Martha Figueroa: "Hacer teatro en Perú es una proeza"
La actriz nos habla de la vigencia de la obra 'Monólogos de la vagina'. Y señala que hay que romper los estereotipos en las producciones de ficción.

En el escenario, tres actrices hablan de la sexualidad y de lo que significa ser mujer. Lo hacen desde el humor, pero también con relatos que nos recuerdan la violencia machista. “Estoy empezando a creer un poco en mí como comediante, porque está funcionando”, nos dice Martha Figueroa.
En uno de los monólogos que interpreta, es una mujer que vive con culpa por haber sentido atracción una vez en su vida. Como dijo la autora de Monólogos de la vagina, la estadounidense Eve Ensler, hace unas décadas nadie podía pronunciar la palabra vagina. “No es victimizarse, es ser consciente de que ser mujer no es fácil”, comenta la actriz.
(Esta entrevista se realizó antes de conocer las grandes pérdidas para el teatro peruano: Hernán Romero y Camucha Negrete).
Esta obra se ha estrenado en salas del mundo. ¿Había visto esta temporada?
Vi la obra antes en el Marsano y una vez en Argentina. Sergio Galliani —no lo conocía como director— le ha dado un vuelo; la ha modernizado. Tuve la oportunidad de ver esta temporada, cosa que no es usual cuando uno hace una obra, pero me llamaron de emergencia (ingresó por Camucha Negrete). En mis cinco días de preparación, en la mañana me encerraba en mi casa a estudiar y en las tardes ensayaba. Pude verla tres veces y me encantó.
¿Por qué sigue vigente Monólogos de la vagina? Hay comedia, pero también temas tristemente vigentes.
Exactamente, porque las mujeres hemos ganado mucho, pero todavía falta mucho camino por recorrer. Como yo digo, y no es una frase muy culta, pero la mujer ‘paga pato’ en las guerras. Siempre es objeto de agresión. Entonces, esta obra no va a perder vigencia nunca. Hay denuncias, hay partes fuertes que te remueven. Y otras están enfocadas con humor, que es una manera de llegar a la gente. Es una obra para mujeres, pero también para hombres, porque nuestra sexualidad la compartimos con las parejas.
En las funciones asisten hombres y se puede decir que algunos se ríen, pero otros están incómodos. ¿Eso es parte del teatro también?
Sí. Siempre hay esa incomodidad porque el tema sexual sigue siendo un poco tabú. Todavía hay esa doble moral muy limeña, pero creo que las cosas hay que hablarlas como se debe. La gente joven, me parece, está mucho más abierta y mucho más informada.
La recuerdo en las obras de Osvaldo Cattone. Después estuvo en otras temporadas y también en el Marsano. Sus colegas dicen que hacer teatro en Perú es un milagro.
Pienso que...mira lo que está pasando en el país, está cayéndose a pedazos; sin embargo, hay una oferta teatral enorme. Somos unos luchadores, nadie nos va a vencer. Y sobre el Teatro Marsano, el próximo año cumple 50 años. Hay que destacar la labor de Makhy Arana, que es ahora la administradora, la productora de las obras y estoy segura que Osvaldo debe estar muy contento, donde esté, de ver cómo ha seguido, porque hacer teatro en el Perú es una proeza. Este intercambio energético con el público no lo logra ni una película ni una serie, que me encantan, pero esa vida que hay en cada función es diferente; eso no puede terminar.
La frase “la función debe continuar” es de ustedes. ¿Pero cómo asume este personaje?
Es la primera vez que hago Monólogos de la vagina. No me voy a olvidar nunca que el primero de agosto me llamó Makhy Arana. Dije: “bueno, sí, en principio sí, estoy libre”. Y le digo: “¿Para cuándo?” Para este jueves, me dijo. Casi me caigo. Estoy sorprendida de mí misma, de mi audacia a esas alturas de la vida. Me dio el texto y esa misma noche empecé a leer, vi la obra y dije: “¡Ay, mi madre!”. El montaje de Sergio es dinámico, todo tiene que estar muy coordinado, las proyecciones y las luces. Me asusté un poco, pero bueno, me lancé a la piscina y gracias a Dios todo fluyó. Tengo buena memoria todavía.
Actuó en grandes obras como 33 Variaciones con Roberto Moll como Ludwig van Beethoven. ¿Rechazó algún personaje?
Bueno, no estamos en un país como para estar rechazando personajes, pero 33 Variaciones, cuando me llegó, yo estaba pasando por una etapa emocional medio movida, y dije: “¡Ay, no, esa obra no, Dios mío!”. Además, me hicieron un chantaje emocional (sonríe), porque llamaron a mi hija Patricia (Romero). Fue muy fuerte y fue un regalo maravilloso. En televisión no se puede ser tan selectivo, pero no hice algunas cosas porque la propuesta no era interesante o porque no me inspiraba confianza, digamos.
En televisión fue conocida por una generación por interpretar a Coco. ¿Fue una comedia transversal también al mostrar el racismo y el clasismo?
Pituca sin Lucas como comedia hizo reír y la gente conectó, pero siempre lo aclaro: mi personaje era tremendamente controversial, una racista, clasista, de lo peor. Recuerdo que hicimos casting en todo porque el grupo chileno que estaba acá no nos conocía. Roberto y yo hicimos dupla y qué bonito porque era una pareja de viejos. Sorprende que ese romance haya tenido el éxito que tuvo.
Rompe estereotipos.
Absolutamente. O sea, ya la chica linda, humilde, que se casa con el dueño de casa, eso ya no, eso ya no se puede hacer.
Usted también ha roto estereotipos, ¿no?
Soy un bicho raro por todos lados. ‘Buleada’ permanentemente: soy vegetariana hace más de 40 años. Soy abstemia hace mucho porque no me gusta el licor. No me impongo sacrificios. Soy poco sociable. Y lo que para muchos significa un suplicio, vivir sola para mí es un placer. Me encanta mi soledad. Disfruto mi vida, así como la tengo hace muchos años.
Retomo lo del país cayéndose a pedazos. Algunos de sus colegas piden pronunciarse. ¿Qué piensa de la coyuntura?
Voy a decir algo terrible, pero he tirado la toalla. Ya no creo en nadie a nivel político. No hay nadie que me inspire respeto. ¿Qué hago como ciudadana? Ser una buena persona y tratar de ser mejor. Trabajo, soy respetuosa y pago mis impuestos. En Perú uno dice: “No podemos ir más al fondo”, pero nos vamos más al fondo. ¿Cómo se libera el país de tanta corrupción y de tanto narcotráfico metido en todos lados? Se ha normalizado la corrupción y no hay respeto al pueblo. Y en Perú, como en el mundo, los ‘fachos’ están moviéndose por todos lados.
A los ‘fachos’ no les va a gustar Monólogos de la vagina.
(Ríe) No, para ellos la mujer no puede sentir placer, solo tiene que tener hijos. La obra, de hecho, mueve a mucha gente. Por eso digo que la obra es diversión, pero es también drama. Creo que hay mucha reflexión.
- Temporada. Monólogos de la vagina continúa de miércoles a domingo en el Teatro Marsano.














