Cultural

Ignacio Villarán Raffo: “Yo solo pongo los personajes en la tribuna”

Acaba de publicar su primera novela, Matisse bajo la luna, la historia de un mozo de un club veraniego en donde confluyen gentes de distintos estratos sociales.

El autor afirma que deja que quienes lean su novela vayan construyendo su propia visión. "Las interpretaciones sociales, psicológicas y filosóficas son ya de los lectores, quienes ponen la otra mitad del cuento", indica. Foto: composición LR
El autor afirma que deja que quienes lean su novela vayan construyendo su propia visión. "Las interpretaciones sociales, psicológicas y filosóficas son ya de los lectores, quienes ponen la otra mitad del cuento", indica. Foto: composición LR

No esperó más. Ignacio Villarán Raffo dio el salto, desde las veredas del Derecho hasta los senderos de la narrativa. En esa tentación —o desafío—, acaba de publicar Matisse bajo la luna (Plectro Editores), su primera novela, una historia ambientada en un balneario, un pequeño universo en donde confluyen personas de distintos estratos sociales.

La novela, con prosa fluida, que engarza —que editorialmente debió ser más cuidada—, narra la aventura —o desventura— de Prudencio, un joven que trabaja de mozo en el restaurante del club del balneario y quien ha puesto los ojos, platónicamente, en Camila, una joven de alcurnia, hija del doctor Pazos. Prudencio tiene un rival, Rodrigo, pero no será su mayor problema. El problema es él mismo, porque se involucra en el robo de un cuadro de Matisse de la casa de su amor platónico.

“Siempre me ha gustado escribir. Al principio, escribía tonterías, pero después asumí el reto de dedicarle más tiempo”, dice Ignacio Villarán (Lima, 1980), quien estudió Derecho en la Universidad de Lima.

Asegura que siempre ha esquivado los talleres literarios y que más bien se ha zambullido en lecturas infinitas de los autores del boom. Entre los escritores peruanos, además de Vargas Llosa, ha seguido a Alfredo Bryce, Julio R. Ribeyro, entre otros.

“Por supuesto, también a los grandes decimonónicos como Victor Hugo, Dumas y Flaubert”, enfatiza Villarán Raffo.

La novela transcurre en el balneario de Ancón. Foto: difusión

La novela transcurre en el balneario de Ancón. Foto: difusión

¿Cómo se planteó la historia alrededor de un cuadro de Matisse?

Todo surgió cuando fui a un balneario que hace mucho tiempo no iba, en Ancón. Allí vi, que en su malecón, confluían gente, colores y sabores. Me gustó mucho esa mixtura y se me ocurrió escribir una historia con esa escenografía. Recorrí sus calles y casas, y sentí como que la historia de este mozo me estaba esperando y empecé a escribirla.

¿Pero por qué la pintura de Matisse?

Me gusta mucho la pintura, el arte, y simplemente decidí que el cuadro iba a ser de este pintor, que le daba cierto glamour a la sala del doctor Pazos, sobre todo si era de un artista francés. Eso grafica un poco la opulencia de esos señores limeños que ostentan en sus salas obras de arte.

Sus personajes como que expresan el encuentro y desencuentro de clases sociales...

Sí, es como el día a día de la sociedad limeña, una sociedad con clases bien diferenciadas que en algunos espacios confluyen. Yo, simplemente, trato de recoger esa diversidad en la que vivimos todos los peruanos compartiendo un mismo espacio. La historia es desde la mirada de este mozo, que ve lo que hace él y qué hacen las otras personas del club o de donde sean.

Pareciera que la rivalidad es entre Prudencio y Rodrigo. Pareciera...

Claro, el amor es platónico, pero allí, sin querer queriendo, se cuela el tema social, pero si me preguntas si trato de opinar a fondo sobre ese tema, solo lo dejo en la tribuna para que el propio lector vaya construyendo su propia visión. Yo tan solo pongo los personajes allí, y las interpretaciones sociales, psicológicas y filosóficas son ya de los lectores, quienes ponen la otra mitad del cuento.

Decía pareciera esa rivalidad con Rodrigo, pero en realidad surge otra rivalidad, con su hermano y su entorno.

Correcto. La rivalidad al final es Prudencio versus Prudencio. Es decir, con su propia conciencia, porque después no se puede explicar cómo así robó el cuadro. Trata de enmendar la falta que hizo. Pero haga lo que haga, no hay vuelta atrás, ya será otra vida.