Así es llamado la vía del Correo Central de Lima, donde los enamorados encontrarán el regalo perfecto.,Luis Pérez / Revista Rumbos Bienvenido dilema. Voces de todas las intensidades viajan de extremo a extremo en un concurrido callejón. “¿Qué está buscando?, ¿qué quiere llevar caserito?, ¿algo en especial?”, son algunas de las preguntas que hacen las comerciantes desde sus ubicaciones. PUEDES VER: Celestino Ferrer, el dibujante de la Alameda Chabuca Granda Regalos, muchos regalos en el llamado 'Pasaje del Amor'. Foto: Ángel Chávez “Ya pues amiguito. Llévame algo. No seas tacaño con tu enamorada.”, entre risas, una de ellas ofrece sus productos. “Hay de todos los precios”, garantiza otra. Un par de metros más allá, una señora no anuncia ni ofertas ni promociones. Conserva absoluto silencio. Su creatividad habla por ella. Fluye. Es la elegida por el visitante enamoradizo. Adiós dilema. Es así, entre la concentración y la delicadeza, como Ruth Portocarrero elabora una canastita. La decora con cintillos rojos y rosados, papel de seda, rosas sintéticas, globos con la frase I love you y un peluche de cerdita. Concluye el trabajo. Levanta la mirada. Esboza una sonrisa cuando se da cuenta que más de una mirada observa su quehacer. Pero ese complejo silencio, concentración y delicadeza con que enamoró al peregrino, huye por todos los rincones del pasaje Piura, también conocido como el 'Pasaje del Amor' en el antiguo Correo Central de Lima. Es más, corre por el viejo puente, el rio y la alameda. Aun así, el visitante sigue anonadado por el carisma y el buen trato que transmite Ruth. Y es que la guapa limeña no puede contener las carcajadas por la emoción de posar frente al lente de una cámara fotográfica. Risas desde donde la miren. Las bromas de sus compañeras están a la orden del día. No puede más. Suelta un suspiro. “Soy del rico Rímac para el Perú y balnearios”, se enorgullece y vuelve a reír. Hay muchas formas de decir te quiero. Foto: Ángel Chávez “Tengo peluches, tarjetas, flores, chocolates, artesanía, canastas y muchas cosas más”, ahora sí ofrece sus productos para todos los gustos que van desde los cinco hasta los doscientos soles. “Los peluches los confecciono con mucho amor”, revela su estrategia. “Me llevaré ese. El peluche más grande que tiene”, la táctica funciona. El cliente se despide. Camina por el viejo pasaje. Es inevitable que todos vean el obsequio. Aun así, se repiten los ofrecimientos: “¿Qué está buscando?, ¿qué quiere llevar caserito?, ¿algo en especial?” No existen más dilemas en él, pero si un buen regalo con el que sorprenderá a su enamorada en el Día de San Valentín. Sus pasos se pierden en el jirón de La Unión. Las compañeras de Ruth continúan con sus bromas.