Cultural

Óscar Colchado: “Con un oído escucho a los Andes; con el otro, el mar”

El escritor habla de su poesía a propósito de Canción del pescador y la reedición de Arpa de Wamani, dos poemarios en los que entrecruza una visión andina y urbana costeña.

El poeta, que nació en Chimbote, cuenta que sus poemas tuvieron inspiración en el mar de los Andes. Foto: difusión / composición LR
El poeta, que nació en Chimbote, cuenta que sus poemas tuvieron inspiración en el mar de los Andes. Foto: difusión / composición LR

Se instaló en la narrativa peruana cuando en 1983 ganó el premio Copé con su formidable libro de cuentos Cordillera negra. Se afianzó aún más con Cholito en los Andes mágicos, libro de relatos para niños. Su estilo, de filiación arguediana, fue creciendo hasta escribir, por ejemplo, Rosa cuchillo, novela que los Yuyachkani han llevado al teatro. Pero Óscar Colchado Lucio (Áncash, 1947) no solo es narrador, tiene una vocación un tanto anfibia, la de poeta, una faceta que dejó un poco atrás. Acaba de publicar Canción del pescador (Ed. Pakarina/Pájaro de fuego) y en edición bilingüe (castellano/portugués) Arpa de Wamani (Ed. Aiapaec).

¿Publicar estos dos libros es como ir al recate de tu poesía frente a tu obra narrativa?

Sí, efectivamente. Yo traté de ocultar un tiempo mi poesía para que destaque un poco más mi narrativa. Mi poesía iba a interferir mi posicionamiento como narrador, pero eso sí, no dejé de escribir poesía. Es tiempo de publicar mis poemas.

¿Cómo decantas tu poesía, si bien hay un lirismo andino, también reverbera el realismo del lenguaje costeño?

Nací en los Andes, pero me inicié en la literatura en Chimbote, cuando publicaba mis poemas en el mural del politécnico. Mis poemas estaban inspirados en el mar, no en los Andes, más bien en mis relatos retornaba al mundo andino, aunque también escribía cuentos de mar, que publicaba en la revista Alborada, del grupo Isla Blanca. Estaba en Chimbote, pero mi familia, mis paisanos llegaban de la sierra y me traían noticias y de paso los recuerdos que viví allí. Es decir, paralelamente, estaba entre la costa y la sierra. En mi frente estaba el mar, detrás de mí los Andes. Con un oído escuchaba a los Andes y con el otro, el mar. Soy una especie de zorro arguediano, pertenezco al mundo de arriba y el mundo de abajo.

Además de ser un libro de amor, Arpa de Wamani tiene un sustrato mítico de convocatoria anticolonialista. Un poema dice: “Que empiecen con su fiesta nomás/ que nosotros tocaremos/ nuestros tambores de guerra”.

Pero no solo es una voz personal sino una voz colectiva, que reclamaba y busca cuestionar el abuso de Occidente que terminó sometiendo la cultura andina, amazónica. Esa voz como que se encarna en mi escritura. Por otro lado, yo trato de ser esa voz individual y colectiva al mismo tiempo.

Ese cuestionamiento se grafica en el poema “Inkarri”, donde se habla de los abusadores que no hicieron posible que la vida sea vida.

Sí, hay un poco de resentimiento también, pero es lo que ha sufrido el indio. Han sido esclavos prácticamente por siglos. Toda esa alegría que había en ellos de trabajar, solidariamente, en la minka, con música, de pronto fue cortada por un trabajo fuerte, obligado, con castigo. El mundo se les vino abajo. Entonces, Inkarri es la nostalgia de volver a recuperar ese mundo perdido.

El arpa es muy simbólica, más si la toca Wamani. ¿Acaso cada cuerda representa un problema de nuestro país? Está la migración, el racismo, discriminación, la pobreza...

Es verdad lo que dices. Una cuerda también puede ser el cuestionamiento de la historia; otra cuerda, la religiosidad, la parte míticareligiosa que tiene el hombre andino. Todos sus actos y su vida estaban ligados a los dioses. Otra cuerda puede ser la migrancia, que los conduce a la costa, a las ciudades o a la metrópoli.

