Interés personal de Cipriani no debe arriesgar el evento.,Esta columna declara su gran entusiasmo por la visita al Perú del Papa Francisco, y advierte de la necesidad de protegerla de intereses particulares que la pongan en riesgo pudiendo convertirla en tragedia. Al margen de cualquier crítica a Francisco –como la tibia reacción del Vaticano frente al problema de la pedofilia en el clero–, su visita es de gran trascendencia por ser una de las principales autoridades religiosas del mundo, y por la fe católica mayoritaria de los peruanos. Por ello, se deben tomar todas las precauciones para garantizar su adecuado desarrollo, incluyendo las consideraciones de seguridad. En ese sentido, fue atinado el comentario del viceministro de seguridad pública Ricardo Valdés sobre los riesgos de la Costa Verde como escenario para la misa que oficiará el Papa, un hito central de su visita: “Tiene que ser una zona de fácil acceso y que no encierre mayor peligro. La Costa Verde tiene dos riesgos: el acantilado y el mar”. Lo que asombró fue la respuesta del cardenal Juan Luis Cipriani a ese comentario razonable de Valdés, a quien llamó “profeta de desgracias por la posibilidad de un sismo o tsunami (...) una cosa es preparar y advertir a la población y otra generar pánico sobre si mañana es el terremoto”. ¿Por qué esa respuesta de Cipriani frente a un escenario como la base de Las Palmas que, a simple vista, es más seguro que la Costa Verde? Porque la seguridad no parece ser su interés sino el aprovechamiento de la visita de Francisco para su beneficio. La zona de Las Palmas –a diferencia de la Costa Verde– no es jurisdicción del arzobispado de Lima, sino del obispo castrense Juan Carlos Vera, quien en ese caso debería presidir la ceremonia en vez de Cipriani. Desde que se conoció la visita del Papa, Cipriani ha estado boicoteando la campaña de la Conferencia Episcopal Peruana, buscando apropiarse de ese gran evento para posicionarse ante Francisco en el contexto de la próxima elección del presidente de esa instancia –postergada de enero a marzo–, y para que no se acepte su renuncia cuando, el 28 diciembre de 2018, cumpla 75 años. Eso es lo que está en juego en la selección del lugar de la misa que oficiará el Papa Francisco, la cual debe ser un gran y muy seguro evento, aunque Cipriani sienta que ello perjudica su perspectiva futura personal. Y antes de aventurarse con comentarios apresurados criticando a un funcionario, la premier Mercedes Aráoz debería conversar con el ministro del Interior para no caer en juegos interesados que se deben evitar.