Thiago de Mello, poeta y guardián del bosque
Homenaje. El vate brasileño acaba de morir a los 95 años de edad. Además de luchar por causas sociales, defendió el medio ambiente y la biodiversidad de la Amazonía.
Solía contar que cuando aún era un niño, a orillas del río Negro, en Manaos, un hombre humilde, un peón del aserradero del padre de un amigo de la escuela, le enseñó a “flechar contra el viento”, a poner su cometa contra la corriente y mantenerla elevada. Y eso ha sido la vida de Thiago de Mello, el gran poeta brasileño que acaba de morir, a los 95 años de edad, en el mismo lugar donde nació, el municipio de Barreirinha, en el estado de Amazonas.
Sus causas de lucha no pudieron ser más altruistas y justas. Luchó por la libertad y contra las dictaduras, buscó reivindicar la dignidad del hombre, pero también luchó por la naturaleza, por nuestro planeta, sobre todo defendió el medio ambiente y la Amazonía.
Lo hizo con su propia vida cívica, como activista, pero también lo hizo con la belleza, la fuerza y la luz de su poesía, la misma que ha sido traducida a más de 30 idiomas.
La vida, la obra
Su nombre completo es Amadeu Thiago de Mello y nació el 30 de marzo de 1926, en Barreirinha. Pero su familia migró, en 1930, a la ciudad de Manaos, donde el niño empezó sus estudios.
Para seguir estudiando, viaja en 1946 a Río de Janeiro, en donde ingresó a la Facultad Nacional de Medicina. Pero para ese entonces, la poesía ya había tocado su sensibilidad. Abandona la carrera para dedicarse a literatura.
Su obra literaria, enmarcada dentro de la llamada generación 45, está signada, en parte, por un lirismo que alude la esencia humana y la poesía misma, como sus libros Silencio y palabra (1951), Narciso ciego (1952) y La leyenda de la rosa (1956). Pero en otros reverbera la emoción social, tales como Está oscuro pero canto (1965), La canción del amor armado (1966), Poesía comprometida con tu vida y la mía (1975), Los estatutos del hombre (1977), Viento general (1981), Bochorno en la floresta (1984), Un campo de margaritas (1986) y De una vez por todas (1996) y, por supuesto, no podemos dejar de mencionar Amazonas, patria de agua (1991).
Dedicarse a la poesía no era un menester pacífico para un poeta como Thiago de Mello, menos aún si tenía un conciencia y una sensibilidad sismográfica contra las injusticias.
Para el vate brasileño, como para muchos poetas que no disocian los abusos del poder con la escritura, escribir poesía era irse a la cárcel.
Y así ocurrió. Durante el golpe de Estado de 1964, De Mello fue detenido y preso por su activismo contestatario. Y una vez liberado, no le quedó otro camino que el exilio. Viajó a Santiago de Chile sin saber que, años después, otra dictadura lo cercaría.
En el país sureño hizo grandes amistades. Conoció a Pablo Neruda, a quien tradujo una antología al portugués y este, a su vez, tradujo a De Mello al castellano.
También tuvo la amistad de la cantante popular Violeta Parra y la del presidente Salvador Allende. Pero llegó 1973, el general Augusto Pinochet instauró la dictadura y Thiago de Mello tuvo que seguir con su exilio.
Pero como reza uno de sus poemas, ”Todo está oscuro, pero yo canto”, nunca calló.
Foto: difusión / composición LR
Dignidad y Amazonía
Dos grandes temas mueven conmueven la poesía del poeta brasileño: la dignidad de hombre y la naturaleza.
Para el primer tema, uno de sus poemas más famoso es “Los estatutos del hombre”, que establece, a manera de decretos, una serie de principios inalienables, como este, el primer estatuto: “Queda decretado que ahora vale la vida,/ que ahora vale la verdad,/ y que de manos dadas/ trabajaremos todos por la vida verdadera.
Y en el tercero estatuto aparece la naturaleza: “Queda decretado que, a partir de este instante,/ habrá girasoles en todas las ventanas, que los girasoles tendrán derecho/ a abrirse dentro de la sombra;/ y que las ventanas deben permanecer el día entero/ abiertas para el verde donde crece la esperanza”.
Y por supuesto, también está la defensa de la selva contra la tala y contaminación. En “Amazonas, patria de agua”, escribió: “Hace más de diez años que apareció en nuestras aguas un terrible monstruo que los mestizos llaman azogue”.
Ese monstruo, que mata peces, animales de tierra, bosques y aguas, es el mercurio. Y Thiago de Mello salió a enfrentarlo, con su vida y poesía.