Rompiendo el estatus quo para la reactivación
“La clase empresarial continúa emitiendo mensajes desconectados de las necesidades inmediatas de la población cuando debería mostrar mayor empatía con los ciudadanos”.
Por: Luis Miguel Castilla Rubio
La expansión del COVID-19 continúa irrumpiendo la agenda nacional y la vida de millones de ciudadanos. Esta pandemia, sin embargo, podría representar un punto de inflexión que permita reactivar nuestra economía a través de inversiones públicas y privadas. Esto dependerá de la capacidad que tengamos, Estado, empresa y ciudadanos, de lograr un nuevo entendimiento que permita encarar los desafíos que se han ido acumulando en el Perú pre-coronavirus.
Escenario pre-coronavirus:
El éxito que se consiga en ejecutar inversiones dependerá de la capacidad de modificar el escenario que antecedía al inicio de la crisis. Recordemos que el Perú pre-coronavirus, de tan solo unos meses atrás, estaba signado por el estancamiento de la inversión ante un Estado disfuncional e inoperante.
En el sector salud, por ejemplo, persisten severos problemas de gestión en los distintos niveles de gobierno, tal como lo ilustra el hecho de que a la fecha haya más de S/ 2 mil millones de inversión pública en infraestructura que no podrá entrar en operación por escasez de médicos y personal asistencial. Otro ejemplo es el manejo de la epidemia del dengue en Loreto. Medidas de bajísimo costo no han podido ser aplicadas eficientemente, en tanto el foco del gobierno regional ha estado acaparado por la construcción de nueva infraestructura (hoy inoperativa e inacabada).
Reconexión con el ciudadano
En el ámbito privado, el estancamiento de la inversión responde a la ralentización en los procesos de toma y ejecución de decisiones dada la proliferación de sistemas administrativos, la impredictibilidad y arbitrariedad en el ejercicio de la función de control administrativo y judicial y la interferencia política. Esta realidad ha ocasionado que nuevas inversiones se desplacen hacia actividades “lo menos expuestas” al Estado (siendo quizás el sector de la infraestructura el más castigado), hacia “emprendimientos” especulativos o se destinen a otros países. En este marco, la clase empresarial continúa emitiendo mensajes desconectados de las necesidades inmediatas de la población cuando debería mostrar mayor respeto y empatía con los ciudadanos. Los líderes empresariales no saben vender los logros del modelo económico ni razones suficientes para perseverar en éste.
Entendimiento público privado
Para revertir esta situación, tanto el frente político como el económico deben trabajar juntos para construir espacios – públicos y transparentes – que conduzcan a auténticos pactos público privados que busquen soluciones que mejoren la vida de todos los peruanos y no un mecanismo unidireccional de gestión de quejas. A la vez, debe desterrarse la indolencia de muchos burócratas que deben deberse siempre a la eficaz y oportuna atención de las necesidades de todos los ciudadanos.
Para entrar en un nuevo ciclo virtuoso de inversiones, especialmente privadas, que generen puestos de trabajo que sean resilientes y permitan capear situaciones de adversidad, será clave lograr configurar un escenario de un antes y un después al coronavirus en nuestro país. Esto demandará una compleja tarea de establecer una nueva lógica y entendimiento entre los actores responsables de forjar una vigorosa reactivación.
Esto requerirá una mayor proactividad y eficiencia de la burocracia pública, un mayor compromiso y visión de largo plazo de las empresas, una mayor resiliencia de los trabajadores y una mayor responsabilidad y sentido de la historia de los políticos. Así, lograremos construir una nación más cohesionada sobre la base de una economía más próspera y resistente ante la próxima crisis que ineludiblemente a futuro nos tocará encarar.