Clarisa Navas: “Es difícil aún no ser de una clase dominante y querer hacer cine”
Entrevista. La talentosa directora argentina recibió un premio en San Sebastián por la cinta ‘Las Mil y una’, estrenada en Berlín y elegida como la mejor película por la crítica del Festival de Lima.
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La cineasta argentina Clarisa Navas (30) dirigió sus primeros cortometrajes en la adolescencia, en su modesto barrio en Corrientes, Argentina. Parte de esos “mundos posibles” más allá de los numerosos bloques de concreto de la calle donde vivía, están en ‘Las Mil y una’, una premiada película que se estrenó en el Festival de Berlín y que acaba de ganar como Mejor película LGTBI en San Sebastián.
Navas nos traslada con calidez y sinceridad a la rutina de un grupo de adolescentes en el lugar dónde vivió conocido como ‘Las mil viviendas’. Habla de las escasas posibilidades de educarse, la violencia, los prejuicios, pero también de las “luminosidades” que existen para crecer: la amistad, el arte, la protección y la aceptación de la orientación sexual. Lo hace a través de la historia de dos adolescentes que inician una relación y con un guion que no cae en lo explícito o marca distancia, en ese sentido, de cintas como ‘La vida de Adele’. “No quise construir imágenes que objetualicen finalmente esas vidas, a esas personas, a las prácticas inclusive. La pregunta contemporánea para mí siempre es ¿Cómo seguir conservando el misterio en un aluvión de imágenes y visualidad en la que estamos? Todo se exhibe, se vuelve así, como consumible”, nos dice por teléfono.
La cineasta, que fue reconocida por la crítica del Festival de Cine de Lima, nos cuenta que tuvo que lidiar con situaciones de discriminación en el set y “constatar” la magnitud de la homofobia.
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Podría creerse que los temas que toca ‘Las Mil y una’ son más sencillos de trabajar con un elenco tan joven y de una generación, digamos, desprejuiciada. ¿Ha sido así o tuviste que lidiar con la familia?
Creo que ha sido un tanto complejo, quizá, en algunos casos, sobre todo porque en el elenco hay chicos y chicas que era la primera vez que actuaban. La protagonista no era actriz. Fue un trabajo más que nada de ir hablando mucho, de tratar de hacer comprender ¿no? La importancia de esto, de afirmarse también entre las y los que participaban, que esta película tenía como objetivo un bien mayor. Todavía…como no hemos estrenado en nuestra provincia, en Corrientes, va a ser una sorpresa para algunos padres (sonríe). Esperamos que no.
Desde Perú vemos a Argentina como un país que nos lleva la delantera en los derechos LGTBI. Sin embargo, lo que muestras es un lado conservador de tu país.
Claro. Es que Argentina es tan grande que son un montón de países dentro de uno (se ríe). El matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, son todas cuestiones que han ampliado derechos a toda la población, pero eso no cambia las mentalidades de otras personas o (no hace) que en contextos más periféricos se entienda eso, creo que todavía falta un montón. De hecho, hay muchas chicas y chicos que sus padres no los han dejado participar en el casting.

Difusión: Afiche 'Las Mil y Una'.
¿Tan grave fue?
Es que no les parecía adecuado y eran menores, entonces, no hubo posibilidad de incluirlos. A uno de los chicos, cuando su madre se enteró, lo echó de la casa. Fue como constatar que todavía estamos muy distantes en algunos lugares de Argentina de tener esa plenitud de derechos. Muchas veces son las familias los primeros lugares de expulsión, eso es realmente muy triste, que sea ese el lugar de no aceptación y de expulsión.
De acuerdo. Está claro, en tu película, que para un menor LGTBI no es lo mismo crecer en una familia afectuosa y comprensiva que en una fanática religiosa, por ejemplo. ¿La intención era plantear eso desde el inicio?
Claro, sí, creo que siempre estuvimos dialogando con eso. Son experiencias muy cercanas y creo que, en ese sentido, la Iglesia y el catolicismo malentendido provoca demasiado sufrimiento y mucha incapacidad de ser algo y vivir con culpa. Y eso en la adolescencia es realmente muy tremendo. Es como si el mundo se acabara cuando no tienes aceptación de tu misma familia. Y por eso creo que también, la película aborda el caso de los hermanos, que tienen una familia un tanto desmembrada, pero la madre los acepta, hace lo que puede con eso (sonríe), y se arma un especie de refugio en las reglas de esa casa en la que todo está bien.
