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Un agujero negro oculto en el Sistema Solar: nuevo estudio sobre el Planeta Nueve

Durante varios años, los astrónomos han estado buscando sin éxito a un supuesto planeta que atrae varios objetos a su órbita. Pero no habían considerado que un agujero negro pequeño sería la causa de tal perturbación.

Esta región cumple con algunas características de un agujero negro: altera el movimiento de los objetos a su alrededor y deforma la luz que pasa a su alrededor. Imagen referencial: CFa
Esta región cumple con algunas características de un agujero negro: altera el movimiento de los objetos a su alrededor y deforma la luz que pasa a su alrededor. Imagen referencial: CFa

Un agujero negro podría ser la respuesta a la misteriosa región de nuestro sistema solar donde las rocas alteran su comportamiento, lo cual sugería que un planeta gigante era el responsable. Sin embargo, ante la infructuosa búsqueda del cuerpo celeste, la nueva teoría gana fuerza y explica por qué no lo hemos podido ver.

En un estudio publicado en arXiv, los científicos Jakub Scholtz y James Unwin, con la colaboración de varias universidades de EE. UU. y Reino Unido, se centran en el hipotético objeto conocido como Planeta Nueve, que está ubicado más allá de Neptuno, en los confines de nuestro vecindario cósmico. Su propuesta es clara: aquello que ha sido esquivo al 'ojo’ de los telescopios es, en realidad, una región que no emite luz, un tipo de agujero negro diferente a los que se han detectado antes.

Se trata de un agujero negro primordial, que en lugar de formarse tras el colapso de una estrella, nació por la densidad del Universo cuando este iniciaba su expansión, es decir, son los objetos más antiguos que nacieron poco después del Big Bang. Aún así, siguen siendo las regiones que atrapan todo tipo de materia y no dejan escapar ni la luz.

Los investigadores consideran que esa sería la verdadera identidad del Planeta Nueve tras examinar detalles inusuales en esta región: el movimiento de los asteroides se desorienta por la presencia de un objeto que debería tener una masa 15 veces mayor que la de la Tierra. Asimismo, se ha detectado deformaciones de la luz estelar que atraviesa la región, un sello característico de los agujeros negros.

Ambos aclaran que, aunque siempre es más probable encontrar un planeta que uno de estos objetos cósmicos, es necesario considerar esta posibilidad, lo que también debería reflejarse en la forma en que buscan al objeto. En ese sentido, proponen usar otros filtros en los telescopios además de la luz visible, como los rayos gamma.

James Unwin, de la Universidad de Illinois en Chicago, y Jakub Scholtz, de la Universidad de Durham, sostienen la hipótesis de que el agujero negro primordial viajó rápidamente por el Sistema Solar pero quedó atrapado en una órbita.

Otro factor por el que sería muy difícil encontrar este objeto es su propio tamaño. De hecho, para que un agujero negro tenga una masa de 15 tierras, sus dimensiones no podrían ser mayores que el de una pelota de fútbol. Sin embargo, esto no evitaría que cualquier cosa que se acerque lo suficiente termine devorada.

Con estas características, tendremos que esperar un poco más para que los telescopios de rayos gamma sean capaces de ubicar un objeto pequeño y oscuro moviéndose a gran velocidad por nuestro Sistema Solar.