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Cultural

La caída del imperio inca la propiciaron dos mujeres

Rafael Dumett. El escritor peruano radicado en Estados Unidos conversó con La República en su visita a Arequipa por el Hay Festival. Habla sobre la raíz histórica de su novela El espía del inca y hallazgos de la civilización andina.

Rafael Dumett trabajó una década en documentar su historia, el resultado fue un mamotreto de 800 páginas. Hoy es un libro convertido en best seller. Foto: Rafael Dumett/ Facebook
Rafael Dumett trabajó una década en documentar su historia, el resultado fue un mamotreto de 800 páginas. Hoy es un libro convertido en best seller. Foto: Rafael Dumett/ Facebook

Rafael Dumett escribió una novela brillante, El espía del inca. Recrea el apocalipsis del imperio incaico. El libro es best seller, vendió más de 20.000 ejemplares y otros 30.000 pirateados.

¿Cuál es el germen del libro? La historia se cimenta probablemente en su infancia. Ahí visiona a su padre y los huaynos que oía a escondidas. Este es ayacuchano. Emigró a Lima muy joven con su herencia andina que poco a poco Rafael descubrió y entendió.

Viajes a Ayacucho de adolescente y la literatura de José María Arguedas fueron determinantes en la pasión por el incanato. Escribir la novela le demandó once años. Consultó varias fuentes que lo volvieron casi un especialista. En esta entrevista, el autor ahonda en las razones de la caída del imperio incaico desde el rigor de la historia.

—Tenemos una visión idílica del imperio incaico. Usted dijo que la conquista española se dio porque los incas estaban divididos.

Quisiera aclarar algo. Está citando el título de una entrevista que me hizo la BBC (...) El título da a entender que yo consideraba la conquista española como algo que debíamos agradecer. Cualquier lector de la novela se dará cuenta de que eso es un equívoco flagrante. Dije, en la conquista del Perú, hubo más de dos protagonistas. No solamente conquistadores, españoles malos. Sino grupos étnicos.

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—Eran los enemigos locales de los incas.

Por donde pasaban, se les aliaron huancas, huaylas, cajamarcas y los tallanes. Inclusive al interior. Manco Inca, hermano de Atahualpa, fue un aliado de los españoles antes de rebelarse contra ellos. Olvidamos que, en un momento determinado, veíamos a Manco Inca al lado de los españoles, peleando contra el general Quisquis (...) Rafael también cita a los hermanos Carhuatongo y Carhuarayco, de Cajamarca. Estos se presentaron ante los españoles y se pusieron a su servicio.

—Usted dice que el Perú es una sociedad clasista y racista. Para muchos, esos son males de la colonia.

Racismo no había en la época del imperio. La concepción misma de raza no existía, pero la discriminación por jerarquías sí. Hablemos de la encomienda, justamente esta institución organizada en torno a la explotación sistemática del trabajo de los indios, por ejemplo. Eso es explotación económica.

—¿Era una sociedad mucho más vertical y machista?

Sí (vertical). Debo confesar que sobre el machismo (en el imperio) no sé tanto. Tengo la impresión de que las mujeres tienen un gran poder en el país, invisible, soterrado, que ellas tampoco quieren subrayar mucho. Le puedo dar un dato, por ejemplo. ¿Quién fue el responsable de la caída del imperio incaico? No de la primera caída de Atahualpa. Cuando ya hubo un punto de llegada, un punto de no retorno. ¿Qué me respondería?

—Hay figuras caricaturescas, se menciona a Felipillo.

Mire, asesinaron Atahualpa. Los españoles estaban en Lima y avanzaban por llegar a Cusco. Nos venden “la historia” de que los incas estaban condenados a ser conquistados porque los españoles eran militarmente superiores. En 1536 hubo un doble sitio (asedio): Cusco y Lima. En el caso del Cusco, ayudó Manco Inca. En el caso de Lima, una serie de generales dirigidos por Cusi Yupanqui, pero ¿quiénes rompieron los cercos? Dos señoras, cacicas huaylas, cuyos nombres son Añas Colque y Contarhuacho, madre de Quispe Sisa, concubina de Francisco Pizarro. Esta señora tenía poder adquirido gracias a Pizarro y un montón de ejércitos. Ella mandó tropas para romper el cerco de Lima y la señora Añas Colque tenía un hijo que se llamaba Pablo Túpac, el general que rompió el cerco del Cusco. Ahora podemos decir con absoluta certeza histórica de que las responsables del punto de no retorno del imperio fueron dos señoras cacicas huaylas.

—Y en ese entonces en el imperio incaico había también una guerra entre los hermanos Huáscar y Atahualpa. ¿Fue fácil asaltar Cusco, la capital donde residía el poder?

