En la pequeña ciudad de St. Gallen, Suiza, no dejan de comentar la “invasión” de sudamericanos. Por primera vez un estadio de Europa es tomado por cerca de 20 mil peruanos. No sorprende.,En la pequeña ciudad de St. Gallen, Suiza, no dejan de comentar la “invasión” de sudamericanos. Por primera vez un estadio de Europa es tomado por cerca de 20 mil peruanos. No sorprende. Durante las eliminatorias el fanatismo fue igual. Aquí, en los Alpes, solo faltó el pollo a la brasa, el cebiche, las combis, las mototaxis, para imponer nuestra cultura. Una pregunta a raíz de esto ¿cómo es el hincha peruano? Para muchos es más que irracional, apasionado y peligrosamente arriesgado, pues es capaz de endeudarse para ir, por ejemplo, a Rusia a vivar a la blanquirroja. Es un hincha, además, que lleva bronca y angustia por dentro, pues vivió 36 años de frustraciones y ahora deja brotar su ilusión sin límites ni temores. Reniega, duda, pero cree en nuestro fútbol, ese de toques incontables y habilidad para llegar al gol. El hincha, el verdadero, pese a los malos resultados iniciales siempre estuvo allí. Sufría, pero ya amaba a Guerrero por su actitud, a Rodríguez por su técnica, a Tapia por su entrega. Y tenía la esperanza de que Gareca fuese el elegido para armar un equipo. Y ocurrió. No es de ahora, el hincha peruano vive el fútbol como nadie. Si ha impuesto términos ligados al fútbol como huacha, chalaca, chiche, lechero, lauchero, pichanga, cancha, chiripa, chimpún, en décadas de indeclinable hinchaje. Es contradictorio. Ama al fútbol peruano aunque pregona odiarlo. Dice que la selección fracasará, aunque a solas le reza mil veces a Sarita por un triunfo. Jura que no le interesa nuestro fútbol, pero sabe todo del ‘pobre’ torneo local. Junta su sencillo para ir al estadio, celebrar con unas ‘aguas’ o comprarse una camiseta ‘bamba’. Y el hincha peruano se justifica ante todo. Prioriza su afición futbolera, nada le interesa más, porque el resto está mal: la política, la sociedad, la economía. Se ilusiona como nadie, porque se ve representado en el jugador pequeño tipo Cueva, en el bravo tipo Guerrero, en el humilde tipo Flores o en el alegre tipo Advíncula. Llena estadios cuando juega la selección. Se juega la vida en la tribuna. Grita como si del balón dependiera todo, todo, hasta su futuro. Ese es el hincha peruano.