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Faruk I: el último rey de Egipto que murió tras comer demasiado y lejos de su tierra

Alejado del esplendor y el respeto de sus súbditos, Faruk I encontró la muerte súbitamente en medio de un excesivo banquete. ¿Cómo fue su caída del poder?

Faruk I gobernó Egipto entre 1936 y 1952. Foto: composición LR / AFP
Faruk I gobernó Egipto entre 1936 y 1952. Foto: composición LR / AFP

Egipto ha tenido una gran cantidad de monarcas a lo largo de su milenaria historia, que se remonta al lujo y esplendor de los faraones. Los últimos reyes en encabezar a este país africano lo hicieron en la primera mitad del siglo XX, cuando el esplendor de antaño había sido desplazado por la corrupción y los conflictos externos. Faruk I fue el último de ellos y su muerte no pudo ser más trágica: su corazón dejó de latir en medio de un lujoso banquete.

Para aquel entonces, Faruk I ya estaba alejado del trono de Egipto, que de hecho ya no existía, puesto que la nación estaba bajo un régimen militar. Además, falleció en Roma, donde se había convertido en una personalidad pese a haber dejado de ostentar poder.

¿Quién fue Faruk I y cómo fue su caída?

Faruk I fue el último monarca de Egipto, que reinó sobre su país entre 1936 y 1952. Su reinado se vio marcado por la Segunda Guerra Mundial, durante la cual el país fue lugar de enfrentamiento entre alemanes y británicos, así como por su promoción de la Liga Árabe, que en 1948 declaró la guerra al naciente Estado de Israel.

Rey Faruk I (al centro) en 1938. Eran los años de su esplendor, aunque la Segunda Guerra Mundial no tardaría en llegar. Foto: AFP

Rey Faruk I (al centro) en 1938. Eran los años de su esplendor, aunque la Segunda Guerra Mundial no tardaría en llegar. Foto: AFP

Era 1952 y la monarquía de Egipto había perdido respaldo popular. El general Gamal Abdel Nasser encabezó un golpe de Estado contra el reino y, tras ello, invitó a Faruk a dejar sus coronas de Egipto, Sudán, Nubia, Kordofán y Darfur en manos de su hijo de pocos meses de vida, así como a abandonar el país en menos de seis horas.

Así lo hizo: Faruk I salió de Egipto junto a su esposa, la reina Narriman, y las hijas de ambos en un bote que partió de Alejandría a Roma en la tarde del 26 de julio de 1952. Su cónyuge, sin embargo, terminó por abandonarlo, cansada de los maltratos que sufría.

El rey Faruk I junto a su esposa, la reina Narriman. Esta lo abandonó tras ser víctima de maltratos. Foto: AFP

El rey Faruk I junto a su esposa, la reina Narriman. Esta lo abandonó tras ser víctima de maltratos. Foto: AFP

Para los años 60, Faruk I no podía estar más alejado de su vigoroso aspecto en los días más prósperos de su reinado. Ahora estaba subido de peso, calvo y con la edad encima, viviendo en un modesto departamento. Ya nadie le decía ‘majestad’, sino que era un vecino más de la Ciudad Eterna. Ni siquiera los paparazzi le prestaban atención.

El rey Faruk exiliado en Roma, con otro amor y lejos de su reino y su mejor condición. Foto: Norbert Schiller Collection

El rey Faruk exiliado en Roma, con otro amor y lejos de su reino y su mejor condición. Foto: Norbert Schiller Collection

La trágica muerte de Faruk I en medio de un banquete

Era el 18 de marzo de 1965. Faruk I o ‘Ruk’, como era conocido popularmente, asistió a un banquete poco antes de la medianoche. El lugar señalado fue el restaurante Ile de France de la Vía Aurelia de Roma.

Solo pasaron unos minutos para que Faruk devorase una docena de ostras crudas con salsa Tabasco, tarta de langosta, cordero asado, papas asadas, vino, dos naranjas, una mandarina, un café, dos botellas de agua y una Coca Cola. Luego de ello, el rey fumó un puro y, al poco tiempo, cayó muerto en el piso.

Una ambulancia de la Cruz Roja acudió pronto para tratar de reanimar al monarca, pero sin éxito. Al momento de la autopsia, se descubrió que guardaba en sus bolsillos una pistola y dos billetes de 1.000 dólares. Quienes lo veían en la Vía Veneto o en los locales nocturnos no dejaban de hablar sobre el tema.

En Egipto, mientras tanto, la muerte de Faruk I provocó cierta melancolía en sus antiguos súbditos. “Que Dios pueda perdonarlo”, era la petición que esbozaba a formular la dictadura militar en sus oraciones.

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