Al decir que no tiene la menor intención de dejar el país, Alberto Fujimori ha asumido un tono de derrota total.,Al decir que no tiene la menor intención de dejar el país, Alberto Fujimori ha asumido un tono de derrota total. La vida fuera de la cárcel le está resultando un doloroso limbo. La caída de Pedro Pablo Kuczynski también ha sido la suya, y de paso eso ha arrastrado al hijo en el que tenía puestas sus mejores esperanzas, y un poco a la hija también. El triunfo de los enemigos del indulto fue la campaña por su reversibilidad a partir del tema humanitario, que ha llegado hasta la CIDH y ha calado en la opinión pública. Esto es legalmente discutible, pero políticamente devastador, y además Fujimori parece creer en ello, hasta la parálisis. Lo cual ha hecho de Fujimori un indultado a medias, o sea también a medias un preso. La excarcelación no le ha devuelto realmente mucho, quizás más bien le ha quitado algunas expectativas, propias o atribuidas. Lo de su retorno triunfal a la política, que fue argumento para no indultarlo, hoy suena cada vez más como una mala broma. ¿Que va a pasar ahora con él? Paradójicamente el indulto le va a prodigar la jubilación política que la cárcel no le produjo. Lo cual a su vez podria orientarlo hacia roles menores que en el fondo ya lo esperaban: líder histórico, fundador de la empresa, gurú derechista, productor de libros de memorias. Pero inevitablemente va a funcionar como un factor de discordia en el fujimorismo. No tanto en la pugna entre hermanos, como en la sorda pero tenaz resistencia de sus seguidores de los primeros tiempos. Lo que la gallarda juventud keikista ha venido considerando la guardia vieja de la corporación fujimorista. Un telón de fondo de todo esto es la mala salud de Fujimori. Los enemigos del indulto siguen cuestionando que la salud sea mala, y todavía ven la actitud decaída del ex presiente como una treta. Sin embargo la opinión pública está llegando a un término medio: es un farsante, pero en efecto está mal de salud. Hay en todo esto un enigma que no tiene visos de poder resolverse solo. Por lo pronto la solución no parece estar toda en manos de Fujimori o de su familia. Es el gran público el que va a tener que decidir cómo lo rescata o lo la lanza al tacho de la historia.