En el mundo apolar que vivimos este nuevo pluralismo será indispensable. No sólo para Europa. También para América Latina, mientras sigamos aspirando a ser una fuerza que cuente, y no un fuerza de choque, en la escena internacional.,“Hacer el amor y no la guerra” fue el lema que los jóvenes de Estados Unidos, y del mundo entero, lanzaron hace medio siglo contra la guerra de Viet Nam. “Hacer Europa y no la guerra” es el título del libro que Enrico Letta ha publicado el año pasado, simultáneamente en Italia, España, Francia y Alemania. Letta, como se sabe, fue Primer Ministro de Italia entre el 2013 y el 2014 y ha dejado la política activa para dirigir la Escuela de Asuntos Internacionales del Instituto de Ciencias Políticas de París (el famoso Sciences Po). El libro de Letta proporciona un contexto muy pertinente, no para escrudiñar la injustificable incursión tripartita en Siria, pero sí para explorar los nuevos retos que afectan a Europa y al mundo. Resulta indispensable, sin embargo, recordar que esta operación en Siria, que viola una vez más las normas básicas del derecho internacional, ha sido conducida por los tres miembros occidentales de los cinco permanentes que tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Por cierto, durante este mes de abril el Consejo de Seguridad es presidido por el Perú, que, como corresponde, se abstuvo en la votación. El argumento central de Letta es que Europa está viviendo cuatro crisis inesperadas: la crisis económica, la crisis de los migrantes, la crisis del terrorismo y la crisis del brexit. Las cuatro, por supuesto, se alimentan recíprocamente en un creciente euroescepticismo. Así, el resultado del referendum británico pudo haber sido distinto, sin el alud de migrantes y las explosiones de terrorismo dentro de Europa. Nuestro autor es contundente: “La crisis de los refugiados, dice, es, en esencia, la consecuencia de las guerras declaradas por Bush (…) ¡Europa está pagando la factura de las guerras de Bush!”. Las guerras de Afganistán, Irak, Libia y Siria, a su vez precedidas por los remotos desastres de Corea y de Viet Nam. Y, en el muy largo plazo, podríamos agregar, por las milenarias facturas de las Cruzadas. Conviene recordar que Letta no es ningún extremista. Fue Presidente de la Juventud Demócrata Crstiana Europea y se inscribe explícitamente en la trayectoria de Jacques Maritain y Emmanuel Mounier, a la que pertenecieron también varios de los “padres fundadores” de la Unión Europea: Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi, Robert Schumann, y, un amigo muy cercano de Maritain, Jean Monnet. Letta asume el aislacionismo de Trump y constata que, a diferencia del siglo pasado, ahora Europa está sola para defenderse. Debe mantener, por supuesto, la mayor cooperación posible con los Estados Unidos, pero no puede confiar más su propia defensa a su aliado transatlántico. Por eso, rememora la propuesta que hizo Francois Mitterrand, al término de la Guerra Fría, para crear, al lado de la Unión Europea, una confederación paneuropea abierta a todos los países de Europa, desde los Urales hasta el Océano Atlántico. Y por eso mismo, Letta sostiene que “Europa debe ganarse a Rusia como interlocutor”. “Jamás, dice, debemos vivir nuestra relación con Rusia como un país enemigo”. En el mundo apolar que vivimos este nuevo pluralismo será indispensable. No sólo para Europa. También para América Latina, mientras sigamos aspirando a ser una fuerza que cuente, y no un fuerza de choque, en la escena internacional. Por último, hay que repetir que nuestras relaciones con los Estados Unidos y con los países de la Cuenca del Pacífico, siguen siendo muy relevantes, pero no olvidar nunca, además, que con Europa no sólo compartimos negocios, sino, también y sobre todo, un conjunto de valores y principios que son particularmente caros a ambas regiones: el respecto activo a los derechos humanos, la defensa del medio ambiente y del patrimonio cultural, el derecho al trabajo digno, incluso el multilateralismo (pese a la incursión en Siria).