Más allá de los paisajes y la buena gastronomía, los viajes permiten conocer diversas realidades y problemas, como los que enfrentan los cangrejeros y concheros del Santuario Nacional Los Manglares de Tumbes. , Luis Pérez / Revista Rumbos Ni cinco minutitos más ni cinco minutitos menos. Tempranito nomás salen los viajeros para aprovechar que la marea está alta, lo que les permitirá disfrutar aún más de su travesía. PUEDES VER: Tumbes: Costa del Sol abrirá el primer centro comercial en el 2017 Una travesía entre el mar y los ríos Tumbes y Zarumilla. Foto: Giuliana Taipe Eso es lo que se escucha por aquí. Eso es lo que recomiendan los conocedores del ir y venir de las aguas alcalinas de los canales del Santuario Nacional Los Manglares de Tumbes (SNLMT); entonces, las ocho de la mañana es una buena hora para explorar este ecosistema de 2 972 hectáreas de bosque seco ecuatorial y bosque tropical del Pacífico. Misión cumplida. Los futuros navegantes llegan puntales. Ni un minutito más ni un minutito menos. "Qué empiece la aventura", dicen a todo pulmón. "Un momento. Falta alguito más", responden los tumbesinos. Y no lo hacen por aguar la fiesta sino que es el momento de hacerse amigo del repelente. En caso contrario, todos los tripulantes serían ametrallados por los zancudos. Ahora sí, qué empiece la... ¡Caray! ¿Qué falta?... "Con calma señores. Ustedes deben estar atentos. No vale estar pensando en las musarañas. ‘Aprendan más del Perú y su gente", esas son las recomendaciones finales de los guías. Es tiempo de partir. El avistamiento de aves es una de las actividades estelares en esta área natural. Foto: Giuliana Taipe Refugio pacífico y tropical Ruge el motor del bote bajo un cielo aún nostálgico. Pero no hay que bajar la guardia y mucho menos creer que la ausencia del sol impedirá divisar las creaciones de la naturaleza. Malos pensamientos que huyen cuando en el horizonte ni tan lejano ni tan cercano se presentan las primeras aves. Binoculares listos porque aparece en la escena ecológica el huaco manglero (Nyctanassa violaceus) y el ibis blanco (Eudocimus albus). Ellos se intimidan con los extraños. Dejan de cazar lizas, alzan vuelo y se pierden entre las ramas de los enormes mangles, los árboles retorcidos que crecen en tierra fangosa, entre el mar y los ríos de las zonas tropicales. “El mangle rojo es el más común de los cinco que existen”, ilustra el guía y especialista en avifauna Yuri Oyola, quien, luego de la tertulia, anuncia que la embarcación se debe detener. ¿Alguna emergencia? No, nada eso. Lo que ocurre es que más allá de que el SNLMT sea un paraíso para los ornitólogos, también es el habitat de cangrejos y conchas negras. Marco Guayo desde pequeño aprendió encontrar las madrigueras de los cangrejos. Foto: Giuliana Taipe Cuentan que cuando la marea baja es mas fácil extraer los dos productos símbolos de un área natural protegida desde 1988. Eso es lo que se dice, aunque el cangrejero Marco Guayo pretende demostrar lo contrario. Si bien se puede palpar mejor, eso no quiere decir que en un dos por tres se tendrán los crustáceos. Ningún trabajo es fácil. Y eso lo sabe Marco quien, conociendo dónde están las madrigueras (tiros cangrejeros), sumerge su brazo derecho en uno de los orificios. Quiere capturar algún cangrejo hembra, pero es en vano. Otros intentos. La técnica sigue fallando. Y es que el crustáceo no llega por obra y gracia del espíritu santo u otro poder divino a las mesas de los restaurantes. Hay esfuerzo e historia detrás de todo. Una realidad que él y sus compañeros -que respetan las vedas y el límite de extracción diario-, tienen que afrontar por la caza ilegal que aún persiste en los manglares. Esto ha ocasionado que la producción baje. “Solo llegamos a 70 unidades. Las sartas (de ocho cangrejos machos de caparazón mayor a 6,5 centímetros) valen 12 soles”, revela Marco, mientras sus intentos de cosecha siguen sin éxito. Simulación del apareamiento de los cangrejos. Foto: Giuliana Taipe Y aunque el rumbo del bote cambie, la realidad sigue siendo la misma. En la isla Chalaquera, los concheros viven su propio drama. “Extraíamos entre 800 a 1 000 conchas por día. Ahora tan solo llegamos a 100. Y eso… Pero ojalá esto termine pronto. No solo por nosotros, sino también por la conservación del santuario”, sentencia el conchero Eugenio Franco. El recorrido continúa, mientras el sol sigue sin aparecer, los zancudos no hacen ni cosquillas, y los extractores, inscritos en las asociaciones afiliadas al Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), no desmayan en sus quehaceres cotidianos. Esa es la realidad en los manglares, una realidad que deja un sabor amargo, pero las aventuras sirven, también, para salir de la burbuja color de rosa. Los viajeros reflexionan. Llegan al restaurante y observan esos potentes platillos a base de cangrejos y jugosas conchas negras. Entendieron que esos productos no llegaron ahí por obra y gracia del espíritu santo u otro poder divino; entonces, aprecian más la labor de Marco, Eugenio y todos sus compañeros. ‘Aprendieron más del Perú y su gente’, recuerdan la tercera recomendación de los guías a la hora de partir. Conchas negras fresquitas de la isla Chalaquera. Foto: Giuliana Taipe En Rumbo Ruta: Viaje a Tumbes en Cruz del Sur (www.cruzdelsur.com.pe). Planifique: Organice su viaje en www.ytuqueplanes.com. Tours: Ecoserv Tour Operadora (Teléfono: 074 602855).