Lección de vida. La estrella del Barcelona tuvo una infancia dura y llena de carencias. De chico tuvo que someterse a un tratamiento de hormonas de crecimiento. Su principal distracción es dormir.,Angelo Torres. Lionel Messi es de pocas palabras, no le gusta la prensa y tenía problemas para despertarse temprano, pero ninguna de esas tres características le han impedido ser reconocido como el mejor futbolista del mundo en la actualidad. Es el chico que siempre llegaba tarde pero que ahora es el primero por su constancia, por sus ganas de vencer la adversidad. Esta es la historia del niño prodigio del deporte rey que tenía problemas con la hormona del crecimiento y que viajó a Barcelona no solo para jugar sino también para crecer (física y profesionalmente). Quién iba a pensar que el mejor tenía problemas de autoestima. En el colegio, un profesor suyo le recomendó que vaya al sicólogo para reforzar ese aspecto clave en el desarrollo del ser humano, sin embargo, era el compañero más querido porque todos lo admiraban por su talento con el balón. Su mejor amiga, Cintia Arellano, fue clave durante su época escolar. Se pasaban los apuntes en el borrador. Siempre se sentaban juntos, le golpeaba la silla para que le ‘sople’. Su primera cancha de fútbol la pisó con su abuela, quien lo llevaba a entrenar cuando tenía 6 años y por eso ahora, cada vez que anota un gol, levanta los brazos y mira el cielo recordándola. La eficacia goleadora y musculosa de un Cristiano Ronaldo impacta, pero la genialidad de un ser más diminuto seduce y hasta hipnotiza. ‘Lío’ salía siempre reprobado en aritmética, álgebra y demás ciencias numéricas, pero ahora aplica la geometría en un campo de juego y desafía, a veces, hasta a la ley de la gravedad cuando se suspende en el aire para sacar el latigazo sutil y letal al mismo tiempo. “Es un alma tierna que te hace daño”, escribió un cronista de The Guardian después de un gol suyo al Arsenal por la Champions, cuando el golero salió al achique con cara de boxeador y Messi le tocó el balón por encima suavemente. “Es más fácil cuidar a Mick Jagger; a los niños no los podés empujar”, dice ‘El turco’, una especie de 911 platense que lo cuida cada vez que Lionel regresa al ‘Potrero’ donde empezó su historia, a su natal Rosario, y es ‘víctima’ del desenfrenado acoso infantil. Su primer DT, Salvador Aparicio, recuerda que “la primera pelota que agarró la paró y salió gambeteando. No sabían lo que era”. Luego su abuela falleció y cuenta la mamá de Lionel, Celia Cuccitini, que todas las noches hablaba con ella y le pedía que lo ayude. “Fue un referente muy fuerte para él”. Siempre era el primero de la fila, por su tamaño. Con 9 años, medía tan solo 1 metro 27 centímetros, lo que hizo que su familia se preocupe y decida llevarlo a un especialista endocrino. Las glándulas del crecimiento se habían quedado dormidas, como Lionel en las mañanas, y había que despertarlas. Él mismo se pinchaba la pierna con los medicamentos, con naturalidad, siendo consciente de que era el método más efectivo para crecer. Siempre antes de dormir, una en cada pierna y mientras soñaba, las inyecciones hacían su efecto. Por eso siempre fue tan importante dormir para Messi. El tratamiento era muy caro, 1.500 dólares al mes, cifra impagable para la familia de la ‘Pulga’ que durante dos años se las agenció con una fundación que apoyó el crecimiento de ‘Lío’ hasta que se quedó sin fondos. Con 10 años, Newell’s –el club donde hacía las divisiones inferiores– en un principio aceptó pagar pero después el dinero dejó de llegar. La ‘Pulga’ fue a River, pasó una prueba y maravilló, como siempre, pero tampoco quisieron hacerse cargo del gasto. En Europa ya se sabía de un niño que hacía maravillas con el balón. Es así que apareció el Barcelona, a donde llegó en el 2000. Al año siguiente firmó su contrato profesional pero recién debutó el 16 de octubre del 2004 ante el Espanyol. Antes pasó momentos difíciles con su familia ya que, aunque fueron todos a la ciudad española, por falta de papeles su mamá y sus hermanos tuvieron que volverse a Rosario y sólo Jorge, su padre, se quedó con él. Allí empezó la vorágine del genio, el eterno ascender de Messi, su costumbre de quebrar todos los récords. Hace solo unos días pasó a César como mayor goleador de la historia del club catalán: 235 goles hasta el momento en solo ocho temporadas cuando, siendo pesimistas, el reinado de Messi va a durar unos diez años más. Se trabó al hablar La historia de Lionel comparte episodios con las vidas de otros argentinos universales: Evita, el Che, Gardel, el propio Maradona. Como ellos, sufrió el abandono del hogar a temprana edad, el origen humilde, una enfermedad. Pero fuera del personaje mediático, es un hombre previsible, introvertido. No le gustan las series como 'Lost' o 'Prision Break'. “Me aburro”, dice con facilidad Lionel, quien después de conocer Disney con su familia volvió a Rosario pero de nuevo se aburrió y decidió volver a Barcelona para entrenar y ponerse a punto. Su rutina es trabajar y después