Tenía 9 años y el alma no me daba para soportar ese empate, Argentina sobre la hora nos eliminaba de México 86.,Alejandro, Esta es la semana que me prometiste. Me levantaste del suelo, no podía parar de llorar. Quería hablar, las palabras morían porque se atracaban en la pena más grande de mi corta vida. Tenía 9 años y el alma no me daba para soportar ese empate, Argentina sobre la hora nos eliminaba de México 86. Me acuerdo hasta ahora que te pedía desesperadamente que me dijeras que el partido se iba a jugar de nuevo, que iban a dar más minutos, que el árbitro había decidido anular el gol de un tipo llamado Gareca porque jalaron a Chirinos y lo empujaron dentro del arco. Me molesté contigo por no poder solucionar esa tristeza tan grave como infinita. Encerrado en mi cuarto esperaba que tocaras la puerta y digas lo que necesitaba escuchar. En la noche, compraste torta, la partiste en varios pedazos exactamente iguales. No comí. Me miraste. -Perú va a volver, en la semana que arranque el mundial, lo que hoy sientes se va a transformar en felicidad. Guarda toda tu pasión para ese momento. Y me abrazaste. Lloré bajito, más sereno y estar en tus brazos me recordó el olor, el color, el sabor del Nacional. Cuando subía las escaleras agarrado de tu mano, cuando me llevaste a mi primer clásico, cuando tenía que portarme bien toda la semana para vivir un día entero de triplete en Oriente, cuando una semana antes grité el gol de Oblitas a Fillol, cuando Reyna anuló a Maradona, la misma tarde que me corté los labios por besar tu barba. La semana llegó. Nada es completo. Faltas tú. Prometo llevarte conmigo para cantar juntos el himno y como dos hinchas ilusos soñar abrazados en la banca de un estadio. Te quiero, papito. Aldo