Uno, la paradoja: país anfitrión cuyo presidente renunció hace menos de un mes en medio de acusaciones y revelaciones de conflictos de interés y, eventualmente, de corrupción. En un contexto regional atizado, además, por la reciente detención del ex presidente Lula. Momento y lugar algo paradójico para compromisos verosímiles contra la corrupción.,De pensar en la variedad de situaciones que parece se verán en la Cumbre de las Américas que empieza mañana, se me vino a la mente el espectáculo de tres pistas creado el siglo XIX por Phineas Taylor Barnum: tres escenarios simultáneos para deleite de miles de espectadores. En asociación con el circo de los hermanos Ringling, crearon el más famoso de los circos estadounidenses y le incorporaron la creación de Barnum. Lo vi una vez siendo niño y la verdad que esa exuberancia desbordante de espectáculo mareaba un poco. Lo que en un –irreal– mundo ordenado y previsible hubiera sido esta Cumbre “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, hoy ofrece un escenario casi “barnumiano” en el que estarán sobre el escenario varios actos simultáneos dentro de los que destacan cuatro. Uno, la paradoja: país anfitrión cuyo presidente renunció hace menos de un mes en medio de acusaciones y revelaciones de conflictos de interés y, eventualmente, de corrupción. En un contexto regional atizado, además, por la reciente detención del ex presidente Lula. Momento y lugar algo paradójico para compromisos verosímiles contra la corrupción. Hay gente trabajando seriamente en la cancillería en compromisos que harán los gobernantes. Bien. Pero eso, en el contexto actual, difícilmente se traducirá en credibilidad o esperanzas entre una población que espera, primero, resultados. El quid no está en declaraciones sino en compromisos efectivos y “con dientes” de cooperación en asuntos como las investigaciones judiciales (en la línea de lo establecido en la Convención de la ONU contra la corrupción). Veremos. Dos: el tema Maduro, es decir, el del desastre venezolano. La situación crítica en Venezuela y las venideras elecciones de nula transparencia producirán –seguro- reacciones, declaraciones y hasta acuerdos entre los participantes. Nada permite suponer que haya muchas novedades al respecto; la presencia de Trump podría haber sido, acaso, ocasión para que se “mande” con alguna iniciativa lo que ya no ocurrirá. En el fondo la gran pregunta es si se darán las condiciones en la Cumbre para avanzar más allá de la reiteración en la retórica sobre la democracia en Venezuela. Si de avanzar en materia de sanciones se trata, ¿algo se añadirá, por ejemplo, para contribuir a las indagaciones que ya inició en La Haya la fiscal de la Corte Penal Internacional? Tres: Trump. En tiempos de comunicación globalizada no queda claro si lo de Siria es una razón o un pretexto. Dejando eso de lado, el hecho es que Trump nunca ha mostrado mayor simpatía con estos “shitty countries” latinoamericanos; las pocas referencias sobre la región casi todas han sido confrontativas: el muro, los migrantes, el narcotráfico, etc. La ilusión de tener para esta cumbre una nueva versión del TLC/Nafta se desvaneció ya hace semanas. Con estos antecedentes, acaso la Cumbre queda mejor sin que se preste como escenario para que Trump, en alguno de sus impromptus, la use para tensar la relación con la región. Pence hará, sin duda, una presencia discreta y parametrada por los profesionales que quedan en el departamento de estado. Quienes concentraban sus interrogantes acerca de la presencia de Trump en la banalidad de si él y Raúl Castro se darían o no la mano, tendrán que buscar otra para entretenerse. Cuatro: las importantes actividades paralelas a la cumbre de jefes de Estado que organizan a lo largo de la semana preparan las organizaciones democráticas y de derechos humanos de la sociedad civil de la región. Allí se hablará con claridad y se discutirá con más flexibilidad y libertad que en el formalizado intergubernamental sobre los retos que plantea la agenda de la Cumbre. Por ejemplo, en materia de afirmación de la independencia judicial para enfrentar a la corrupción o escuchando las voces de la sociedad civil venezolana –si logran llegar a Lima– en su resistencia frente al autoritarismo y al caos prevaleciente en su país.