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La reina Isabel II rompe su silencio tras la muerte del príncipe Felipe

Por primera vez, la monarca compartió una carta en la que se declaró “profundamente conmovida” por el “impacto” del deceso de su esposo en el mundo.

La reina Isabel II se declaró “profundamente conmovida” por los mensajes recibidos tras la muerte de su esposo, el príncipe Felipe, en un mensaje difundido con motivo de su 95 cumpleaños. Es la primera vez que la monarca se refiere sobre su duelo y lo hace en medio de su celebración, sola por primera vez en más de siete décadas.

“Aunque como familia nos encontramos en un periodo de gran tristeza, ha sido un consuelo para todos nosotros ver y escuchar los homenajes rendidos a mi marido, tanto en el Reino Unido como en la Commonwealth y en todo el mundo”, se lee en una nota difundida por el Palacio de Buckingham.

Aún en periodo de luto tras haber perdido al hombre con quien estuvo casada 73 años, el cumpleaños de la monarca —que habitualmente se marca con disparos de salvas y la presentación de un nuevo retrato— debía celebrarse de forma exclusivamente privada en el castillo de Windsor, con la visita de miembros de la familia real.

La soledad de la reina

La muerte de Felipe, al que ella había descrito como su “fuerza y apoyo”, dejó un “enorme vacío” en la vida de la soberana.

“A mi familia y a mí nos gustaría agradecerles a todos por el apoyo y amabilidad que se nos brindó en los años recientes. Hemos estado profundamente conmovidos y continuamos recordando que Felipe tuvo un impacto tan extraordinario sobre incontables personas a lo largo de su vida”, sigue la misiva de la reina.

Isabel II y su cónyuge, el duque de Edimburgo, fallecido el 9 de abril, dos meses antes de cumplir los 100 años, se habían retirado a Windsor, un castillo casi milenario situado unos 50 km al oeste de Londres, al inicio de la pandemia.

Foto: AFP

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Fue allí donde Isabel II dio una imagen impactante durante la ceremonia fúnebre de Felipe, limitada a 30 invitados íntimos debido a las restricciones por el coronavirus. Estas hicieron que la monarca, vestida de luto con sombrero y mascarilla negra, tuviera que sentarse completamente sola.

Sus allegados, entre los que se encontraba su nieto el príncipe Enrique, llegado poco antes desde California —donde permaneció su esposa Meghan, que no viajó por estar embarazada—, tuvieron que sentarse distanciados en los bancos de la inmensa capilla gótica San Jorge.

Según los diarios The Sun y Daily Mail, Enrique, que en el funeral de su abuelo apareció por primera vez en público con la realeza desde que él y Meghan decidieron abandonar la monarquía, regresó a Los Ángeles un día antes del cumpleaños de su abuela.

Todas las miradas estuvieron centradas en él y su hermano Guillermo, segundo en la línea sucesoria al trono, durante la ceremonia del sábado, en la que desfilaron tras el féretro separados por su primo Peter Phillips.

Al término del entierro, sin embargo, los dos salieron de la capilla charlando junto con la esposa de Guillermo, Catalina, en una aparente relajación de las tensiones provocadas por la explosiva entrevista televisiva en la que Enrique y Meghan denunciaron, entre otras cosas, racismo en el seno de la familia real.

Con información de EFE y AFP.

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