La organización, la prevención y la alerta son pilares en la lucha por evitar estos crímenes que demuestran una vez más el débil funcionamiento de políticas educativas y de seguridad.,Martes 13… ¿Acaso no es un buen día para desempolvar nuestra película o serie de terror favorita? ¿Qué mejor que preparar canchita y sentir el miedo recorriendo nuestro cuerpo? Admitámoslo, preferimos estar cómodos, sentados en el sofá, resguardándonos en la ficción, ya que la realidad es mucho más cruda y tenebrosa. Recientemente, crímenes por violación sexual y asesinato a menores de edad han instalado el horror, sobre todo en las mujeres, de ser víctimas de alguno de estos degenerados que, a pesar de contar con varias denuncias en contra, aún siguen libres en las calles. Y es que, reaccionamos por el momento. Cuando ha ocurrido lo peor, volteamos a opinar, a coger nuestras cámaras y grabar el llanto, a repetir una y otra vez la cronología de esa desgracia, a escribir, ya sea un artículo o una columna, y cuestionar nuestro papel en una sociedad ya podrida. ¿Ejecutarlos a todos? Qué fácil sería coger una Death Note y escribir los nombres de los 604 buscados por violación sexual que el ministerio del Interior publicó la semana pasada y esperar cuarenta segundos a que mueran de un ataque al corazón. Pero no. Bien advierte Augusto Rey en su columna del 8 de febrero que “esta ira colectiva trae consigo el riesgo enorme de que terminemos abrazando propuestas populistas e ineficaces”, que sin más podrían ser aceptadas por la población, pero que no responden debidamente a la justicia como tal. La organización, la prevención y la alerta son pilares en la lucha por evitar estos crímenes que demuestran una vez más el débil funcionamiento de políticas educativas y de seguridad. Actuemos de inmediato o sino, cuando despertemos, los niños ya no estarán ahí.