Una pandemia que agravó las brechas
Un error de la agencia Bloomberg nos hizo hablar esta semana de desigualdad. Y aunque resultó que no somos el país más desigual del mundo, es innegable que estamos peor que varios de la región. Y que la pandemia solo acrecentará esa dramática brecha entre los más ricos y los que menos tienen.
El último miércoles, una publicación de Bloomberg alborotó las redes de algunos periodistas, políticos y economistas.
La nota mostraba un gráfico que decía que en el Perú el 1% más privilegiado de los asalariados se quedaba con el 42% de los ingresos. Un dato sorprendente y atroz que, por supuesto, indignó a todos y revivió las críticas contra el modelo económico.
Resultó que el gráfico estaba mal. Varios economistas revisaron la fuente de la información, el World Inequality Database, y encontraron que el porcentaje de los ingresos con los que se queda el 1% privilegiado no era 42% sino “solo” 23.7%. Bloomberg se había equivocado.
En medio del “no era para tanto” generalizado entre los defensores del modelo, un tuit del economista Hugo Ñopo puso las cosas en contexto: como se nos dijo “42%” y, luego, “24%”, todos ahora estábamos suspirando aliviados. Pero ese 24% seguía siendo alto. Muy alto.
Pero eso quizás no fue lo más interesante de ese día.
Lo primero más interesante fue que, después de tiempo, el error puso a hablar a mucha gente –políticos, periodistas, economistas– de desigualdad.
Y lo segundo, que algunos de ellos sostenían que, bueno, después de todo, la discusión no era tan relevante, porque el problema en el país era la pobreza, no la desigualdad.
Y lo decían en medio de una crisis sanitaria en la que ser rico o ser pobre significó, quizás como nunca antes, la diferencia entre la vida y la muerte.
La crisis afectó más a los autoempleados, señalan los expertos
DOS FRENTES
–Durante muchos años nos hemos enfocado en reducir la pobreza y no nos hemos enfocado en la desigualdad, cuando ambos indicadores deberían estar en nuestro foco de atención– dice Ñopo en conversación con DOMINGO. –Todavía hay quienes argumentan que es mucho más importante atacar la pobreza que la desigualdad, pero esa es una verdad a medias. Atacando la pobreza garantizamos que todos tengan unos estándares de bienestar, pero atacando la desigualdad podemos garantizar que seamos una sociedad más justa y más cohesionada.
–Una elevada desigualdad tiene efectos negativos en lo económico, en lo social y en lo político– dice, por su parte, Germán Alarco, profesor investigador de la Universidad del Pacífico. –Hay estudios del FMI que muestran que una elevada desigualdad reduce el crecimiento económico y lo hace más inestable. La elevada desigualdad afecta la cohesión social e incrementa la conflictividad. Y puede generar inestabilidad política y que los grupos de poder traten de orientar la política de acuerdo a sus intereses.
¿Qué tan desiguales somos?
El profesor Alarco dedicó un libro entero a responder esa pregunta: Riqueza y desigualdad económica en Perú (2019).
Lo primero que demostró es que la metodología que usa el INEI para medirla es insuficiente. Porque lo hace a través de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) y lo que sucede es que a los hogares de clase media y alta no les gusta dar información sobre sus ingresos. Y por eso tenemos resultados como los de la ENAHO 2014, que arrojaba que el hogar “más rico” del Perú no estaba en La Rinconada o en La Planicie, sino en Picota, una pequeña provincia de la región San Martín, y que vivía en una casa de piso de cemento y sin título de propiedad. En la ENAHO de 2015, el hogar “más rico” quedaba en Moyobamba.
A partir de datos así de inconsistentes, las autoridades nos han dicho que el Gini del Perú –el indicador más común de la desigualdad– es de alrededor de 0.4 (recuerde que el 0 es la igualdad absoluta y el 1, la desigualdad máxima). Eso significaría, según Alarco, que nuestra desigualdad no es tan alta: sería casi como la de un país europeo de ingreso medio. Digamos, como la República Checa.
Pero, como han descubierto Alarco y otros investigadores, como Mendoza, Cruz Saco y Seminario, el Gini del Perú es más alto, entre el 0.6 y el 0.7.
En conclusión, no somos los más desiguales del mundo, y tampoco los más desiguales de América Latina –lo es Brasil–, pero estamos peor que la mayoría de los países de la región.
En Perú la metodología para medir la desigualdad es insuficiente.
EQUILIBRAR LA CANCHA
¿Por qué no estamos discutiendo más sobre este problema?
–Eso significaría discutir cómo se debe cortar y repartir la torta– dice el investigador de la Universidad del Pacífico. –Y esa es una discusión que a los grupos de poder no les interesa. El principal elemento para redistribuir ingresos es la política tributaria. Y los grupos económicos no tienen el menor interés de que eso se discuta.
–La necesidad de crear más impuestos que equilibren la cancha es un tema que a mucha gente no le gusta– dice Hugo Ñopo, por su parte. –Pero en los países de la OCDE los impuestos actúan como un igualador: hay una desigualdad antes de impuestos y una desigualdad después de impuestos, más baja.
Ñopo no habla de impuestos a la producción o al comercio, que podrían ser contraproducentes, pero sí al capital que está estancado, inutilizado, como el de las grandes fortunas. El detalle, anota, es que antes hay que armar un catastro de grandes fortunas y eso puede tomar años. ¿Por qué no comenzar con un impuesto a las transferencias de las grandes fortunas? Como las herencias.
La otra desigualdad que hay que atacar, dice el investigador de GRADE, es la de oportunidades. Para empezar, salud y educación. Luego, seguridad y vivienda. De calidad y para todos.
Si la desigualdad ya era alta antes de la pandemia, ¿cómo estarán las cosas ahora?
Hugo Ñopo cree que se va a hacer más dramática. Recuerda que mientras muchos asalariados pudieron conservar sus empleos y salarios, muchos otros perdieron completamente su capacidad de generar ingresos.
–No todos estábamos igualmente preparados para enfrentar el shock. Hay muchos cuyos salarios se mantuvieron y que, a la vez, por el confinamiento, redujeron sus gastos. Los hogares más pudientes han generado más ahorro del que generaban antes. Hay que mirar la compra de casas de campo, de casas de playa, que son indicadores que, seguro, están creciendo.
Mientras tanto, según cálculos del investigador Pablo Lavado, casi 3 millones de peruanos habrían caído en la pobreza a causa de la pandemia, de los cuales alrededor de 1 millón son niños.
Los empleos se pierden, las personas se quedan sin ingresos y, sin embargo, grandes empresas como los consorcios de la salud siguen cobrando sumas millonarias a cambio de una cama UCI. En el Perú, según Germán Alarco, los empresarios se fijan márgenes de ganancia superiores al estándar internacional. Y parecen no haber dejado de hacerlo en plena crisis sanitaria.
–La voracidad de algunos empresarios se mantiene y hasta se incrementa en tiempos de crisis– dice el catedrático. –Y eso es porque en las últimas décadas se ha promovido un modelo de sociedad cada vez más individualista, un modelo de sociedad menos solidaria y que impulsa el sálvese quien pueda o el gane como pueda. No digo que los empresarios sean almas de caridad. Pero hay niveles.