Es acogedor cómo abordas el sentido de comunidad, la relación de estas dos chicas y la complicidad con su grupo de amigos. Pero lo planteas en un barrio popular donde la autoridad, la policía, pasa apenas dos veces y vemos a adolescentes desprotegidos. ¿Cuánto de los que viviste en Corrientes está en la película?
Yo creo que toda la película está armada con una vivencia muy personal. De ahí, de estar en el barrio, de crecer de esa manera y si bien la mirada se centra en las luminosidades que puede haber pese a todo, el contexto oprime. La policía aparece solamente para reprimir, para una persona que es trans. De hecho, en esa misma escena hemos tenido problemas con los policías que nos dijeron para actuar y después terminaron en una situación de discriminación dentro del set. Realmente es muy difícil y no se puede confiar en ese sentido. Más allá de eso, la película se centra en esas luminosidades que pasan en un encuentro, en poder generar una comunidad posible pese a todo lo está en contra.
“La Iglesia y el catolicismo malentendido provoca demasiado sufrimiento”
Claro. En tu primera película también hablas del deporte, me parece que le estás dando un enfoque de salvavidas en estas comunidades. ¿Es así?
Sí, es que siempre es una posibilidad de escape, y sobre todo de generar reglas en un sistema en el que todas las cosas están dadas para perder, como acostumbrada a que todo va a ser perder. El deporte para mí genera siempre una revancha posible, otro orden de las cosas. Está vinculada a una experiencia personal mía, yo antes de estudiar cine y de hacer cine, fui entrenadora de básquet. En un momento tuve una escuelita de básquet de niñas y pude ver la potencia para un montón de opresión. El hecho de poder jugar, de pensar en un partido, en ganar algo, es bien reivindicatorio.
Entonces, de ahí sale la frase de la protagonista, sobre su destino: “Quizá si hubiera jugado básquet”.
(Sonríe) ¡Qué detallista y puntual lo que dices! Completamente... es algo mío que lo pienso siempre, pero no lo comento. En su momento muchas veces piensas: “el básquet te salva, quizá si no hubiera sucedido, capaz que no caía en ciertos lugares”.
Pero también lo fue el cine ¿no? Así como sucede en Perú, me imagino que llegar a conseguir fondos no debe ser sencillo en Argentina. Antes que nada, tendrías que superar la pobreza, poder estudiar, etcétera. ¿Cómo ha sido en tu caso?
Siempre es difícil hacer cine y en Latinoamérica más. En Argentina es como…la posibilidad de acceso de una clase dominante ¿no? En mi caso siempre fue como una gran ilusión el hecho de pensar que podíamos llegar a hacer cine. Con mis amigos que vivíamos en ‘Las Mil’ hacíamos cortos con una camarita todos los fines de semana y así empezamos. Después, por suerte, yo tuve la posibilidad de estudiar y todo fue muy contra viento y marea y gracias a la solidaridad de muchas personas, porque la primera película la hice con muy poquitita plata, como una manera muy ‘artesanal’. Por lo menos en mi experiencia, es que nunca sé si voy a poder hacer una siguiente película ¿no? Eso sí me pasa...(se ríe)
“El deporte para mí genera siempre una revancha posible”

Escena
Más allá de estrenar en Berlín o San Sebastián.
Es que cada película es un logro, una batalla. Te cuesta la vida, tienes que continuar trabajando en otras cosas. Yo me considero de la clase que dices: “bueno, pude hacer esto, pero la verdad es que no sé si voy a poder hacer lo siguiente”. Llevarlos a Berlín, a festivales así, no terminan como asegurando la continuidad de una próxima porque todo está regido por el mercado. Es muy complejo el tramado para mí de hacer cine y sobre todo de conservar libertades, eso también es una gran cuestión, porque siempre se llega a ciertos lugares y luego vienen ofrecimientos y cosas que te hacen torcer el rumbo hacia otro tipo de cine. Cosas que el mercado (sonríe), necesita y está en una querer seguir así o no, o ir por un camino más libre.
¿No hubieras podido hacer una película así, en todo caso?
Claro, pude financiar y tuvimos otro tipo de estructura. Pero no sé cómo va a ser con la siguiente, está como esa puja de que hay que tener caras conocidas… y Argentina es muy así. Se maneja con un star system, una manera que bueno (sonríe), que no es nuestra búsqueda.
La directora brasileña de Mi nombre es Bagdad, dice que, a pesar de haber sido hija de cineastas, también hay injusticias en el cine de Brasil. Mientras financian a muchos hombres, es más difícil para una mujer conseguir financiamiento. ¿Existe eso en Argentina?
