Muchas de las voces que hoy se desgañitan por la excarcelación de los cabecillas Osmán Morote y Margot Liendo corresponden a los políticos que gobernaron y dirigieron el Congreso y tuvieron la oportunidad de legislar para que no sucediera lo que ahora cuestionan.,Para quienes hemos enfrentado a los terroristas de Sendero Luminoso y hemos sido víctimas de sus amenazas e intentos de “aniquilamiento”, causa furia que salgan campantes de la cárcel como si nada hubiera ocurrido. Estos fanáticos incurables del homicidio sin embargo no corrompieron jueces para que les abrieran las puertas de la prisión. Cumplieron las condenas que les impusieron. No te gusta, no me gusta, no les gusta; los magistrados no inventan las leyes, las aplican. Muchas de las voces que hoy se desgañitan por la excarcelación de los cabecillas Osmán Morote y Margot Liendo corresponden a los políticos que gobernaron y dirigieron el Congreso y tuvieron la oportunidad de legislar para que no sucediera lo que ahora cuestionan. En lugar de hacerlo, prefirieron la “guerra sucia” y fracasaron. En el primer gobierno de Alan García y en el régimen de Alberto Fujimori ambos consintieron la existencia de grupos armados como el Comando Rodrigo Franco y el Destacamento Colina para eliminar selectivamente a presuntos terroristas. Como está demostrado en los hechos, responder al terrorismo con más terrorismo es lo que precisamente buscan las organizaciones extremistas como el senderismo para aumentar sus fuerzas. La matanza de los penales del 18 de junio de 1986 incrementó el número de militantes dispuestos “a dar la vida” por el “presidente Gonzalo” (Abimael Guzmán) y alentó a Sendero Luminoso a trasladar sus acciones a Lima, dándose el lujo de celebrar su primer congreso en la capital ante las narices de García. Por eso las acciones armadas se elevaron en la ciudad: el 3 de junio de 1990, a unas calles de Palacio de Gobierno, fue volado un bus repleto de Húsares de Junín, y el 16 de julio de 1992, detonó un coche-bomba en la calle Tarata. En venganza, Colina perpetró las masacres de Barrios Altos y La Cantuta, sin afectar al senderismo porque se equivocaron de blancos. Endilgar a otros sus propias culpas es clásico de los políticos que se aprovechan de la sangre derramada y del miedo para ganar votos.