ha hecho. Sonriente, sobrio, sin llegar al abrazo o a la euforia (como si lo hizo con Moon), Kim ha dado un nuevo dolor de cabeza a los analistas, que tratan de descifrar su juego político. Para la mayoría, gana tiempo. Afirman que las sanciones económicas impulsadas por EEUU sí han golpeado a su nación. Para otros, fue decisivo que China se sumara a las sanciones y dejara de ser el soporte principal de sus exportaciones de petróleo, carbón y otros productos. Lo cierto es que después de 6 pruebas nucleares, una de ellas (la del 3 de septiembre) con una bomba de hidrógeno de 200 kilotones, 15 veces más potente que la de Hiroshima, que provocó dos terremotos y modificó una montaña, Kim pudo hacer lo que quería: tener al frente al presidente de EEUU, sin interlocutores, ser tratado como un igual, de tú a tú con el presidente de la nación más poderosa. No parece temer la desnuclearización, sobre todo si significa que EEUU se aleje de Corea del Sur. Además, llevará unos 10 años hacerlo y aún cuenta con un arsenal de misiles que nadie olvida. Ha ganado tiempo, liderazgo internacional, entrar a la diplomacia mundial, ser visto como un dialogante. Hay que seguir con interés lo que hace.