Había una cosa muy extraña. Ya había sido asesinado Atahualpa, se enteran de la riqueza del Cusco y se dirigen ahí. Ahí estaba el general de Atahualpa, Quisquis, quien tenía el encargo de proteger la capital. Mientras el general Challco Chima se encargaba de los huaylas y huancas, que se habían rebelado. Fue fácil relativamente. Manco Inca había escuchado hablar de los españoles. Él estaba escondido porque Atahualpa había ordenado el asesinato masivo de todos sus hermanos en Cusco.

—¿Cuántos hermanos tenía Atahualpa?

En Cusco había 200. Huayna Cápac, el padre de Atahualpa, tuvo 800 hijos. Fue política de Estado tener hijos con diferentes hijas de curacas para cohesionar el imperio. Atahualpa, para evitar la posible competencia de cualquiera de esos hermanos, estando en cautiverio, mandó a asesinarlos. Y Manco Inca estaba entre ellos, por eso se escondió. El general Quisquis estaba posicionado en el Cusco. Cuando los españoles llegan al Cusco, sale Manco Inca con los brazos abiertos.

Trabajo de hormiga. Rafael Dumett trabajó una década en documentar su historia, el resultado fue un mamotreto de 800 páginas. Hoy es un libro convertido en best seller.

Trabajo de hormiga. Rafael Dumett trabajó una década en documentar su historia, el resultado fue un mamotreto de 800 páginas. Hoy es un libro convertido en best seller.

—Cuando los españoles matan a Atahualpa en Cajamarca, ¿en Cusco cómo se enteran?, ¿a través de chasquis?

La información circulaba bastante bien. Un imperio tiene un servicio de informantes eficaz. Estoy seguro de que había muchas personas que estaban a la expectativa de qué iba a ocurrir. Seguramente, por ello mandaban mensajes como: ‘lo tienen capturado’, ‘parece que lo van a matar’. En Cusco, el general Quisquis estaba perfectamente enterado de lo que sucedía en Cajamarca.

Dumett consultó varios libros para escribir con conocimiento de causa. Se documentó de aportes de John Hemming, un investigador norteamericano; Valdemar Espinoza Soriano, investigador de los grupos étnicos sometidos a los incas. Ha evitado utilizar como fuente al Inca Garcilaso, siente que este lo mandó al desvío en lo que se refiere a la sucesión (inca). “Vende la historia de que el imperio estaba dividido en dos, para el hermano mayor y menor. En ese caso opté por Núñez de Balboa y María Rostworowski”, añade.

—Y cuando se empapa de todas estas historias, ¿su idealización sobre el imperio siguió siendo la misma o cambió?

Cuando usted ama a una persona, la ama con defectos y virtudes. Esto de amar sobre la ignorancia, me parece improductivo y falso. El imperio incaico fue un fenómeno singular en la historia de la humanidad, completamente original, la cristalización y el punto culminante de más o menos cinco mil años de historia andina. Para usted apreciar, tiene que también entender, que bueno, eran tiránicos. El poder es despótico. Para controlar el poder se aplastaban mutuamente.

—Se habla mucho y de manera peyorativa sobre Felipillo, el joven que hizo de traductor de los españoles.

Eso es completamente injusto. ¿A quién traicionó Felipillo?, ¿a Atahualpa? No tenía ningún vínculo ni solidaridad étnica con él. ¿Solidaridad de raza? No existía en esa época. ¿Qué solidaridad le debía Felipillo a un señor que muy probablemente había destruido su pueblo por completo? ¿Qué solidaridad le debía a Pizarro o Almagro?

En sus hallazgos, el escritor relata que los conquistadores mandan a Felipillo como emisario ante Manco Inca. El hermano de Atahualpa se les había rebelado. Ahí Felipillo sufre una gran transformación y se une al joven inca y pelea contra los españoles. Cuando lo capturaron, sus anteriores amos no le dieron una muerte común. Lo descuartizaron. Felipillo tenía 22 años. ¿Eso es un traidor?, pregunta Rafael Dumett.

—Vargas Llosa sostiene que debemos sentirnos orgullosos de nuestra raíz española.

A Vargas Llosa le apestan los pueblos originarios.

—¿Ah, sí?

Sí, lo digo con todas sus letras. Él considera que debemos estar agradecidos con la conquista por el hecho de contar con el español. Él ha avalado inclusive informes de un libro que se llama Perufobia, que considera que la indignación justificada que tenemos respecto de la conquista es producto de una propaganda británica. Eso hacen los españoles ahorita. Tratan de reescribir la historia y contarse a sí mismos la versión de que estas crueldades son cuentos de los británicos.

—Y su ensayo sobre Arguedas, La utopía arcaica, ¿qué le parece?

Es curioso. Hay algo muy extraño, yo no sé qué quiere hacer con Arguedas. Creo que (dicha obra) es peyorativa, pero él inclusive le atribuye una gran influencia a Sybila Arredondo (viuda de Arguedas) en sus últimas obras. A mí me gustaría saber qué influencia tiene la vida personal reciente de Vargas Llosa en sus últimas obras.