Andrea Cevallos, la pastelera peruana que conquistó Utah: "El peruano es emprendedor. Lo llevamos en el corazón"
De vender tortas en Lima a liderar un emprendimiento en EE.UU. Andrea Cevallos cuenta su testimonio de amor, valentía y perseverancia.

Cuando Andrea Cevallos llegó a Estados Unidos en 2021, lo hizo para estudiar inglés, pero necesitaba una pausa. En Perú, ya había construido un negocio de repostería que alcanzó notoriedad durante la pandemia con clases virtuales y recetas virales. Sin embargo, el éxito vino con agotamiento: "No quería saber nada más de la cocina", recuerda. El destino, sin embargo, tenía otros planes.
En Utah, mientras cursaba sus estudios, conoció al que hoy es su esposo. Luego de casarse, y con el corazón dividido entre el amor y el oficio que quería dejar atrás, Andrea comenzó a hornear nuevamente. Inició en el sótano de una casa alquilada, cargando su batidora por las escaleras hasta la cocina para hornear porciones individuales de postres peruanos que pronto se hicieron populares. Había encontrado un nicho, un enclave: porciones personales para latinos que, como ella, vivían solos y extrañaban los sabores del hogar, de su país.
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“No es solo cambiar de país, es rehacerlo todo desde cero”
Adaptarse no fue fácil. La altura de Utah, los ingredientes diferentes, incluso el porcentaje de agua en la mantequilla, afectaban sus recetas. "Tuve que reformular mis tortas y buscar sustitutos para ingredientes como el membrillo. No es solo cambiar de país, es rehacerlo todo desde cero", dijo en una entrevista para La República. Ese mismo espíritu la acompañó cuando decidió formalizar su negocio y abrir Bakin' Gods, su marca de postres peruanos en Estados Unidos.
Con estudios en arte culinario en Le Cordon Bleu de Lima, Andrea combina la técnica con una sensibilidad especial para entender a su público: "El peruano es emprendedor. Lo llevamos en el corazón", afirma. Desde Utah, sus postres viajan a Florida, Nueva York, New Jersey y otros estados. Aunque sueña con expandirse al Costa Este o incluso a Canadá, de momento prefiere afianzar su modelo de "dark kitchen" y consolidar su marca.
Su comunidad latina en Instagram como motor y escudo
El camino del inmigrante está lleno de retos, desde la barrera del idioma hasta los temas fiscales o migratorios. Andrea admite que, pese a manejar el inglés, ha necesitado rodearse de especialistas, de otros latinos que ya recorrieron ese camino y estén dispuestos a guiarla. "Hay que perderle el miedo a la gente que sabe más. Usualmente, te van a ayudar", reflexiona.
En Instagram, su comunidad es un sostén vital. La siguen más de 150 mil personas que le escriben, le comentan, le comparten consejos y hasta herramientas para facilitar su negocio. "A veces siento que son mis patas (amigos) de toda la vida, que quieren verme triunfar", cuenta emocionada. Esa red de apoyo, según dice, es una de las mejores cosas que le han pasado.
El miedo puede impulsarte
Andrea no oculta que ha tenido momentos de miedo, frustración e inseguridad. Fue diagnosticada con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), lo que le dio claridad sobre muchas cosas que sentía. "Salí de mi burbuja. Vine de tener todo a comenzar desde cero. Pero el miedo me ha empujado siempre", asegura. Ese mismo miedo a trabajar para otros, a dejar su sueño en pausa, fue el motor que la llevó a construir su propio camino.
Para quienes quieren seguir sus pasos, tiene un mensaje claro: "Siempre vamos a tener miedo. Pero que ese miedo no los detenga, que los empuje. Y si quieres emprender, no basta con hornear. Hay que trabajar en uno mismo. Si tú no creces, tu negocio tampoco lo hace".
Hoy, con 32 años, Andrea sigue construyendo un sueño hecho a base de harina, memoria y comunidad. Desde una cocina que ya no está en un sótano, sino en el corazón de muchos latinos que han encontrado en sus postres un pedazo de su tierra.
El camino de migrar, adaptarse, resistir en Estados Unidos
Como miles de inmigrantes en Estados Unidos, Andrea ha enfrentado una realidad compleja. Desde el temor a ser discriminada por hablar español hasta las incertidumbres generadas por las políticas migratorias de Donald Trump, su historia está marcada por esa tensión constante entre avanzar y protegerse. “Así estés con los papeles en regla o no, igual sientes miedo. A veces solo por cómo luces o por el idioma que hablas”, cuenta.
Frente a ese escenario, Andrea optó por enfocarse: en mejorar, en construir, en aprender. “Hay mucho ruido, demasiadas noticias que te paralizan. Pero si uno quiere avanzar, tiene que dejar de escuchar a quienes nunca han hecho nada por su vida. Hay que cuidar lo que dejamos entrar en la cabeza”, dice con convicción. En su testimonio, la migración no es solo un cambio de país, sino una batalla mental, emocional y cultural que se libra cada día.



















