Álvaro Vargas Llosa: “Mi padre, cuando escribe, es enfermizo” | Mario Vargas Llosa
El politólogo y escritor filma en Lima un documental sobre la vida y obra de su padre. Aquí desentraña algunos aspectos vitales del Nobel de Literatura 2010.
Por Pedro Escribano
Álvaro Vargas Llosa está en Lima. Desanda lugares de la biografía de su padre, ahora lugares míticos, como el derruido local de La Catedral, el bar Zela, la casona de San Marcos, el colegio Leoncio Prado, entre otros. Filma un documental sobre la vida y obra de Mario Vargas Llosa producido por TV Azteca.
En esta ocasión, llegar a Lima es llegar al Universo Vargas Llosa de la FIL de Lima.
Sí. La verdad que sí. Y qué raro se siente, porque nadie es profeta en su tierra y menos él. Que lo reciban en modo homenaje, como familiar te digo, se siente raro. Uno está acostumbrado más bien a que lo reciban con controversia. Pero no, hay cariño. Es, aparte de emocionante, algo desconcertante también, lo cual es interesante.
¿Desconcertante?
–Bueno, es que no estamos acostumbrados a eso. Él es una figura muy discutida en nuestro país, muy controvertida. Pero ahora que grabamos para el documental, en espacios que son lugares de su biografía, es reconocido y seguido por la gente, saludado por la gente. Yo quería verlo así, caminando por la ciudad. Pero igual, esa reacción de la gente me parece desconcertante.
Es el reconocimiento a su estatura intelectual más allá de las discrepancias...
Es interesante que lo vean así, porque antes lo negaban incluso culturalmente por razones políticas. Y eso hoy día ha cambiado.
Ha dicho controversia, esa es la naturaleza de su padre...
Sí, es arequipeño. Es turbulento, es polémico. Sin duda, justamente estábamos en Arequipa ayer y antes de ayer hablando de cómo Arequipa ha sido un gran escenario histórico de rebelión contra la autoridad y sobre todo contra el abuso de autoridad, contra el poder. Supongo que sí, también está en su naturaleza provocadora. Es un provocador nato.
¿Cuándo descubrió a su padre como un fabulador?
Los primeros años yo te diría que fueron difíciles. O sea, los primeros años, cuando yo recién tomaba conciencia, porque era muy raro en el colegio, cuando me preguntaban qué hace tu papá. Sí, porque a otros les preguntaban lo mismo y respondían abogado, sociólogo, médico, empresario o lo que fuera, pero no había ningún hijo de novelista. Entonces era muy complicado explicar que mi padre se pasaba muchas horas sentado con una ficha escribiendo a mano, ganándose la vida de esa manera. Entonces, mi primera aproximación al mundo de la ficción de mi padre era el de total perplejidad. Era un padre raro, cuya función yo no sabía explicar a los demás. Pero llegado un momento dado, sí entendí todo. Siempre nos trató de inculcar la lectura desde muy chicos.
¿Es verdad que les daba propina para que lean?
Al comienzo. Y más que eso, nos llevaba al estadio, porque como éramos muy fanáticos del fútbol y él también, entonces nos daba incentivos de ese tipo. Ah, pero cuando le traía malas notas, decía, perfecto, ahora tú me debes una semana de lectura. Siempre dos horas, nunca una hora. Tengo que preguntar por qué dos y no una (risas). Me desaconsejaba leer sus libros porque, decía, no eran para mi edad. Pero yo, con mi rebeldía de los 12 años, elegí el más complicado, Conversación en La Catedral. Entonces me convencí de que todo eso era demasiado difícil. La primera novela que leí de él fue Pantaleón y las visitadoras.
¿Cómo es el proceso creativo de su padre?
Yo diría que es de una minuciosidad enfermiza. Ahora, por ejemplo, yo lo he visto muy de cerca en el proceso de su próximo libro, Tiempos recios, sobre el golpe de Estado a Jacobo Árbenz en los años 50 en Guatemala con participación exterior y luego el asesinato del golpista. Entonces, qué cosa veo, veo al periodista colaborando con el novelista, porque el proceso investigativo tiene mucho de periodística. No es el servicio del periodismo al servicio de una crónica periodística, cosa que también ha hecho, sino el periodismo como instrumento para elaborar una ficción. No te podría decir con detalles porque contaría demasiado de la novela, pero sí te puedo contar que un personaje que al principio parecía el personaje dominante de la novela, termina en otra posición en la historia.
Su padre es un recio en la escritura, también un recio en la vida cívica. ¿Esa actitud nutre sus novelas?
Yo creo que en parte sí, aunque no son ensayos políticos, son libros de ficción, son creación, yo creo que no hay ninguna duda en que haya una preocupación por el mundo del poder, por el mundo de la relación compleja del ciudadano o el individuo frente al poder, y por las relaciones de poder, ya no de poder político, sino puramente humanas, que siempre están detrás de sus novelas. Creo que eso es algo que emparenta al observador cívico con el creador de ficciones. Eso le viene desde cuando se rebeló contra su padre en defensa de su vocación literaria.
Usted no ha tenido esa necesidad de parricidio…
No, no. He tenido mis momentos de rebeldía cuando me escapé de la universidad como conté, digamos, pero en general ha sido un padre liberal, un padre permisivo, él prefería que mi madre ejerciera la autoridad.
PUEDES VER Álvaro Vargas Llosa sobre Villarán: “Hay decepción, pero no fue un error votar por el ‘No’”
Usted también es escritor. ¿Tiene algo en camino?
Ahora no tengo un libro inmediato. La fundación liberal que tenemos y otros asuntos me absorben. Pero me gustaría publicar un libro sobre fútbol.
Por el tuit contra Paolo Guerrero le llovieron críticas.
Pongo 15 tuits elogiando a la selección, diciendo maravillas, pero en la final Perú juega mal, están exhaustos. No jugaron una gran final. Seamos justos. Maravilloso el mérito, un subcampeonato heroico, además el Perú ya está entre los grandes de América, pero yo no quiero tratar a la selección como un padre paternalista que le da la palmadita en el hombro para alentarlo, pero ya la selección no merece eso, está entre los buenos.
Usted es politólogo, ¿cae o no cae Maduro?
Yo te diría que lo veo cada vez más difícil. Lo que pasa es que no me gusta decirlo, porque hay gente ahí rondando, rompiéndose el alma de recuperar la libertad. Claro, además yo tengo muchos amigos ahí, lo último que uno quiere es desmoralizarlos, pero te mentiría si dijera que eso lo veo inminente, hay para un buen tiempo, lamentablemente.