dormir, hacer la siesta para recuperar energías. De niño, el reposo le ayudaba a regenerar las células y acelerar el proceso de las hormonas de crecimiento. Ahora duerme porque después de entrenar no quiere hacer otra cosa. Nadie se aburre cuando duerme. Él tampoco. No le gusta verse por televisión, le da vergüenza, también oír comentarios de su familia y amigos cuando pasan sus partidos. Su objeto de vanidad son los perfumes, tan efímeros como deliciosos. Si el vicio de Pelé eran las mujeres, el de Maradona la cocaína, para Messi son estos líquidos con buen olor. El cronista Leonardo Faccio, quizás una de las personas que más lo han investigado y quien ha escrito un libro sobre él llamado Messi, el chico que siempre llegaba tarde y hoy es el primero, cuenta que para Sudáfrica 2010, cuando fue designado por el ‘Pelusa’ como capitán para el partido ante Grecia, Lionel se puso nervioso. Juan Sebastián Verón, su compañero de cuarto, lo recuerda con claridad. “No era la responsabilidad del liderazgo lo que lo incomodaba; lo que lo desvelaba era que tenía que dar un discurso a sus compañeros. Dos días estuvo pensando qué decir: ¿Qué digo?, me preguntaba. Le dije: Decí lo que sentís y te va a salir solo. Pero no es fácil. Al final dijo algo pero enseguida se trabó porque no sabía cómo seguir. Dijo que estaba muy nervioso. Y salimos a la cancha”. Con la ‘Brujita’ conversa siempre por el messenger del Blackberry. Verón recuerda que en Sudáfrica compartieron habitación y “si lo dejas, duerme hasta las 11 de la mañana. Además hace la siesta. Le hacía ruido en Pretoria pero nada”. Escribir le cansa, leer también. Lo suyo es el balón y el sofá comodísimo en el que siempre se recuesta, con ropa, para hacer la siesta cada tarde. Se diría, en una extraña paradoja porque en el verde tiene una velocidad mental increíble, que le cuesta hasta pensar, tanto que se ‘pegó’ a la serie ‘El cartel de los sapos’ pero cuando se puso complicada la dejó. En noviembre del 2010, se comunicó con Juan Cruz Leguizamón, el que fue portero en su categoría en Newell’s, y le mandó un mensaje para organizar la fiesta de fin de año. Casi con un mes de anticipación. “Un asado con todo incluido. Mujeres también, obvio”, resumía lo que escribió. Cuando llegó a Barcelona, no le gustaba la clase de computación: ni Power Point, Excel, hojas de cálculo, pero ahora se ha vuelto amigo de la tecnología por la necesidad de comunicarse. El chico callado no habla pero sí teclea. Antonella Roccuzzo también es una persona clave para ‘Lío’, quien hace poco en una fiesta de disfraces fue 'Kiko'. Su novia desde chico, la prima de su mejor amigo, Lucas Scaglia. “De chicos jugábamos y terminó en una relación. Desde que nos conocimos nos gustamos”, confesó. Aún no hay planes de matrimonio o casamiento, como le dicen en Argentina. Otra persona importante es su hermano Matías, con el que se lleva mejor, con el que son confidentes. En su barrio Las Heras es el más querido. Todos recuerdan haberlo visto por las calles siempre con una pelota, como lo hacía Oliver en los 'Supercampeones'. Y hay una anécdota difícil de borrar que invita a retroceder en el tiempo. Jugaba para varias categorías de la ‘Lepra’ y en una final su equipo se fue al descanso perdiendo 2-0 porque la ‘Pulga’ se había quedado atracado en el baño de su casa. Rompió un vidrio y llegó para el segundo tiempo. Su equipo le dio vuelta al marcador con tres goles suyos. Fueron campeones y el premio fue una bicicleta para cada jugador, el sueño de todo niño. El endocrinólogo Diego Schwarztein, quien lo trató, explicó que si no hacía ese tratamiento hubiera medido un metro con 50 centímetros, no el 1.69 de la actualidad. Sus ganas de vencer, de ser el mejor, las recuerda con naturalidad su madre Celia. “No podíamos jugar ni a los naipes porque ya sabíamos que iba a hacer una trampa. Si no ganaba, nos desparramaba las cartas”. De pocas palabras, dormilón, flojo para la lectura, como diría el escritor Martín Caparrós: Messi dejó de ser argentino para convertirse en una figura universal. ENFOQUE Las ‘Pulgas’ no saben de ortografía ni de escribir cartas Dante mandriotti Presidente del Cantolao Lionel vino al Perú en 1997, con diez años, para jugar en la Copa de la Amistad. Jugaba en ese equipo de Newell's al que llamaban 'La máquina del 87' y nos ganó la final. Había paridad de fuerzas, pero no con él en el campo que nos hizo 8, 9 goles, creo, y eso que el día anterior su delegación lo obligó a probar el pollo a la brasa nuestro, le cayó mal y estuvo con una diarrea que tuvo que ser atendido por un médico. Lo veía bajito, rapidísimo, siempre con su pelota en la mano. Hablaba poco pero preguntó por Solano, un jugador que salió de nuestras canteras y a él le gustaba. Estuvo hospedado en una casa de familia en Pueblo Libre. Los Méndez, que lo cobijaron y contaron que no comía golosinas, que ni salía a comprar nada a la tienda de al lado. Solo quería carne, frutas y acostarse temprano. Hizo como 25 goles en todo el torneo. Sólo por su velocidad, ya era distinto.