Aislamiento y discriminación por el coronavirus
Confinados. Catedrática de la U. de Shanghái revela el drama de la cuarentena que viven millones de chinos en su país.
Tingtin Xia - Desde Shangái
El gobierno (chino) ha exigido quedarse en casa. Entre el pueblo imperan la disciplina y el cumplimiento. En caso de necesitar salir, es obligatorio usar mascarilla. Las ciudades están desiertas, algo inverosímil en China. Al enterarme, busqué mascarillas y alcohol, que se agotaron en pocas horas. Afortunadamente encontré veinte mascarillas y cinco botellas de alcohol. Decidimos que solo mi marido salga para hacer las compras. Los demás nos quedamos para ahorrar el uso de mascarillas. Afortunadamente hemos encontrado que el courier sigue funcionando y ahora todos permanecemos juntos en casa las 24 horas del día.
De esta manera, empezamos una nueva rutina. Al levantarme, chequeo por celular varios aplicativos para saber cuál puede traer comida. Las verduras se agotan rápidamente. Hay que apresurarse con el pedido. Algunas tiendas y supermercados están funcionando con normalidad, aunque casi sin clientes. Él me cuenta que algunos productos se han agotado, pero la mayoría se encuentra en los anaqueles. Yo llevo casi un mes sin salir a la calle.
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Me fijo en qué barrio se detectaron nuevos casos, para ver cuán cerca están de nuestra casa. Hasta ahora, el más próximo está a 2 km; por lo cual, la seguridad de mi complejo habitacional está más estricta. El personal de seguridad mide la temperatura de cada persona que entra y verifica si reside en este complejo.
En busca de alimentos
Al recibir la llamada del courier, mi marido sale de casa con la mascarilla y los guantes puestos. Este deja el envío en una estantería abierta en la puerta principal. Nadie roba el paquete del vecino. Con la comida en casa, nos quedamos tranquilos dos o tres días.
No tenemos que ir a trabajar. El gobierno ha prolongado las vacaciones y sugiere el teletrabajo. Las empresas se encargan de la situación de cada empleado y los centros de enseñanza controlan a sus alumnos. Las escuelas y universidades aún no tienen fecha de apertura, pero ya han comenzado las clases en línea. En Shanghái, quien llega de afuera tiene que hacer una cuarentena de 14 días en casa, porque el virus tiene ese período de incubación.
Durante las crisis surgen contradicciones, como la discriminación hacia la gente de Wuhan dentro de China, o fuera de ella, rechazo ante todo lo chino. Estas actitudes no resuelven, si no aumentan la desconfianza, mostrando egoísmo y pensamiento poco racional. El virus no distingue si la víctima es de Wuhan o país occidental. El enemigo es el virus. La epidemia es un problema de los pueblos del mundo y la única manera de vencerla es juntos.
Las autoridades sanitarias de China informaron que hasta el momento la epidemia ha matado a 2.233 personas, infectado a 75.000 y otros cientos en más de 25 países.
La mayoría de los fallecimientos se han registrado en Wuhan, donde comenzó el virus en el mes de diciembre, según la Comisión de Salud de Hubei.
Alerta
Contagiada. La Cancillería chilena confirmó el caso de la primera ciudadana de su país infectada con el COVID-19. Es una trabajadora del Diamond Princess en Japón.
Fallecidos. Dos ciudadanos japoneses se convirtieron en las primeras víctimas mortales entre los pasajeros de esa exclusiva embarcación. El anuncio del deceso lo hizo el mismo capitán Stefano Ravera.