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La OEA y los idus de marzo

“De Zela, en ese contexto, sería la única carta realmente institucional, ingrediente indispensable para revitalizar y darle a la OEA el sentido y razón de ser que está perdiendo”

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En el imperio romano los “idus” eran días de buenos augurios y se celebraban una vez al mes. “De marzo” pues ese era el primer mes en el calendario romano y desde allí alude a acontecimientos básicamente promisorios. Eso debería ser la elección del próximo secretario general de la OEA el 20 de marzo.

Esta oportunidad debería aprovecharse para responder a la crisis de la organización y, con ello, a los tremendos retos que plantea la convulsa realidad de los países de América. La única excepción es, por cierto, el papel del sistema interamericano de derechos humanos que marcha por su lado. Digo “crisis” pues son evidentes al menos dos hechos.

Primero, la OEA se viene disparando a los pies, cerrándose sus posibilidades de ejercer buenos oficios o gestiones políticas en situaciones críticas como la de Venezuela. Y, por una monotemática agenda “venezuelanizada”, ha quedado sin presencia institucional en la mayoría de crisis que han estallado el último año. Antes han llegado misiones de la ONU este año a Chile o Ecuador que de la OEA.

Segundo, en parte por esa “monotemización”, haber perdido capacidad de iniciativa en materia de fortalecimiento y construcción institucional en la región. Por ejemplo, en algo hoy fundamental como la prevención de conflictos sociales en contextos de inversión para la explotación de recursos naturales. La OEA, por su virtual inacción, ha abdicado de su función.

Los Estados tendrán que votar entre los tres candidatos que ya están en carrera: Luis Almagro, uruguayo, actual Secretario General, presentado por Colombia; María Fernanda Espinoza, ecuatoriana, presentada por Antigua y Barbuda y San Vicente y Granadinas; y Hugo de Zela, peruano, presentado por el Perú. Tiendo a pensar que Hugo de Zela es quien tiene más posibilidades de ser elegido.

De un lado, porque las otras dos candidaturas aparecen como los rostros de los dos polos antagónicos que han acabado neutralizando a la OEA. De Zela, en ese contexto, sería la única carta realmente institucional, ingrediente indispensable para revitalizar y darle a la OEA el sentido y razón de ser que está perdiendo. Desde mi responsabilidad como presidente de la Corte Interamericana cuando De Zela era jefe de gabinete pude comprobar su capacidad de gestión y articulación en situaciones institucionales complejas para la OEA.

Por otro lado, algo nada irrelevante: mientras Almagro y Espinoza no están siendo presentados ni apoyados por sus países. Hasta donde tengo conocimiento, nunca ha sido elegido un Secretario General que no haya sido presentado y apoyado por su país. De Zela es presentado por el Perú, en decisión clara de la actual política exterior. Esta se distingue, así, de anteriores ocasiones en las que la pusilanimidad y dobleces de algún canciller de ocasión, en el pasado, obstruyó una candidatura nacional.

Idus de marzo, pues, que deberían ser propicios para la acción diplomática de hoy que apunta a rescatar una organización que tendría mucho que aportar para reforzar la institucionalidad democrática interamericana.

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