Late un lenguaje quechualizado. Hay una visión chola de nuestra capital, incluso está en la dicción, como el poema “Este Lima”.

Claro, la visión chola de Lima está en el lenguaje, en la forma de hablar del migrante que está viendo cómo se posiciona en un espacio que le es ajeno, pero no sin ganas de asentarse ahí, aunque tenga un poco de resignación, pues no tienen otra alternativa. Aquí tendrán sus hijos y deberán luchar por lo que ellos no lograron en el lugar de donde vinieron.

-Barrantes vino como migrante de Cajamarca y llegó a ser alcalde de Lima.

Sí, pero ahí está Pedro Castillo que, sin ser migrante, ha llegado a la presidencia. La migración, el avance de las regiones del Perú, ya nada lo detiene.

Para retomar las cuerdas del arpa, hay una cuerda dura. El poema “Wiracocha” dice “misti mata con fusil,/ runa que muere/ fosa común”. La violencia de los años 80.

Exacto. Es la violencia que vivimos esos años. Una cuerda que también debemos añadir es la de la música. “Wiracocha” es un poema bien musical. Yo le doy gran importancia a la música en todo el libro.

Claro, ahí está uno de los personajes de tus poemas, Sara Sarandonga.

También el poema “Sinfonía azul para tus labios. Todo es música. Cuando estuvimos en Isla Blanca incluso nos matriculamos en la academia para saber cómo funciona la sinfonía. En mi poesía hay una música que puede ser altisonante, vanguardista y, al mismo tiempo, también puede ser un murmullo. Por supuesto, también suena la música popular y andina, como los huaynos. Ahora el canon de la poesía peruana es poco musical, será porque se opta por poemas reflexivos. Otra cuerda que añadiría sería la del humor. He tratado de rescatar el humor indio, que tampoco se da mucho en la poesía peruana.

En tu libro Canción del pescador, por un lado hay nostalgia y, por otro, la vida dura de un pescador, como que naufragó en su existencia.

Es un poema totalizante, como dice Alex Morillo. Trata de envolver toda la historia de los pescadores a partir de la vida de uno de ellos. Este pescador cuenta todo lo que viven los pescadores, y tiene un amor especial a quien recuerda, que es Mariela. Al final, termina en una taberna, como un náufrago, pobre y sin Mariela.

¿La tuya es la otra poesía, la que el canon no incluye?

Podría decirse así, pero el tema es que yo escribo como a mí me gusta. No me someto al canon. Edmundo Bendezú siempre hablaba de la otra literatura, la que está, digamos, al lado de los Andes. Está la otra poesía urbana, cosmopolita, que ha hegemonizado siempre. Si yo quiera acomodarme por allí, escribiría como esa poesía. Vivo también en Lima y conozco sus problemas. Pero no, yo escribo yéndome más a mis orígenes y de lo que queda de eso en mí, porque la urbe también absorbe.

No estuviste en la primera lista para la FIL de Guadalajara, como otros poetas y escritores de las regiones. ¿en la segunda lista los reivindicaron?

Primero debo decir, ante la primera lista, lo ideal hubiera sido, antes que bajar del avión a los autores ya nombrados, sumar autores autores de las regiones, considerando sus calidades literarias. Eso hubiera sido más democrático. Aunque también se ha dicho que se excluyó a algunos autores que habían ido anteriormente a la feria de Chile.

Pero al margen de esos asuntos, ¿qué significa se haya pensado en los autores de las regiones para una feria internacional?

Eso ha sido buena idea que nunca se les cruzó por la mente a otros organizadores para ferias internacionales. Efectivamente, se ha visto que tenemos muchos valores en las provincias y regiones, y no solo los que hacen creación literaria sino también editores, artistas artesanos, lingüistas, ilustradores, bibliotecarios. Es decir, con haber ampliado la convocatoria se ha mostrado más completo el rostro cultural de nuestro país.