El periodista deportivo que hizo del respeto un formato de docencia era, además, humilde. Jamás imaginó remotamente quién era.,- Amigo, te mando un abrazo. En lo que pueda sumarme en la campaña para Renzo, sabes que aquí estoy- Siempre generoso. Pensando en el otro. No había que llamarte, llegabas al lugar y dabas el brazo. Es justo que se sepa lo que hacías en el silencio de una tarde cualquiera. Es también tu legado. -Me cagó Naranjito, amigo. Lloré, la escena y el recuerdo de nuestro último mundial fue demasiado- Estabas pendiente. Tenías la capacidad de estar presente en la vida de todos. A veces me preguntaba por qué lo hacías. O cómo podías hacerlo con naturalidad, como quien da un abrazo casual en una noche difícil y dice exactamente lo que uno requiere escuchar para seguir peleando. En pleno programa escribías para preguntar por una cojera o averiguabas si la lesión era del alma. Yo, tu hincha, totalmente conmovido te daba las gracias. Rompías con un chiste para que el gesto no se sienta. -¿Puedes leer mi columna? Valoro muchos tus comentarios. Me interesa tu visión, quiero ponerla a discutir con la mía. Juntos podemos construir sin dejar de criticar. Amo el fútbol y sé que tú también. Nos define. El periodista deportivo que hizo del respeto un formato de docencia era, además, humilde. Jamás imaginó remotamente quién era. Quería que compitan las ideas. Amó cada minuto que trabajó. Eso debe ser la felicidad. -¡Ganamos! En cada gol que grité hoy pensé en tu hijo.- Ese día lloré. Como el lunes. Como toda la semana. Tú que lo sabes todo, dime: ¿qué hago para arrancarme esta puta tristeza? ¿Cómo vamos a hacer los hinchas para gritar un gol sin tu voz? Sé que vas a contestar, querido Daniel.