El equipo de Rumbos vivió una experiencia increíble a bordo del catamarán Mikeira que surcó las aguas oceánicas en búsqueda de la zona ecológica de las islas Palomino.,Luis Pérez / Revista Rumbos El catamarán Mikeira aparece en el horizonte bajo un cielo en llamas. Se aproxima sin contratiempos al muelle dársena de la Plaza Grau del Callao y saluda a los viajeros emitiendo sonidos con su sirena. Todos se emocionan, pero más el hombre de cabellera rasta, dientes de oro y pintura negra alrededor de los ojos. PUEDES VER: Karwas: nuevo destino iqueño para disfrutar en familia Es el pirata Jack Sparrow, quien se tambalea, pero no precisamente por la emoción, sino porque así lo establecen las leyes del mar. Los motores se apagan. Ahora sí, firme en el segundo nivel dice -con mirada pícara y voz ronca-: “Bienvenidos a mi Perla Negra… que diga a mi Mikeira…”. Vuelve a sonar la sirena. Todos abordo. “Rumbo a las islas Palomino”, vocifera el inquieto pirata. El timonel, Patricio, arranca e inicia la travesía mar adentro, mientras que Jack se jacta que solo ha llegado al Callao para pasear por la Fortaleza del Real Felipe. Después de un par de años volverá, “pero para destruirla”. Islas e historias Belleza marina en el Callao. Foto: Ángel Chávez Bueno, esa será otra historia. Por ahora, las historias y leyendas que él cuenta ya han sucedido. “En este momento, estamos pasando encima de lo que fue El Camotal, la ciudad sumergida”. Preguntan: ¿qué pasó? “El cataclismo del 28 de octubre de 1746 la destruyó”, responde, al tiempo que desparecen las edificaciones de La Punta. El catamarán se acerca a San Lorenzo, la isla más grande del país. “Tiene ocho kilómetros de largo por dos de ancho”, continua con sus enseñanzas Sparrow, quien ha este paso parece ser más chalaco que los choritos, la parihuela o el pan con chimbombo (pan con pescado). En fin, que siga ilustrando… “La isla San Lorenzo es de acceso militar”. De pronto, su mano derecha apunta hacia la playa Casino, donde no hay tragamonedas –bueno, eso es lo que se cree–. Su señal tiene otra explicación: Casino es la playa exclusiva del presidente de la República. “Ahí Nadine escribió las agendas”, suelta una primicia. Un kilómetro más de trayecto y se divisa la isla El Frontón, donde estuvo la cárcel que hasta junio de 1986 albergó a los delincuentes más peligrosos del país. Ahora solo quedan paredes amarillentas, un muelle destrozado y una y mil historias por contar… “Una mañana los presos amanecieron rebeldes. Hicieron un motín. La Marina de Guerra atacó. Dejó 111 reclusos asesinados”, Jack recuerda un momento trágico, una de las tantas heridas abiertas en los años del terror. Las aves son uno de los atractivos de la travesía. Foto: Ángel Chávez Ahora él no solo es un chalaco de pura sangre, también funge de periodista, fiscal y hasta de fotógrafo al capturar imágenes de las aves guaneras que pintan de blanco la isla Cavinzas. Fotos por aquí, fotos por allá. Deja la cámara a un lado. Es momento que el Perla Negra –lo llamamos así para que Sparrow siga ilusionado– supere los tumbos. Exacto. Así se les llama a las olas que hacen que la embarcación se convierta en un tagadá y se eche una buena salsa, como las que se bailan en el Callao. Hay que seguir la alucinación de Jack que ahora grita: “Soy el rey del mundo”. Vaya, se equivocó de película. Rebobina la cinta. Vuelve en sí y grita: “soy el mejor pirata del mundo…". Las islas Palomino están a la vista. Nadar con lobos El aullido de los amos y señores de la isla Palomino es señal de alerta. Quieren marcar su territorio y hacerle notar a los extraños que ellos son los que mandan. Pero no hay nada que temer. Es su naturaleza. Son amigables si no se sienten amenazados. Colonia de lobos en las islas Palomino. Foto: Ángel Chávez Y los visitantes se lanzan al mar –no hay problema con el agua fría, gracias a la corriente de El Niño está temperada– para tener un contacto más cercano con los lobos. Ellos solo quieren jugar. Divertirse y mostrar sus colmillos… “Existe más de 6.000 lobos marinos. Algunos machos llegan a pesar hasta 300 kilos. Son los melenudos que siempre observan el cielo y gritan para llamar a su manada. Aquí abundan las hembras. Cuando están preñadas van a la zona de reproducción”, esta vez no fue Jack quien explica, sino Jorge, el guía. “Digamos que es su clínica”, sí, este si fue Sparrow. “En otra zona están los pingüinos de Humboldt. Y es que los pingüinos son, para los lobos, como el ceviche para nosotros”, por ahí se lanza el comentario que, a decir verdad, no es necesario revelar quien lo dijo… Momento cumbre, compartiendo las aguas con los lobos. Foto: Ángel Chávez Los datos Tour: T&T – Tour Marino Callao. Contacto: Kely Villanueva. T: 987 131966 / 947 131966. Unión: La ONG ORCA y Tour Marino Callao, mantienen una alianza para invertir parte de lo recaudado en los tours en la protección de los lobos marinos.