Cifra de muertos asciende a 58 tras sangriento motín en prisión de Brasil
Matanza en cárcel de Altamira ocurrió por un enfrentamiento entre dos bandas rivales. Además, tomaron a dos policías como rehenes.
Al menos 46 presos están siendo transferidos a otras cárceles en Brasil, luego de un sangriento enfrentamiento entre bandas rivales en una prisión del norte del país que el lunes dejó 58 muertos, informaron autoridades este martes.
Los prisioneros, entre ellos 16 sospechosos de comandar el motín, están siendo trasladados en autobús o avión a otras cárceles, incluidas de máxima seguridad, en la ciudad de Belén, capital del estado Pará, al norte de Brasil, indicó a la AFP un funcionario penitenciario del gobierno estatal.
La disputa entre bandas rivales del narcotráfico en el Centro de Recuperación Regional de Altamira, centro de Pará, dejó a 16 de las víctimas decapitadas durante horas de combate.
Pero la mayoría murió por asfixia tras un incendio provocado por los presos que alcanzó algunas celdas.
La masacre fue el segundo episodio sanguinario registrado en los últimos dos meses en el sistema penitenciario de Brasil, con altos niveles de violencia y hacinamiento.
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Las autoridades retiraron la mayoría de los cuerpos de la cárcel de Altamira y las operaciones de limpieza siguen en marcha, indicó la misma fuente.
La gobernación de Pará apoyará económicamente a las familias de las víctimas para que puedan sepultar a sus seres queridos, agregó.
Condiciones “muy malas”
Cada año cientos de presos son asesinados en las cárceles de Brasil, la mayor parte durante enfrentamientos entre bandas rivales que luchan por el control de uno de los mayores mercados de cocaína y por las rutas del narcotráfico, según especialistas.
El motín del lunes es uno de los más sangrientos de la historia brasileña. La masacre involucró a miembros del Comando Clase A y el Comando Vermelho, uno de los principales grupos criminales del país, indicaron las autoridades.
A finales de mayo, 55 detenidos fueron asesinados en varias cárceles del estado Amazonas, vecino de Pará, durante crudos enfrentamientos entre pandillas del narco.
En 1992, 111 presos murieron cuando las fuerzas de seguridad sofocaron un motín en la cárcel Carandiru, a las afueras de Sao Paulo.
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Los expertos sostienen que las masacres son producto de las condiciones inhumanas de las prisiones del país, superpobladas de brasileños pobres y negros.
Brasil, con 726.354 detenidos, tiene la tercera mayor población carcelaria del mundo, detrás de Estados Unidos y China, según estadísticas oficiales de julio. El país cuenta apenas con 423.242 plazas en sus prisiones.
Y cerca del 33% son presos que aún no han pasado por un juicio.
El Consejo Nacional de Justicia, agencia gubernamental que monitorea el sistema judicial brasileño, indicó en un informe que las condiciones dentro de la cárcel de Altamira son "muy malas" y que tiene un hacinamiento de más del doble de su capacidad.
A esa situación se suma que cuenta con pocos guardias de seguridad.
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“Este problema infernal no se resolverá lanzando más prisiones al problema”, afirmó Robert Muggah, director del instituto de investigación Igarape, de Rio de Janeiro.
“Desde 2018, cerca de 9.000 áreas de detención fueron construidas en el país, pero el número de nuevos presos saltó a más de 17.800 durante el mismo periodo”, advirtió.