Ahora hay como una corrección política ¿no? de decir: “bueno, necesitamos más mujeres que de pronto accedan”. Hay toda una lucha de grupos feministas para que realmente existan en los concursos de subsidios ese cupo para mujeres y para disidencias, pero siempre viene a ser como una suerte de lavado de cara ¿no? Una cosa que en un momento se dice que sí y en otro momento se retrocede. Y, finalmente, quienes toman las decisiones y los grandes grupos que tienen por ahí el capital, son hombres o también representan a una ideología de poder y patriarcal que termina siendo la misma. Y yo creo que es difícil, y más difícil aún es ser de una clase no dominante, no alta e intentar hacer cine, son estructuras más difíciles de mover, me parece.
El último Festival de Cine de Lima apuntó a ser la versión más feminista y por esos días apareció la denuncia de Rose McGowan contra Alexander Payne. El director dejó el jurado del festival, de inmediato. ¿Qué te pareció esa decisión?
Yo la celebré. La verdad es que no seguí de cerca el caso, específicamente, pero sí me parece que tuvieron una reacción muy rápida y muy certera. Y creo que- porque acá en Argentina hay un montón de personas que siguen el festival- hubo mucha aprobación al hecho de reaccionar tan rápido ¿no? Porque por lo general, esas cosas tampoco se inventan (sonríe) y terminan siendo muy dolorosas cuando una ve que en ciertos lugares de poder y de visibilidad, vienen estando personas que han abusado de otras o que tienen ese… descaro de continuar ¿no? Entonces, yo lo celebré. A mí me pareció muy acertada esa decisión.
Por cierto, uno de los temas que no dejas pasar en la película es la construcción de la masculinidad. Vemos escenas en que los hombres se acercan entre ellos solo con violencia.
Sí, creo que eso surge en la película y si bien había una propuesta de mi parte en dirección, la verdad es que- porque tienen un gran contenido de libertad esas escenas- a mí me sorprendía ver cómo se pasaban cierto límite enseguida ¿no? Y, me llevaba a reflexionar, pensaba: “qué extraño, si esto están haciendo dentro de una escena...”, era como decir “¡basta! ¡corten!”. Es como es en la vida real, esa construcción masculina del acercarse a otro cuerpo muchas veces por el mismo patriarcado es muy violenta y termina descuidando, hay poca noción del cuidado y más todavía cuando es entre dos hombres. Tiene un descaro y una cosa mucho más contundente y bueno, debería cambiar ¿no? Ojalá vaya cambiando con estas nuevas masculinidades que surgen de pronto.
La pandemia nos hace replantear. Aquí ya hablabas de la salud pública y esa precariedad que se repite en Sudamérica. ¿Cuál es tu próxima película?
En este contexto es difícil pensar dónde se va a buscar financiamiento en nuestros países que están sumamente quebrados. A la vez, hay una urgencia que pasa por otros lugares. De todas maneras yo siento que también para imaginar otros mundos posibles, el arte sigue siendo necesario. No son esferas que se contradigan con una realidad. Vamos a filmar en Corrientes, la idea está y hay varias de las personas de ‘Las Mil’ que van a actuar en esa película. Y por otro lado, estoy desarrollando una película, hace como cinco años que vengo filmando, se llama ‘El príncipe de Nanawa’ con un chico que vive en la frontera entre Paraguay- Argentina, un documental de diario y cotidianidad de una frontera que es bastante compleja y también complicada a nivel económico y está un poco al olvido tanto de Paraguay como de Argentina. Es un ángel, un niño increíble, una persona fuera de serie que conocimos de casualidad y un poco está la reconstrucción de ese vínculo amoroso, el tenía 9 ahora tiene 14.
Entonces seguiremos viendo, felizmente, lo social en tu cine.
No me interesa otro tipo de cine. Realmente esa dimensión de la vida y de las posibilidades de transformación de algunas cosas, es muy necesaria. Sin ilusión, la vida es muy triste también(sonríe). Entonces me parece que el cine puede ilusionar o crear otro tipo de realidad frente a todo lo que es doloroso, si no es así, no le encuentro tanto sentido.
Esperemos que se pueda acabar pronto la pandemia, porque como dices, ya tienen “bastantes riesgos” haciendo cine independiente.
(Sonríe) ¡Qué venga esa vacuna pronto! Ojala que sí, para que se pueda continuar y que se pueda continuar de manera diferente también, no volver a lo mismo.




















